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Editorial  |  05 febrero de 2021  |  12:00 AM

Regreso a las aulas, responsabilidad de todos

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En virtualidad, como se tenía previsto y por efectos de la pandemia, iniciaron clases los estudiantes en las diferentes instituciones educativas de Armenia y del departamento del Quindío, al igual que en la mayoría de regiones del país de calendario A.

No obstante y aún en medio de una pandemia que persiste en todo el país bajo la esperanza de una pronta aplicación de la vacuna contra el virus, muchos de los planteles educativos tanto privados como públicos se preparan para el retorno a las aulas de clases, es decir a la presencialidad. Para tal fin deben cumplir todos los protocolos de bioseguridad exigidos por el Ministerio de Salud que es, en últimas, sobre quien pesa la responsabilidad del regreso de los estudiantes a su segundo hogar, al lugar en donde el compartir con los compañeros y compañeras de estudio hace parte del desarrollo de su niñez y adolescencia, de sus salud mental, proceso que abruptamente entró en receso desde marzo de 2020 por cuenta del Coronavirus.

En el Quindío, la gobernación y la alcaldía de Armenia han puesto en marcha comités encargados de los programas de alternancia educativa que junto con los rectores de las instituciones educativas adecuan los colegios para el regreso gradual y seguro de los estudiantes a las aulas de clase, hecho que se puede dar siempre y cuando se garantice el cuidado, el bienestar de los niños y niñas, al igual que el de los docentes. Pero principalmente se debe contar con el visto bueno del padre de familia que es quien decide el retorno de su hijo al ambiente escolar.

Los docentes de esta parte del país, y nos imaginamos que de toda Colombia, al igual que el año pasado desde cuando se vieron en la obligación de la virtualidad, se las ingenian para estar conectados con sus estudiantes. En algunas instituciones de Armenia se han dividido los estudiantes en tres tipos: Tipo 1, que posee computador, celular e internet es decir que no tiene problemas de conectividad; tipo 2, que solo tiene celular y se conecta a través de WhatsApp y en muchos casos un solo celular que comparte con sus tres o cuatro hermanos que también estudian y con el papá o la mamá que muchas veces se lo tienen que llevar para el trabajo: y tipo 3, los estudiantes que no tienen absolutamente ninguna conectividad a quienes los profesores, como ya lo dije se las ingenian y preparan guías de cada área del conocimiento, talleres que dejan en físico en las sedes de las instituciones para que el acudiente del estudiante los reclame, los resuelva y de nuevo los lleve al colegio.

Penosa la situación para una gran mayoría de estudiantes de primaria, básica y media. Penosa la situación para muchos padres de familia que incluso la pandemia les arrebató el empleo y con ello el sueño y la tranquilidad, los dejó sin recursos para atender en sus hijos el sagrado derecho a la educación. En Colombia de acuerdo con la última estadística un 66% de los estudiantes no tiene ningún tipo de conectividad. El en Quindío y en Armenia no somos ajenos a esta realidad.

Si bien es cierto que la pandemia deja muchos aprendizajes en los maestros y en muchos estudiantes en el área de la tecnología de la información y la comunicación, no es menos cierto que la calidad de la educación se ha venido a menos. Y se ha venido a menos porque son miles los estudiantes en condiciones de desigualdad para obtener el debido conocimiento.

No se puede desconocer igualmente que el encierro es el peor enemigo de los niños, niñas, jóvenes incluso de los adultos y adultos mayores. El ser humano por naturaleza es un ser sociable, y ese encierro que obligatoriamente han soportado nuestros estudiantes, nuestros hijos, y que está a punto de cumplir un año, es decir doce meses, 365 días, es mortal para la salud de nuestro niños y jóvenes y por añadidura para su educación.

Es de abonar el esfuerzo que hacen por esta época nuestros gobernantes tratando de proveer a estudiantes de los elementos tecnológicos y a los colegios de los elementos necesarios para que se dé la llamada alternancia, el retorno gradual de los estudiantes a los colegios. Esfuerzo que se queda corto si no se tienen los recursos necesarios para ese feliz regreso. La pandemia le enrostro a los gobernantes que el internet y los equipos tecnológicos solo están en sus promesas de campaña. No hay que olvidar, asimismo, que los maestros tienen que poner sus computadores y celulares personales al servicio de un Estado que siempre ha menospreciado la educación de sus conciudadanos. “La educación es la cenicienta en Colombia”, hay que rescatar esta triste verdad.

Tiene razón Fecode y el Suteq al exigir las condiciones, las garantías para el regreso a las aulas de estudiantes y de docentes. Los baños, las baterías sanitarias de las instituciones educativas de Armenia y el Quindío en una gran proporción dan más que asco vergüenza eso nadie lo puede desmentir y fue denunciado por el propio Suteq. Lastimosamente tuvo que llegar el señor Coronavirus a cambiar las condiciones higiénicas de los colegios. Y tienen razón Fecode y Suteq porque el virus, como dice la publicidad de la presidencia de la República, “no se ha ido sigue ahí” como un fantasma que ataca en silencio, sin piedad, sin respetar género, raza, religión, política, pobreza o riqueza.

En todo caso, el Estado debe velar porque se cumplan verdaderamente los protocolos de bioseguridad en los planteles educativos, es necesario el regreso de los estudiantes a las aulas, a su ambiente, a su hábitat, a su segundo hogar. Eso sí, el Ministerio de Salud debe estar atento que se cumpla con todas las normas, debe proteger a la comunidad educativa que incluye además a las familias de los estudiantes.

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