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Columnistas  |  29 octubre de 2020  |  12:00 AM |  Escrito por: Néstor Cuervo L.

POLARIZAR, CONDICIÓN DE LA DERECHA EXTREMA

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Néstor Cuervo L.

Por Néstor Cuervo L.

Los colombianos enfrentaremos, próximamente, una encrucijada electoral clave para la vida política, social y económica de la nación. Ahí se decidirá nuestro futuro por muchos años. Las vías en perspectiva conducen por el camino de seguir como estamos, cambiar para que todo siga igual o introducir transformaciones que generen nuevas condiciones de vida. La tarea no es fácil, la ennegrece un gran nubarrón de prejuicios personales, falsedades circulando en redes sociales y manipulación cotidiana de la opinión pública por medios de comunicación al servicio de mezquinos intereses.

Todo transcurre en medio de una cascada de asesinatos y amenazas a opositores políticos, violación de derechos a los ciudadanos, crisis económica, pandemia y movilizaciones populares. Es necesario, en consecuencia, un esfuerzo reflexivo que permita mostrar la condición humana de los trazadores de los senderos señalados. Empezaremos con la extrema derecha, agrupada en el Centro Democrático y sus aliados incondicionales como el Partido de la U, Cambio Radical, Partido Conservador, Partido liberal, etc.

El uso de la razón, devenida ciencia y tecnología, es quizá uno de los más grandes logros de la cultura occidental. Su impronta es la condición humana moderna y democrática. Su esencia se define por la reflexión crítica, la autonomía moral, la duda y la verificación de los hechos. Contrario a este gran logro de la humanidad está la retórica, que hace sonar la mentira como verdad; la fe fundada en la autoridad, la creación de ídolos mesiánicos e intocables y la manipulación de las emociones. Lodazal en el que se desenvuelven los partidos de la extrema derecha, aquí y en casi todo el mundo.

En nuestro país se ha impuesto, por obra y gracia de la experiencia histórica, una concepción emocional y maniquea-“buenos y malos”- de la política y la vida cotidiana. Se materializó en la Violencia Liberal- Conservadora-1948-1952-.que costó más de 200 mil muertos. Luego, a través de la degradada guerra entre las Farc y el Estado, que se originó con la persecución a 45 familias campesinas liberales que reclamantes de “Tierra, Pan y Paz”. La respuesta: bombas y estigma de “repúblicas independientes” (1962). En 2002 entramos en la fase de la “mano firme” que no fue más allá de poner la fuerza institucional del Estado al servicio del odio personal y el desaforado deseo de poder de un sector de la clase dominante que siempre se ha reclamado como la “elegida” para gobernar.

Y en pleno 2020, ahí vamos, participando de una tragedia creada por otros, pero de la que somos actores. Creyendo y sometidos a un mesías intocable calificado como “presidente eterno” y “gran colombiano” o bautizando calles con su nombre. A la cúspide del cinismo se ha llegado cuando al compararlo con “Dios”, a pesar de toda la evidencia que lo muestra rodeado de delincuentes –traquetos- paramilitares y mafiosos-por todas partes. Entre tanto, sus “buenos muchachos” ejercen una narrativa excluyente que arrincona y silencia a los más vulnerables socialmente con estigmas como “perezosos”, “atenidos”, “brutos” e “ignorantes” o los demoniza como “terroristas”, “comunistas”, “castrochavistas”, etc. Llaman a la población a “votar emberracados” y hacen alianzas, en política internacional, con los sectores más recalcitrantes, negacionistas y reaccionarios del continente y el mundo, como Bolsonaro y D.Trump.

Este sector de la sociedad, con el poder del Estado en sus manos, señala el camino, ya recorrido, de la confrontación, el odio y el sectarismo. Se oponen, tanto en política como en el diario vivir, a los grandes logros históricos de la cultura occidental y moderna: la razón, la autonomía, la democracia y la verificación de los hechos. Los reemplazan por la idolatría, la fe y el estímulo a las emociones más bajas de la especie humana.

Armenia, octubre /2020

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