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Cultura  |  18 enero de 2021  |  07:14 AM |  Escrito por: Edición web

Recordando a Roberto Mancini

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Nota de la redacción: El cantante argentino Roberto Mancini, cuya voz ha estado presente en la memoria y nostalgia de la Armenia tanguera, falleció el 19 de enero de 2018 en Buenos Aires. Por tal motivo, ante su aniversario, El Quindiano reproduce en tres partes una crónica de largo aliento escrita por nuestro colaborador, el músico y cronista Libaniel Marulanda.

Segunda parte

Roberto Mancini y nuestro desenrollar del carretel

Por Libaniel Marulanda

Cuando se alcanza la edad en que tenemos más amigos en los cementerios que en los bares, la memoria es tan imperturbable como los fijadores y el papel fotográfico de los años veinte. La historia que me contó Mercedes, uno de tantos días en que el boliche de Teusaquillo estaba desolado, parecía una novela de Félix B. Caignet o de Corín Tellado. Transcribamos el relato al lenguaje actual y digamos que Roberto le echó los perros a la sardina rica, bella e inaccesible. La historia y trayectoria de nuestro personaje nos demuestra que ha sido disciplinado, persistente y afortunado. Eso pasó y la princesa de nuestra historia, ¡cataplum!, cayó en la urdimbre melodiosa del cantor de Buenos Aires. Y se casaron, fueron felices, pero no en términos absolutos porque lo hicieron a escondidas, en una pequeña iglesia pobre de Cali.

Si la ignorancia es atrevida, qué no decir de Los del Tango, cuando aquella noche de audición incurrimos en el descaro de interpretar impunemente: “Viene serpenteando la quebrada, la pastora, su majada y su tarararará…” ¿Qué tal la osadía? Sé que, incluso hoy, primero de marzo de 2012, Mancini se rehusaría a contarme lo que pensaría de nosotros aquella vez. Terminada la audición, el cantor se acercó a nosotros, sonriente nos felicitó y, de manera discreta nos dijo, a Daniel Díaz y a mí, que habláramos aparte, luego de que empacáramos los instrumentos. Me consta que en una tarima los músicos desarrollamos una intuición que tiene más de telepatía que de otra cosa. Héctor Buitrago es uno de los tres amigos más nobles y transparentes que he tenido. No habíamos bajado aún del escenario cuando nos sorprendió con sus palabras.

Aunque un cantante haya egresado del mismísimo coro celestial de ángeles y querubines, siempre expondrá el estigma de donjuán, bohemio, gocetas, flojo y frívolo. Así que, señor lector, trasládese al Cali de 1964, métase en la piel de Don Bernardo Tobón de la Roche e imagínese cómo pensó y obró el próspero radialista ante el presunto rapto de Mercedes, perpetrado por un cantante argentino. Cuenta Mercedes que el DAS, el F-2 de la Policía y otras autoridades los buscaron con desespero. El segundo capítulo de la historia de amor y fuga trae la continuación de la gira de la orquesta de Alfredo De Ángelis, que ahora se encamina a Ecuador. En Guayaquil, nuestro galán decide retirarse de la agrupación y regresa a Bogotá, donde vive y actúa como empresario otro reconocido cantante argentino: Raúl Iriarte. Ahora Roberto Mancini es solista.

Premonitorio, generoso y sincero, Héctor nos dijo: “Creo que Mancini les propondrá algún arreglo a ustedes dos; de ser así no rechacen la oferta. Por Leonel y por mí no se preocupen porque su trabajo aquí será una experiencia que terminará por beneficiarnos a todos”. Dicho y hecho; regresamos donde Roberto: “Muchachones —nos dijo—, me parece muy loable que tengan armado su grupo. Si están de acuerdo pueden tocar aquí y acompañarme de lunes a sábado. Como pueden ver, este restaurante tiene poca clientela y por esa razón solo les puedo pagar aquellos días cuando haya gente. De todas maneras, aquí tendrán el morfi, ensayaremos todos los días y poco a poco montaremos mi repertorio. Comprendo que ustedes son amigos, han estado unidos pero entiendan que “soy cantante y sus dos compañeros también y yo no puedo tener competencia”.

El 15 de septiembre venidero el cantor arribará a los 74 años, 56 a bordo del gotán. Mariposa fue su epifanía vocal con Miguel Caló, a los 17. El hijo de doña María Esther Mancini y don Mario Brandy, ganó un concurso y un contrato en Radio Argentina cuando tenía 14. Su mamá estudiaba piano y solía tocar a cuatro manos con Roberto Goyeneche, el tío del “Polaco”.

Estudió canto con Eduardo Bonessi, profesor de Carlos Gardel, Alberto Marino, Nelly Vásquez y Oscar Larroca. Presumimos que Volvió una noche, un CD con trece temas, de 2003, será su epilogo fonográfico. Desenrollar el carretel de un artista que ha sido cantante, compositor, guitarrista, actor de cine, productor, empresario, cronista, locutor y el mejor amigo de sus amigos es un asunto serio, de dimensiones bibliográficas.¡Cuánto quisiera ponerle el cascabel al gato!

Daniel y yo logramos acoplarnos al repertorio de Roberto. Unos meses después cierta noche lo oímos hablar con Duván Rojas, dueño del teatro Bolívar de Armenia. La conversación fue memorable: ante la propuesta de cantar en el Festival del tango de 1978, el cantor aceptó y, más que la guita, su exigencia fue que nosotros lo acompañáramos. Se imaginan ustedes ¿cuánto significa para un aprendiz de tango acompañar a un ídolo y, de encima, hacerlo en su tierra natal? El Festival, que incluía el plantel de músicos y cantores de la Casa Gardeliana de Medellín, terminó por aceptar la condición. Nos alojamos en el hotel Maitamá, pisamos el escenario del teatro Bolívar… todo un cuento de hadas; este es nuestro inolvidable carretel. Roberto se enfermó de las cuerdas vocales y regresó a Argentina. Desde 1980, nos llamamos “Los Muchachos de Antes”.

Continuará…

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