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Columnistas  |  26 noviembre de 2020  |  12:00 AM |  Escrito por: Aldemar Giraldo

FINALIZÓ EL AÑO ESCOLAR PANDÉMICO

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Aldemar Giraldo

Aldemar Giraldo Hoyos

Si nos atenemos a lo escrito, el 6 de diciembre estarán terminando clases los estudiantes del Eje Cafetero (Calendario A); un poco antes, los aventajados y, en esta fecha, los “colgados”. Un año para olvidar, no sólo por la presentación de la pandemia, sino por la transformación (desbarajuste) del proceso educativo; un caos total envolvió a la educación y el aprendizaje se transformó en un proceso mental salido de los cánones normales.

Los efectos se verán más tarde cuando logremos evaluar resultados y compararlos con logros de épocas, relativamente normales; definitivamente, este bache incidirá en el futuro de nuestros estudiantes y futuros profesionales; la escuela se convirtió en otra institución, totalmente desconocida, a la cual sólo tuvieron “entrada” aquellos con acceso a la tecnología; los otros no existieron para el Sistema Educativo y desaparecieron de las estadísticas del Ministerio de Educación, a pesar del discurso demagógico en los medios de comunicación. Los jardines del ICBF no pudieron abrir sus puertas y los niños de este grupo etario deambularon de casa en casa o permanecieron encerrados como fieras de zoológicos particulares para que sus madres pudiesen arañar un poco de la economía del sufrimiento que les entrega la injusta sociedad, mientras los reproductores hacen caso omiso de su paternidad, bebiendo cerveza o revolcándose en la cama de sol a sol.

No soy capaz de decir qué aprendieron nuestros niños, fuera del cambio tan brutal, el encierro continuado, el letargo y el cansancio frente a las pantallas; oían retumbar voces metálicas que no se parecían a las de sus maestros, a la vez que hacían ingentes esfuerzos para aislarse del ruido del hogar, a veces, colmado de rumores, discusiones, gritos, música altisonante; otras, con discursos parecidos en las pantallas de los hermanos mayores o en el traqueteo de la oficina virtual de los progenitores. Me inclino reverente ante los niños que aprendieron alguna cosa o crecieron como personas en esta escuela virtual.

Pero, abrazo con todo mi corazón a aquellos niños que sólo vivieron la pandemia, alejados de sus compañeritos, recordando una escuela en donde compartían la pobreza y el mendrugo de pan en el restaurante escolar; aquellos que se asoman a la ventana pensando en que el mundo de afuera es mejor; me refiero a aquellas criaturas que no tuvieron escuela virtual, pues en su hogar es más importante el pan diario que un celular y su sufrimiento es real y no virtual. Quedamos endeudados con ellos y no les podemos pagar con muñecos baratos en navidad; ya es hora de cambiar el discurso politiquero de mierda. Como decía mi abuela: “Mucho dinero y poca educación, es la peor combinación.”

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