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Columnistas  |  25 noviembre de 2020  |  12:00 AM |  Escrito por: Gilberto Zaraza

DESGREÑO ADMINISTRATIVO

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Gilberto Zaraza

Gilberto Zaraza Arcila

Desde la elección popular de alcaldes en 1988, en Armenia todos los alcaldes han terminado en la cárcel, suspendidos, destituidos o en líos con la justicia y la procuraduría, por graves hechos de corrupción; salvo los 2 primeros, Fabio Arias y Cesar Hoyos. La mayoría de ellos han tenido un desempeño mediocre, con excepción de Mario Londoño Arcila y David Barros Vélez que hicieron importantes obras de infraestructura vial, los demás pasaron con pena o vergüenza, sin dejar una sola obra para mostrar y sin justificar los elevados salarios devengados.

Los hallazgos fiscales e investigaciones disciplinarias (a pesar de la precariedad e ineficiencia de los organismos de control), dejan en evidencia la negligencia, incompetencia e irresponsabilidad de los mandatarios locales y su gabinete municipal. La omisión en el cumplimiento de sus funciones llega a niveles inconcebibles e imperdonables, como las de dejar prescribir los impuestos por falta de gestión. La de desconocer el monto consolidado de lo recaudado y por cobrar, por falta de conciliaciones bancarias. El no tener un inventario actualizado de bienes muebles e inmuebles. La falta de información confiable sobre el parque automotor del municipio, lo que hace que le suministren combustible a vehículos dados de baja o fuera de servicio.

Si lo anterior ocurre con simples labores rutinarias y de apoyo, lo que ocurre con las tareas misionales que requieren esfuerzo, imaginación y gestión es peor. La falta de compromiso y de sinergia de los funcionarios, así como de seguimiento a los deficientes planes de desarrollo, deja como resultado una ciudad estancada y sin timonel, donde impera el caos y el desorden administrativo.

La falta de autoridad y de gerencia en la administración pública induce a que haya anarquía en la invasión del espacio público y en la movilidad vial. Una malla vial en un estado deplorable. red semafórica en muchos casos no tiene sincronización y está en mal estado. Lo mismo ocurre con las cámaras de seguridad. Los paraderos de buses están descuidados. Hay desaseo en espacios públicos y contaminación de ríos y quebradas. Elevada contaminación ambiental y sonora. Plaza de la Quindianidad frente al CAM es un mercado persa de microtráfico y servicios sexuales. Los parques están abandonados, etc.

Los escenarios emblemáticos como la Plaza de Toros, el Parque de Recreación Popular, la Estación, la Plaza Minorista y el Coliseo del Café, se encuentran abandonados y este ultimo subutilizado. El Mirador de la Secreta y el Centro Comercial del Café inconclusos. Las obras de valorización en un limbo, sin ejecución y desamparadas dos que se iniciaron.

El Cuerpo de Bomberos sin vehículos, sin equipos y sin personal disponible para atender una emergencia de proporciones (que afortunadamente no se ha presentado); porque no se le transfiere la sobretasa bomberil y se destina ilegalmente a otras actividades.

Por falta de gestión antes y durante la pandemia, el desempleo, la indigencia y la inseguridad se incrementaron notablemente. La descomposición social crece sin respuesta oportuna de la administración municipal. Ante la falta de oportunidades los vendedores ambulantes que luchan por su subsistencia proliferan en los andenes y son reprimidos por la fuerza pública. La gran mayoría de desocupados se dedican al microtráfico, la prostitución y la delincuencia común, ante la indiferencia de las autoridades. Los habitantes de la calle, duermen y hacen sus necesidades fisiológicas en andenes y parques, etc.

Por lo anterior, es que los alcaldes de Armenia siempre aparecen en los últimos lugares en las encuestas de medición de su gestión. Mientras los alcaldes de Pereira y Manizales aparecen en los primeros lugares y se destacan por sus ejecutorias que se ven reflejadas en el progreso y desarrollo de esas ciudades, que han dejado a nuestra capital muy rezagada. Porque se rodean de colaboradores con experiencia y conocimiento y comprometen a la clase dirigente política, gremial, académica y cívica para trabajar mancomunadamente. Son ambiciosos y piensan en el crecimiento y la prosperidad. Los alcaldes de Armenia no tienen visión, ni capacidad de convocatoria, ni credibilidad y solo piensan en su mezquinos intereses politiqueros y personales.

Lo preocupante es que ante la ausencia de civismo, de cultura ciudadana y sentido de pertenencia, nadie sale en defensa de la ciudad saqueada inmisericordemente por los inescrupulosos politiqueros corruptos. Triste la suerte de nuestra ciudad y sus habitantes.

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