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Columnistas  |  05 septiembre de 2020  |  12:10 AM |  Escrito por: Óscar Jimenez Leal

EL TÚNEL DARÍO ECHANDÍA OLAYA

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Óscar Jimenez Leal

Por Oscar Jiménez Leal

Así fue denominado el día de su inauguración el esperado Túnel de La Línea, culminación del proyectado Cruce subterráneo de la cordillera Central de los Andes. Alrededor del nombre se ha generado una amplia polémica entre muchos de mis paisanos del Quindío que preferían otra denominación. Ello se debe a que muchos jóvenes y adultos ignoran la trayectoria de brillantes y valiosos servicios al País y a la región prestados por el sabio y respetado Maestro Echandía como se le llamó en su época.

La historia comenzó en la década de los años 20 del siglo pasado cuando llegó a la ciudad de Armenia el joven abogado, graduado con honores en el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, -después de ser eximido de exámenes finales al terminar cada año de su carrera por su excelencia académica, que lo llevaron, además, a ser consagrado colegial de número por su sobresaliente desempeño-, para ocupar el cargo de abogado de la sucursal del Banco Agrícola Hipotecario, entidad que al poco tiempo sucumbió por la crisis económica de los años 30s y fue entonces nombrado Juez del Circuito Civil de la ciudad. A poco andar abandonaría la judicatura para ser Concejal y Presidente del Concejo de Armenia y concejal de Circasia, donde redactó e hizo aprobar el acuerdo municipal mediante el cual se creó el Cementerio Libre, para darle refugio eterno a las almas liberales en momentos en que fuerzas oscuras impedían su sepultura en camposantos católicos. Luego sería elegido diputado a la Asamblea departamental del gran Caldas. Al concluir su mandato regresó a su Casa de Estudios como profesor de cátedra.

Allí lo conoció el presidente Alfonso López Pumarejo después de dictar una conferencia sobre economía política y dijo de él, lo mismo que alguien expresó de Napoleón Bonaparte cuando conoció al joven teniente en la Isla de Córcega: “A éste joven se le debe ascender porque de lo contrario asciende solo”. Varios meses más tarde, el presidente López sorprendió a todos con el nombramiento de ministro de educación nacional, al retirarse el profesor López de Mesa.

Después vendrían los ministerios de gobierno, relaciones exteriores, justicia, la embajada en el Vaticano, en la Gran Bretaña, la Presidencia de la Corte Suprema de Justicia, El parlamento, la Designatura a la presidencia de la república, que ocupó en tal calidad tres veces, posiciones desde las cuales adelantó importantes reformas sustanciales que transformaron el Estado de Derecho, tales como la que puso remedio al problema agrario de la época atribuyéndole a la posesión material de la tierra un papel que le permitía a los colonos llegar a ser dueños sin vulnerar los títulos escritos legítimos, siempre y cuando que hubiera sido acompañada de su explotación material por más de 20 años; era la introducción en nuestra Constitución Política del concepto de la función social de la propiedad, como lo resaltó el ex presidente López Michelsen en la conmemoración del centenario de su natalicio en Chaparral.

Salvó al país de la quiebra de la estabilidad institucional, cuando enfrentó el golpe militar de 10 de julio de 1944 contra el gobierno de Alfonso López Pumarejo y fue apresado por un grupo de oficiales en Pasto, el Maestro Echandía en su calidad de Primer Designado asumió el poder, y se presentó ante la Guarnición de Bogotá para su reconocimiento. Con ese gesto valiente, debeló el golpe militar y obligó a los facciosos a entregarse a las autoridades legítimas.

Más tarde, el 9 de abril de 1948, en medio de los cadáveres y las balas asesinas se presentó al Palacio de San Carlos a conferenciar con el Presidente Ospina Pérez, y fiel a sus convicciones republicanas, resolvió aceptar el ministerio de gobierno para evitar la guerra civil que se cernía sobre el territorio de la Patria.

Aprendió, predicó y enseñó la tolerancia en el debate de las ideas, tolerancia que permite atacar las ideas ajenas sin declararse enemigo acérrimo de quien las postula, que tanta falta hace en la discusión pública de los colombianos. También definió los parámetros éticos del quehacer ciudadano cuando expresó que en política se pueden meter las patas pero no se pueden meter las manos.

De él bien puede decirse que cumplió a rajatabla la sentencia evangélica, según la cual, el que quiera colocarse por encima de los demás que se dedique a servirles.

Hasta hoy el pico más alto de la cordillera de los Andes secularmente nos ha separado de las fértiles tierras del Tolima, pero ahora que la moderna y compleja estructura vial inaugurada, nos unirá para siempre, resulta reconfortante para el espíritu ciudadano que el Túnel lleve el nombre epónimo del Maestro Darío Echandía, por todo lo que representa para la nacionalidad colombiana.

Bogotá 4 de septiembre del año de la cuarentena.

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