Por: Elizabeth Pérez Pérez

Engavetada en la carpeta etiquetada como ‘Feminismo’, las mujeres vuelven a ser señaladas como las únicas responsables de un hecho en el que participan también los hombres, por lo menos en su forma tradicional de ocurrencia: la gestación y procreación de la vida humana. Por obra y gracia de ese rótulo, los hombres quedan exentos de cualquier responsabilidad frente a la interrupción del embarazo.

El aborto, una polémica alternativa para solucionar los embarazos no deseados, deja así, pues, a la mujer, con el peso de una decisión que involucra también a los hombres, a los que exhorto a pensar, a reflexionar sobre esto. Si en verdad no quieren ser padres, y la mujer tampoco desea ser madre, una opción más equitativa es que ambos se protejan para evitar la gestación de un nuevo ser humano.

Sin embargo, resulta que cuando se da ese milagro de vida, y deciden no asumir la responsabilidad que se les vino encima, entonces la más fácil es abortar. Una compleja decisión para la mujer, porque esto afecta no solo su cuerpo, sino su psiquis y su espíritu.

Así y todo, si ocurre un aborto, la única penalizada es la mujer, tanto en el ámbito jurídico como social y cultural.

Bajo esta concepción patriarcal del problema, nos convencieron a las mujeres de ser las únicas responsables del embarazo, y, por lo tanto, las únicas que debemos a toda costa evitarlo, o desecharlo, -aunque a veces ellas quieran ser madres-, pero los progenitores hombres de esa criatura que se abre paso para llegar a este mundo le dicen “no lo quiero. Tú verás que haces”, y ella, ante la presión, opta por el aborto.

Prefiero pensar que así no es el asunto. Que tanto la gestación como su interrupción, por la causa que se quiera endilgarle, debe ser consensuada entre los dos progenitores. Por lo menos para el caso de un embarazo ‘tradicional’. Porque es válido recordar que ya es posible traer hijos al mundo de diversas maneras: gestación ‘in vitro’; vientres alquilados y hasta ‘por pedido’, una modalidad espeluznante para la especie humana, donde ya es posible ‘encargar’ hijos con las especificaciones y características que se desee, como si de un artículo u objeto se tratara.

Esas ‘fábricas de niños’ ya existen, y son un reto bioético para la humanidad, que así estaría abriendo de par en par la puerta del nazismo puro, donde no cabrían seres humanos con defectos, como tanto lo soñó Adolfo Hitler, un macabro plan al que la humanidad asistió horrorizada, y prometió no repetir nunca jamás.

Así que, hombres, les reitero el exhorto de este escrito: su derecho a la paternidad también los hace responsables de los abortos. Ojalá no terminen siendo solo proveedores de semen para esos bancos genéticos que custodian su ‘orgullo viril’, y a los que llegan las mujeres solas que sí quieren ser mamás, a escoger ‘el padre’ para su hijo, sin que ustedes participen ni siquiera en el acto más sencillo y humano: el amor.