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Cultura  |  18 abril de 2021  |  12:00 AM |  Escrito por: Edición web

NOTAS DE LA PESTE: EPÍLOGO

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Enrique Barros Vélez

Con estas notas quise dejar un testimonio de cómo el inesperado Covid 19, o Coronavirus, trastornó lo que hasta entonces era nuestra forma de vida. Las relaciones de trabajo, las relaciones familiares y los comportamientos sociales. En ellas consigné la desazón que sentí al advertir el deterioro social desde mi lugar de residencia y en sus alrededores. Por tanto, no es un testimonio de ciudad sino una muestra de la repercusión, o del impacto, que tuvo el Coronavirus en este sector, a través de las sucesivas olas de necesitados y de hambrientos que a diario alteraron su adormecida e individualista tranquilidad. Presencié diversas manifestaciones de desespero, o de angustia, hechas a viva voz, o a los gritos, o con llantos, que nos hicieron entender la magnitud del desastre social que empezábamos a vivir. Los más afortunados ―pues contaban con habilidades artísticas― se valieron de ellas para recaudar dinero en las calles. Nuestra cotidianidad se alteró inevitablemente. Cada día oíamos y veíamos rostros personificando esta tragedia colectiva que nos sorprendió a todos, pero que a ellos los sumió en una pobreza que amenazaba incluso su propia supervivencia. Por nuestra calle, a cualquier hora del día, hacía presencia encarnada el desamparo y el hambre del pobre, o del desempleado, o del extranjero, con sus clamores desesperados para convocar nuestra solidaridad. La desgracia del pequeño y mediano empresario, en tanto, lo llevaba a encallar y a hundirse discretamente con el peso de sus propias deudas. Esta era, en cambio, una tragedia silenciosa e invisibilizada. Pero igual de mortificante y dolorosa. Eso nos llevó a ponernos en los zapatos de todos ellos, a intuir lo que podrían estar sintiendo y a conmovernos con su paupérrima situación, con su carencia de medios de supervivencia y de todo. La injusticia social se expuso ante nosotros, entremezclada con la incertidumbre. Lo que convenientemente habíamos ignorado ahora nos rondaba con mortificantes súplicas. En estas circunstancias perdimos gran parte de la tranquilidad debido a la zozobra, ya que todos estábamos obsesionados, ansiosos y estresados por las incesantes rutinas y la sorpresiva adversidad. Y por nuestra mente afectada por el encierro y el asombro, que nos bombardeaba con constantes y depresivas interpretaciones de esta realidad callejera.

Para dejar el rastro también consigné las sucesivas restricciones decretadas para imponer el confinamiento y dificultar los encuentros masivos y la libre circulación del conglomerado social. Y unas reflexiones personales atribuibles, tal vez, o también, a muchas de las personas que se sintieron afectadas emocionalmente por el aislamiento y la rutina incesante.

Esto es lo que quise dejar como testimonio en estos textos…

Armenia, abril 18 de 2021

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