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Columnistas  |  28 enero de 2021  |  12:00 AM |  Escrito por: Juan Fernández Cerón

QUE LA ACADEMIA SE UNTE DE PUEBLO

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Juan Fernández Cerón

Una exalumna y maestra actual, me aborda y me pregunta.

Conocedora de su calidad en el ámbito educativo y pedagógico como maestro, en escuelas formadoras de maestros: Normales superiores y Universidades, para ser maestro, hacer escuela y formar maestros coherentes y pertinentes, con su pedagogía para aprender, aprehender, desaprender y reaprender con filosofía de vida, para la vida y la experiencia, sin dictar clases, ni evaluar, que nos sorprendió y dio excelentes resultados y cambios, me diga:

¿Por qué llegó a la profesión?

Se dice que el maestro llega por accidente, puede ser, mi vocación nació en el ejercicio social, antes llamado alfabetización, para graduarme como bachiller, me di cuenta que enseñar a leer, a escribir y pensar al que no sabe, es una labor social, política y transformadora, que tal vez no la tienen o no la practican otras profesiones. Allí, y en las selvas de Nariño, nace el ser maestro y hacer escuela en mí, no me denomino maestro, sino constructor de seres humanos.

¿Cómo para académico del MEN que actuó, como califica el proceso de acreditación?

La acreditación, tal como lo propone el MEN, con un criterio de evaluación, para evidenciar progresos pedagógicos e investigativos en las normales, tiene un sentido claro, de la razón de ser de las normales, como formadoras de maestro que estén acordes con la actualidad científica y pedagógica. Su principal finalidad es pasar de ser portadores, repetidores de saberes a productores de saber pedagógico. Las prácticas pedagógicas deben desbordar el ámbito de las áreas y las aulas, y encausarlas hacia lo social, lo productivo, lo artístico, el rescate de identidad, tanto pedagógica como étnica, desarrollo de pensamiento crítico, creativo y complejo, para llegar a la sistematización de la misma práctica y recuperar la experiencia, problematizar, la experiencia; conceptualizar y fundamentar, la experiencia; contextualizar, la experiencia con actitud y sentido humano integral, diverso, transversal con tendencia al cambio, es decir, pasar de la práctica a la experiencia centrada en la razonabilidad. Todo maestro debe ser investigador y maestro, sin separar la una de la otra, ser constructor y escribir su experiencia pedagógica y actuar con ella.

En esta turbulencia que vive la educación en general y en la que nuestras escuelas normales, se debaten, entre el pasado, que ya no es, y el futuro, que exige talentos, al que parece renunciar a imaginarse el cambio que se necesita.

La acreditación constituye un intento por explicar por qué han fracasado las reformas y que elementos podrían tomarse en cuenta para el reencauzamiento, la reconfiguración y reorganización de cambio de nuestras instituciones. Pero también pretender ser una reconstrucción optimista, sobre la posibilidad de transformarnos. Tomando prestada una frase de Enrique Krauze, podría decirse que a nosotros los maestros normalistas (y a quienes no lo son), la historia nos condena a la perplejidad, pero no a la impotencia.

¿Qué opina de las reformas educativas?

A la reforma actual le queda mucho por hacer al respecto, por una parte, definir el tipo de profesional directivo o docente que se requiere para la formación de maestros de educación básica y, por la otra, tal vez algo más difícil de lograr, a detectar las necesidades profesionales de su planta académica y diseñar un programa de selección profundo y de largo plazo, que responda a los requerimientos de nuestra época, de nuestro contexto, y, que los prepare para asumir los cambios a que estaremos sujetos en el futuro; además de establecer un sistema de selección que incorpore a los mejores elementos a las escuelas normales, dentro de esquemas flexibles y académicamente estimulantes. Pero este proceso no puede sustentarse solo en el raciocinio, el entusiasmo individual y en el voluntarismo, que es válido, sino en la acción, en el actuar, en la creación; que debe existir una convocatoria creíble para llevarlo a cabo, con el apoyo financiero suficiente, una capacitación pedagógica y filosófica rigurosa, un laboratorio pedagógico, reflexión crítica, una cuidadosa organización y un seguimiento de su aplicación, actuación y producción dentro de un contexto, que oriente la toma de decisiones reales e impulsar las acciones y cambios que sean necesarias en un entorno de convivencia social.

¿Qué escuela y maestro necesita la educación hoy?

La escuela tiene que ser una dia-logos filosófico, pedagógico y científico. Este proceso pedagógico del dia-logos, es practicar el ejercicio de expresar y trabajar e interactuar con nuestras ideas, que ejerciten al maestro en formación en el cuestionamiento, la reflexión, la contextualización, la argumentación, la fundamentación, el sentido crítico; proceso dia-lógico que bien dirigido, con flexibilidad e imaginación, sin caer en la yuxtaposición de palabras e ideas, porque sería un fracaso, sino, en el preguntarle a la pregunta con sentido colectivo que las problematice. Este interactuar o polifonía de voces, demuestra que se aprendió a leer y escribir un texto y un contexto, aceptar la corrección entre pares, a preguntarle a la misma pregunta desde los distintos contextos donde se actúa.

El aprender, aprehender, desaprender y reaprender con filosofía de vida, para la vida y la experiencia actuante desde la experiencia, es compartir, donde todos son maestros y estudiantes investigadores críticos.

El valor de educar pedagógicamente, desde la perspectiva de actitud filosófica, donde enseñar y aprender se confunden en una sola actividad productiva, creativa y compleja para llegar a comprender la distinción entre pensamiento ordinario y pensamiento reflexivo, crítico, como el pensamiento que es consciente de las causas y consecuencias, lo que supone liberarnos de la rigidez intelectual, para abrirnos paso a una libertad intelectual, es decir, los efectos que producen en nuestra práctica en el mundo y en mi mundo. Para ello hay que iniciar desde grado cero, el hábito de pensar, la actitud filosófica, el enseñar a los niños a pensar por sí mismos, para tener sociedades críticas con sentido de vida, amor y democracia.

En este momento, donde la escuela sufre y busca cambios necesarios con una aplicación pedagógica de los medios tecnológico, el sentido de autoevaluación como proceso de aprendizaje social, de compromiso, de confianza en sí mismos, de voluntad y amor, que eduque al ser social y para el cambio como persona, comunidad, como región, que actúa y realiza reorganización, transformación. Recordemos que evaluar con el significado de sanción o aceptación, no forma, sólo repite contenidos descontextualizados y ajenos. En la cotidianidad no hay calificaciones, se es bueno o se es malo desde nuestro actuar creativo. Es el momento que la academia se unte de pueblo, que las secretarias de educación, que poco hacen por la educación y menos por la pedagogía, presenten un currículo municipal, departamental que ponga en contexto, la crisis o necesidades de cada medio, para que la escuela responda y presente los cambios que transfiguren, transformen, como se hizo en las, actividades de trabajo que realizamos. La semilla se sembró y la cosecha fue productiva.

Con mucho gusto te comparto mi texto de reflexión, “Pedagogía y filosofía senderos de un pueblo”, sin dictar clases, sin explicaciones, ni evaluación. Allí, está sistematizada toda la experiencia, donde aparecen los comentarios, cambios personales, familiares y comunitarios logrados, como producto del trabajo

Gracias maestro.

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