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Columnistas  |  03 diciembre de 2020  |  12:59 AM |  Escrito por: Aldemar Giraldo

BURROS CARGADOS DE ORO

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Aldemar Giraldo

Aldemar Giraldo Hoyos

El 30 de septiembre de 2020 murió Joaquín Salvador Lavado, historietista y humorista gráfico argentino, más conocido como Quino; creó un personaje icónico y perenne, llamado Mafalda, amante de los Beatles, la democracia, los derechos de los niños y la paz, y detractora de la sopa, la guerra y James Bond; a pesar de la huella que dejó en la cultura mundial, su sepelio fue silencioso, sin ruidos, sin pompa y sin escándalos. El gobierno argentino decretó un día de luto y hoy solo lo lloran Mafalda, Manolito, Susanita, Felipe y los personajes con los que el dibujante argentino dio la vuelta al mundo a lo largo de casi seis décadas.

Otro argentino emprendió el viaje sin regreso el 25 de noviembre del presente año; se trata de Diego Armando Maradona; ese día tembló el mundo, los noticieros mojaron páginas con lágrimas y declaraciones; el sol se ocultó antes de tiempo; los seguidores entraron en shock; hubo manifestaciones violentas en Buenos Aires y en Tigre; aparecieron más hijos que los que había engendrado y le echaron la culpa a Dios de la muerte del astro futbolero. Su médico personal y su siquiatra se convirtieron en sospechosos. Los comentaristas deportivos sentaron cátedra sobre tanatología y medicina forense; partieron la historia del mundo en dos momentos: antes de la muerte de Diego y después de la muerte de Pelusa.

Atrás quedaron los escándalos provocados por Diego Armando; sus excesos, sus vicios, sus despilfarros, su violencia intrafamiliar, sus amenazas, sus desplantes, sus burlas, sus incumplimientos, su megalomanía y desfachatez. Todo lo tapa su muerte y la gran habilidad para mover la pelota. Murió como un héroe, ya que se convirtió en fábrica de billetes para sus clubes y apoderados. No tenía admiradores, sino adoradores, quienes crearon una iglesia para rendirle culto y endiosarlo ilimitadamente.

Recuerdo en mi pueblo a un campesino a quien se le murió la mejor vaca, lechera por excelencia; alcanzó a pensar en enterrarla con las tetas descubiertas, hacia afuera, creyendo que el cadáver seguiría produciendo leche durante un largo tiempo; un vecino logró quitarle de la cabeza su sueño lechero. Después de muerto, Maradona seguirá dando leche para los mercachifles y comerciantes; la réplica de su camiseta se vende como arroz y el número 10 será sagrado y propio para rememorar a los dioses del Olimpo. Con tristeza veo que la academia y el esfuerzo intelectual no dan los frutos esperados, no provocan movilidad social ni realización de sueños; es mejor ser bruto, ignorante y saber patear un balón con destreza; así llegará la fama, el dinero y el reconocimiento; abundarán las medallas, las estatuas, los aplausos y cuando se muere se tiene la certeza de que habrá varios días de duelo con flores en la casa presidencial. El muerto seguirá vivo y dará leche por todas las tetas. Como decía mi abuela: “Qué dicha tener un “fulbolista” profesional para vivir como una “dotora”.

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