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Columnistas  |  30 noviembre de 2020  |  12:00 AM |  Escrito por: Carlos Alberto Agudelo Arcila

ELEGÍA PARA BELCEBÚ

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Carlos Alberto Agudelo Arcila

Carlos Alberto Agudelo Arcila

A veces le llevamos la contraria a belcebú. Cometemos el pecado de la búsqueda de no sé cuál Dios. Nos extasiamos con la brizna en el paraje mientras el mundo a diario se marchita. Somos fantoches. Caemos en la mansedumbre como un paso más en la escalera que conduce al reino celestial. Fanfarrones al buscar una salvación. Salvación que solo está en el fuego eterno. Festejemos el camino que lleva a la devastación. Exteriorizar desde nuestra sangre el abismo del abismo. spiremos llegar al dominio de la penumbra. Amaos los unos a los otros, dijo alguien incapaz de entender lo imposible del bien. Jesús, quien vino a sacrificarse por todas las naciones mientras Él mismo no entendía de fronteras ni de lenguas terrenales.

A veces le llevamos la contraria a Belcebú. Irresponsables con pensamientos a todas luces llenos de amor. Amor a la inversa que nos corresponde practicar. Amor insubstancial. Amor esquizofrénico. Amor que se diluye cuando nos miramos en lo profundo de nosotros mismos, donde flota el barrizal que somos. Pececillos de soberbia, avaricia, lujuria, ira, gula, pereza, envidia, siete pecados capitales que debemos amar. Se lee en los evangelios que proclama nuestro idolatrado ángel de las tinieblas. Olfatear transversales y círculos con olor a polvo que deja en el camino al cementerio la muerte. Venerado Belcebú que desmenuzas la noche en la noche de los murciélagos además de sucesos que aterrorizan. Gloria que apesta y da alegría a nuestros sentidos.

A veces le llevamos la contraria a Belcebú. Perdónanos porque sabemos de nuestras ofensas contra tu naturaleza maligna. Digna de venerar. Necesaria de vivir con odio. Nos aseguras que hoy no estaremos contigo. Sabio proceder, digno de festejos. No iremos hacia ti porque tú estás en nuestra alma. En nuestro vegetar. Mujer jamás me tendrás porque no soy tu hijo. Las llamas son mi madre, mi padre. A ellas me debo. En ellas me renuevo. Por ellas me fortalezco. Llamas de mis llamas. Esencia de mi entendimiento. Lanzo a la humanidad por la animadversión que le tengo mi verbo eres de nada. La protejo del bien que ronda. Jamás serás abandonado porque tú eres todopoderoso sin nadie más allá de las alturas. Eres amo. Eres señor terrenal sin quien te juzgue. Sin ninguno que te ampare porque ocurres etéreo. Sustantivo de lo inasequible. De cuanto no es. De ningún modo te da sed ya que tu lengua con tentáculos incalculables lame océanos de insensibilidad, la que aviva. Aún no hay nada cumplido. Sigues por campos y ciudades haciendo de las tuyas. Señor insolidario. Lumbre que volatiliza el mundo. No encomiendas tu espíritu a ningún amo. Floreces en ansia desalmada. Profanidad que necesitamos. No levantas tu iris a ninguna deidad. Representación destructora que idolatramos.

A veces le llevamos la contraria a Belcebú. Tus ojos relumbran el tiempo de los tiempos perdidos. Estás en todas partes, en el piélago y en las alturas. Eres amoral. No te sacrificas y sacrificas. Belcebú de mis entrañas. Entrañas luciferinas que nos convierte en vomito donde se observa la purulencia de nuestros actos. Belcebú deseado. Babaza de niebla. Belcebú. Niebla del trajín que eres. Belcebú epicentro de la quimera. Belcebú que no necesita del canto del gallo ni de judas ahorcado. Las treinta monedas son tu principio donde se multiplica tu avaricia. No requieres templos. Tu deshonestidad ronda la noche de los espectros. Esquivas los lugares donde se rinde culto a no sabes qué. Vas de sitio en sitio y atrapas cuanto deseas con solo batir tus garras que despiden perversidad.

A veces le llevamos la contraria a Belcebú. No somos dignos de ti. Ten piedad por nuestras virtudes. Ayúdanos a no huir de tus desgracias, abre tus zarpas a nuestras vilezas. Llévanos hasta tu hogar. Padre nuestro que no estás en los cielos, excomulgado seas, no nos des el pan que cada día necesitamos, perdónanos nuestras castidades, ayúdanos a no perdonar a quienes nos ofenden, déjanos caer en la tentación. No amén.

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