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Columnistas  |  04 diciembre de 2020  |  12:01 AM |  Escrito por: James Padilla Motoa

CUANDO EL FÚTBOL ERA FÚTBOL

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James Padilla Motoa

Por James Padilla Mottoa

En otro tiempo, cuando el fútbol era fútbol, este deporte tan atrayente se jugaba con 17 reglas que eran prácticamente inmodificables y todos las conocíamos o por lo menos así lo creíamos.

Recuerdo que nos decían entonces que se trataba de un juego, supuestamente inventado por los ingleses y que por esa causa se habían arrogado los países del Reino Unido la potestad de legislar sobre él, mediante un comité llamado la International Board, conformado por representantes de esos países y que de vez en cuando se reunían para beberse unos tragos, quedarse dormidos y despedirse luego sin echarle siquiera una mirada a esas leyes del juego. Esto para exagerar un poco lo que era un deporte sin variaciones en su reglamento y por lo tanto, calificado como muy poco dinámico.

Para muchos de nosotros fue siempre así; lo vivimos, lo jugamos y nos divertimos con él, dentro de esas reglas conocidas.

Fue sólo antes del campeonato mundial de México 70, en el Congreso de Guadalajara en 1969, cuando se aprobó por los legisladores la más audaz modificación conocida hasta entonces en la época moderna: fue la introducción de las tarjetas amarilla y roja para determinar amonestaciones y expulsiones. Antes de eso, el árbitro, con un ademán solamente, le indicaba al jugador si era amonestado o expulsado, lo cual creaba confusión para el afectado, sus compañeros y los espectadores. Por eso la modificación entró en la lógica dictada por la necesidad en el desarrollo de un partido y contó con la aprobación de todo el mundo.

Y fue nada más... Muchos años sin otros cambios; más reuniones, más copitas y más sueños de los ancianos encargados de revisar las leyes del fútbol. Hasta que nos trasladamos al nuevo milenio y los de FIFA decidieron metérsele en el rancho a los responsables de hurgar en el reglamento para adaptarlo a la evidente necesidad de dotar al fútbol de unas cuantas herramientas para facilitar su ejecución, juzgamiento y concepción por parte de los aficionados.

Pero sinceramente creo que se propasaron: al quitarle el concepto de la intencionalidad a las manos, dentro y fuera del área, han pretendido lo inconcebible en la dinámica del jugador. Porque es absolutamente imposible que alguien pueda saltar, correr, adoptar una posición de juego, sin abrir los brazos. Han comenzado a calificar como antinatural lo que es totalmente natural: abrir los brazos para cabecear, brazos en balanceo para correr, etc.

Como si fuera poco, en materia de faltas decidieron negar la inercia en el movimiento, cuando un oponente va a la disputa del balón y resulta superado en velocidad e indefectiblemente va a chocar con el contrario, poniendo el pie sobre su humanidad. Sencillamente esta interpretación arrasa con el principio físico de la inercia y obliga a expulsiones que atentan contra el mismo espectáculo.

Todo lo anterior, sumado al doble arbitraje del Var, nos está llevando a un deterioro del fútbol, distanciándolo de ese que conocimos y que era motivo de una atracción de multitudes.

Las quejas, los reclamos y las observaciones que diariamente se vienen haciendo sobre ese particular, ha motivado una inminente reunión de los legisladores para hacer una revisión a estas últimas normas que han llenado de inconformismo y confusión el ambiente que rodea a nuestro deporte favorito.

Quedamos a la espera de una rectificación de los sabios de ahora, menos viejos quizá, pero de una torpeza inimaginable.

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