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Cultura  |  26 julio de 2020  |  12:00 AM |  Escrito por: Robinson Castañeda

LLamada confidencial

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Un texto de Guillermo Salazar Jiménez.

Terminó el ejercicio físico de todas las mañanas, leyó esa tarde, como siempre, y decidió llamarme para hablar con alguien, porque no aguantaba más la soledad en casa. Dijo que el miedo es su compañía, parece que brotara de las noticias sobre muertos y contagiados.

La falta de un servicio de salud nos alertó sobre lo frágiles que somos, reflexionó, por ello creo que este miedo anida en la postración histórica y en la imposibilidad de ver un futuro distinto. El miedo que amenaza mi cuerpo traspasó la mente. Después de una breve pausa lo atendí: “Siento miedo por el desorden que creo la COVID-19, por la falta de insumos y personal médico; es terror lo que siento por la exclusión social o muerte social como lo leí. No es tanto la posibilidad del contagio, es el miedo de la ausencia del aire para respirar que ahoga a los moribundos”.

Dijo que lo disculpara por lo que decía, se sentía seguro conmigo porque sabía escucharlo. Comentó sobre sus desvelos por el futuro, por el modelo sanitario que lo hizo trizas el coronavirus, un nuevo orden social desconocido lo asustaba. ¿Qué nueva democracia se avecina para Colombia?, se preguntó. Sentía miedo por los niveles descontrolados de corrupción e impunidad.

Escuché decirme que se encubren en la corrupción y muertes de líderes sociales, protegidos por un sistema judicial podrido, para gobernarnos con políticas de miedos como el temor al cambio político y miedo de confiar en la capacidad de campesinos, trabajadores y maestros para construir una Colombia diferente. Así, garantizan a los empresarios mantener consumidores asustados, anhelantes y deprimidos que enfrentan sus miedos a través del cruel consumo.

Imaginé aquel breve silencio de su voz por el café. Sentí su respiración entrecortada por los sorbos, expuso que los dirigentes políticos y educativos tenían la obligación de aplicar medidas para enfrentar los miedos sociales. Y no de manera particular, porque se trata de un problema global de los colombianos.

Las consecuencias de los miedos sociales las sentiremos después de la vacuna, dijo, podría ser tema educativo durante la pandemia, en el resto del año. Manifestó que sus miedos tienen mucho de sugestión disfrazada de noticias programadas por la televisión y la prensa. En la antigüedad el temor se dio por fábulas y mitos; después por el miedo de los hombres a Dios, más tarde por el miedo a los otros generado por la guerra; en seguida por el temor a la destrucción de la naturaleza y ahora por el terror de la incertidumbre que genera la desigualdad en el mundo.

Creo que mis miedos afloraron en los ratos libres de la lectura de El Castillo de Otranto de Horace Walpole, expresó, considerado el iniciador del relato fantástico en la literatura. También Neruda ayudó con su poema Tengo miedo: …”Se muere el universo de una calma agonía/ sin la fiesta del sol o del crepúsculo verde./ Agoniza Saturno como una pena mía,/la Tierra es una fruta negra que el cielo muerde…”

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