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Columnistas  |  16 septiembre de 2020  |  12:01 AM |  Escrito por: Néstor Cuervo L.

REFLEXIONES SOBRE LA VIOLENCIA “NUESTRA”.

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Néstor Cuervo L.

Por Néstor Cuervo L.

Los violentos acontecimientos de los últimos días, motivados por el asesinato público del ciudadano Javier Ordoñez a manos de la policía, en la ciudad de Bogotá, dieron lugar, en todo el país, a una indignada ola de rechazo de amplios sectores de la población. Hubo protestas callejeras en casi la totalidad de capitales de departamento. La respuesta policial fue criminal. ¡Trece muertos a bala¡

Los medios de comunicación en su mayoría destacaron, siguiendo una matriz ideológica muy reiterada, los enfrentamientos de la población con la policía (los Cais quemados o destruidos, las pedreas y los vidrios rotos) calificándolos de “bárbaros”, “terroristas “y “vandálicos”. ¿Y La masacre de los “agentes del orden”?. (¿?). En interrogación. A pesar de las evidencias que circularon por las redes sociales de policías “disparando como locos”.

Todo ello convoca a reflexionar sobre la “naturaleza de la violencia” que se ejerce en nuestro país desde distintos ángulos.

Se reconoce, usualmente, que la violencia se da de distintas maneras. Es cotidiano llamar a las manifestaciones violentas que hemos referido como “violencia objetiva”, es decir, aquella que se expresa a través de una serie de actos visibles, empíricamente constatables, como los descritos arriba. De otra parte, se habla de “violencia simbólica”, referida al lenguaje y sus formas. Se constata en tales posturas una forma limitada de percibirla pues encubre otros tipos de violencia. Y se cae así, fácilmente, en la trampa de justificar una –la policial- en menoscabo de otra –la ciudadana- y viceversa.

Sobre la Violencia. Seis reflexiones marginales (Paidós, 2009) de Slavoj ZizêK, es un buen referente para el análisis y podría ayudarnos a comprender el “ambiente” violento que se respira en nuestro país y la forma de superarlo.

El esloveno, se aparta de la distinción usual y habla de dos formas o dos caras de la “violencia objetiva”: una es la violencia simbólica, encarnada en construcciones discursivas muy usuales hoy, en las redes sociales, la prensa y la TV hegemónica. Esta es, para él, una forma de violencia primaria, que acude al instinto, la manipulación, la mentira e impone un cierto universo de sentido, una forma de ver el mundo, que hace ver el “estado violento de cosas” como normal e insuperable. La otra, es la violencia sistémica, encarnada en el funcionamiento catastrófico y depredador del sistema económico y en las posturas autoritarias, excluyentes, corruptas del sistema político. En la vida real ambas forman un entramado, se alimentan entre sí para sostener “nuestra normalidad” en la medida en que, la simbólica, opera como legitimadora o justificadora de la sistémica, y viceversa.

Cuando en los medios de comunicación aparecen gobernantes, políticos, militares y académicos como adalides de la moral, las buenas costumbres, la ley y el orden; gritando, rasgándose las vestiduras, buscando culpables de la violencia, no ven o no quieren ver la violencia simbólica y sistémica que ocultan, legitiman y hasta defienden, porque sus raíces están ocultas en el oscuro fango de esa “violencia objetiva”.

Cuando ocurren las masacres y son atribuidas a “ajustes de cuentas”, la brutalidad policial a “manzanas podridas”, la quema de Cais y pedreas a “terroristas” y “vándalos” estamos frente a una desafiante actitud de ignorantes sobre el carácter de “nuestra” violencia. Por ello la incompetencia para reconocer que el hambre, la restricción de derechos, de oportunidades laborales, de educación, la alta concentración de la riqueza, el autoritarismo y/o la indiferencia de los gobernantes y el discurso mediático manipulador y mentiroso constituyen el frente a combatir para superar la “violencia objetiva”. Lo demás no va más allá de señalamientos y actitudes patéticas que en lugar de ayudar, retrasa.

 

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