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Ciencia Y Tecnología  |  17 diciembre de 2017  |  09:24 AM |  Escrito por: Edición web

Cementerio de los libros (6)

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Por Ilda Baoth

El Más Cruel De Los Suplicios

Luz Dary Salazar

Poesía. Diseño e impresión: Falcon Impresores. Quimbaya, Quindío. Marzo de 2006. Ilustración de carátula, Ángela María Cuartas Ocampo. 104 páginas.

Me agrada resaltar desde este cementerio bibliográfico, todas aquellas obras que por tantos motivos parecen muertas. O lo están a nivel de reseñas y comentarios publicados en periódicos y revistas. Libros olvidados o conocidos solo por quienes son cercanos al autor. Libros que circularon entre un público reducido y nunca más se volvió a saber de ellos pero que hacen parte de la historia regional, cualquiera que sea su calidad. Y si debo visibilizar una mujer mucho mejor para mí, como lectora que subraya, toma notas, reflexiona y trata siempre de hallar lo mejor en cualquier libro que acompaña mis días campestres. Este poemario de la profesora y poeta de Quimbaya, Luz Dary Salazar, inicia con varias páginas en prosa relatando de manera melodramática un secuestro. Luego los poemas, sencillos, sin alardes metafóricos, con palabras elementales que describen su rutina laboral o familiar, sus temores físicos como en los poemas Pesadilla y Odontología, las angustias normales de una mujer sensible, capaz de estremecerse con las noticias diarias o las diarias bellezas de cuanto la rodea. Poemas breves, emociones femeninas, observaciones que se hacen en verso libre. Hay un extraño y ambiguo poema, entre erótico y sentmental, Rosa de los vientos, que me parece de tema lésbico y pedofílico, el más extenso del libro. Tal vez no lo entendí… En poesía y novela, el Quindío ha sido muy enclosetado. Dos poemas a Quimbaya. No volví a saber nada de otra gran mujer poeta representativa de este pueblo quindiano, Márgel Londoño, con quien dialogamos muchas veces en el encuentro de mujeres poetas de Roldanillo. Hubiera querido compartir aquí uno de los poemas de Luz Dary, pero la escritora no permite la divulgación parcial de los textos, sin su autorización.

 

Ráfagas De Viento

Gustavo Páez Escobar

Novela. Diagramación e impresión Editorial Códice Ltda. Bogotá, 2007. Prólogo y contracarátula del fallecido novelista Fernando Soto Aparicio. 240 páginas.

Sin haber nacido en esta región, Gustavo Páez es uno de sus escritores más reconocidos, más llenos de amor por la gente y los lugares, por la historia y la literatura del Quindío. Su extensa producción en cuento, ensayo y novela así lo ratifica. Sigue escribiendo en periódicos capitalinos y de provincia. Gustavo vivió algún tiempo en la selva, donde conoció al médico y guerrillero Tulio Bayer al cual convierte en protagonista de la novela. Con prosa depurada, tamizada palabra por palabra y párrafo tras párrafo en una vigorosa secuencia de capítulos breves, descriptivos retratos no solo de la selva sino del carácter y la personalidad, de los ideales sociopolíticos del conocido personaje colombiano, Páez Escobar nos conduce por rincones del paisaje colombiano y escondrijos del alma humana. En este caso, de un hombre cuyos ideales políticos son bien reflejados por la novela que lo visibiliza y enaltece. Debo mostrar aquí el asombro de Fernando Soto, idéntico al de quienes lean este conmovedor y crítico relato de amores e injusticias, y quien confiesa emocionado por la obra y los personajes: “Ráfagas de silencio es una novela dura, agresiva, nuestra: como la selva, que pese a que los hombres blancos la han violado para destruirla, seguirá floreciendo y tejiendo la red de sus bejucos y de sus madrugadas, cuando la vida del hombre se haya apagado sobre la tierra”. Todos los personajes de esta obra, siguen vivos y si murieron resucitan más allá de la ficción, convirtiéndose en individuos reales de cualquier época y lugar donde las injusticias sociales, económicas y políticas intentan acallar al ser humano. Zulema quedará en la memoria de los lectores, que la buscaremos entre otras mujeres iguales o parecidas.

 

Al Son Que Me Canten Cuento

Libaniel Marulanda

Cuentos. Dos libros en uno: el que da su nombre a la obra, y La luna ladra en Marcelia Contiene disco compacto narrado por Ana Patricia Collazos. Impresión Lito Skrybe, Calarcá, Quindío. Diseño de carátula, Lina María Cocuy. Ilustraciones de carátula, por Cristina Rueda Traslaviña. Fonolibro, dirección y producción Ana Patricia Collazos. Octubre de 2007. Prólogo por Lisandro Duque Naranjo. Otro prólogo, por César Valencia Solanilla y un epílogo crítico con carácter de prólogo, del escritor Umberto Senegal, quien también hace algunas referencias a la obra en la contracarátula. 188 páginas.

Cuando llegué a vivir al Quindío, por decisión propia y porque fue el lugar que más me llamó la atención entre otros de Colombia donde residí durante algún tiempo, antes de abandonar por completo a Cuba, mi país natal y al que por fortuna puedo visitar con anual frecuencia, uno de los primeros escritores quindianos que conocí a través de sus libros fue a Libaniel Marulanda. Tengo que reconocer aquí a ese calarqueño que tanto promociona no solo calarqueños, sino autores de su región: Umberto Senegal. Por esos años editaba una revista llamada Kanora, que me obsequió con ánimo porque allí le había publicado a un paisano mío, de Holguín, Reinaldo Arenas. Aquel me prestó el libro La luna ladra en Marcelia, asegurándome que Libaniel era uno de los más reconocidos cuentistas quindianos de Colombia, por sus numerosos premios y su calidad narrativa. Es cierto. El cuento quindiano tiene en Marulanda a uno de sus mayores exponentes. Por los temas, por el estilo, por el lenguaje y por todo aquello que caracteriza a un escritor consciente de su oficio, de su trabajo, donde es el pueblo y es el hombre anónimo, de profesiones anónimas, aparentemente sin importancia, quienes reflejan todo aquello que transcurre en un pueblo, en un barrio o una región. Hay provincia en sus cuentos. Hay universalidad en la manera de exponer los caracteres de sus personajes. Este libro es en realidad un par de libros donde el lector de cuentos puede valorar la trayectoria de Marulanda.

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