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Columnistas  |  05 mayo de 2021  |  12:00 AM |  Escrito por: Armando Rodríguez Jaramillo

Del pacto por la región a la pobreza generalizada

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Armando Rodríguez Jaramillo

Por Armando Rodríguez Jaramillo

En 2004 el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) publicó el Informe Regional de Desarrollo Humano para los departamentos del Eje Cafetero titulado «Un pacto por la región» con la participación del Centro de Estudios Regionales Cafeteros y Empresariales (CRECE – Manizales), Centro de Investigaciones Socioeconómicas de Risaralda (CIR) y el Centro de Estudios e Investigaciones Regionales de la Universidad del Quindío (CEIR) con el fin de explorar la realidad del desarrollo humano en la región luego de la secuela que dejó la ruptura del Pacto Internacional del Café (1989). El informe partió de la necesidad de reducir la pobreza y priorizar condiciones para una mayor generación de empleo y oportunidades basadas en tres grandes políticas: recuperar una senda de crecimiento económico, adelantar una audaz política educativa y ampliar y mejorar la protección social.

En el caso del Quindío, el índice de desarrollo humano (IDH) en 1993, 1997, 2000 y 2004 mostró un deterioro paulatino en las tres capacidades que lo promueven: tener una larga vida y saludable, poseer conocimientos (educación) y poder acceder a los recursos para lograr un nivel de vida decente. Por esto el PNUD sugirió la existencia de una década perdida y propuso un Pacto Regional por el desarrollo humano que sometió a consideración de la institucionalidad pública y privada y de la ciudadanía en general para que fuera debatido, rebatido, acogido total o parcialmente y priorizado con el fin de generar compromisos y consensos entre los gobiernos territoriales y la sociedad civil.

Sin embargo, las propuestas para el pacto quedaron archivadas y los indicadores de progreso en el departamento continuaron su deterioro en las dos décadas siguientes mientras nos concentrábamos en estériles debates políticos que poco aportaron a la prosperidad, lo que sugiere que podríamos estar frente a tres décadas perdidas en desarrollo humano.

La pobreza monetaria

el DANE desnuda nuestra precariedad al publicar los resultados de la Pobreza monetaria en 2020. Para comprender la magnitud del desastre social en que estamos, hay que precisar que, para el DANE en Armenia, las personas en pobreza monetaria tenían ingresos inferiores a $400.047 mensuales per cápita y las que estaban en pobreza monetaria extrema contaban con ingresos inferiores a $160.010 al mes por persona. Con este marco contextual, en 2020 la pobreza monetaria en la ciudad fue del 45,3% (11,1 puntos por encima al año anterior) y la pobreza monetaria extrema de 15,5% (9,6% superior al año anterior), lo que indica que el 60,8% de la población de Armenia padecían algún grado de pobreza. En cuanto al Quindío, el 50,4% de la población estaba en igual situación.

Si bien el incremento en la pobreza en buena parte es consecuencia de la pandemia, también es evidente que en los últimos años no hicimos lo necesario para alcanzar un mayor desarrollo y que lo que ahora hacemos no es suficiente para enfrentar esta crisis y salir de ella con posibilidad de recuperar el tiempo perdido y crecer al ritmo requerido.

Un Pacto por el Quindío

Entonces rescatemos la idea del PNUD en 2004 y hagamos un Pacto por el Quindío en el aquí y el ahora. La situación que vivimos es tremenda y requiere de medidas audaces, disruptivas y sorprendentes. No podemos esperar a que el gobierno nacional llegue con la solución y nos señale la senda a seguir, esta es una responsabilidad que debemos asumir con nuestra inteligencia, experiencia y capacidades. Cambiar es hacer las cosas de otro modo, así que no sigamos con la tozudez de querer alcanza resultados diferentes si continuamos con la misma forma de hacer política e igual modelo de administración pública, si seguimos con escasa capacidad de diálogo y de generación de confianzas, si persistimos en no generar inclusión y oportunidades y si no aprendemos a trabajar entre generaciones de forma interdisciplinar.

Para cambiar es necesario que exista voluntad política. Los planes de desarrollo de Armenia y el departamento, aprobados hace un año cuando recién comenzaba la pandemia, fueron desbordados por la realidad y los datos sobre pobreza, desempleo y recesión económica así lo confirman. A los actuales gobiernos territoriales les faltan 32 meses para culminar sus períodos constitucionales lo que amerita un ajuste de sus planes de desarrollo para enfrentar con renovados instrumentos la urgente necesidad de activar y dinamizar la economía mediante la destinación de nuevos y significativos recursos para apoyar, rescatar y fortalecer nuestras empresas y clústeres y generar empleos e ingresos. Así mismo, es necesario que la administración de Armenia destrabe y ejecute de forma expedita las obras inconclusas de valorización haciendo inversiones públicas significativas que generen empleo y dinámica económica en la ciudad.

Hoy más que nunca necesitamos de las mejores mentes para pensar este departamento y sacarlo adelante. Tenemos programas de ciencias económicas y administrativas en todas nuestras universidades con académicos, investigadores y profesores que podrían ser reunidos para que estudien y propongan cómo sacar nuestra economía adelante. Convoquemos a una gran mesa de diálogo departamental donde se sienten la institucionalidad pública y privada a tomar decisiones concertadas al tiempo que congreguemos un tanque de pensamiento (think tank) ampliado con académicos, investigadores, intelectuales, empresarios y planificadores para aprovechar el talento humano quindiano y el que ha llegado de otras ciudades y del exterior, y entre todos idear y construir el Quindío de la siguiente década. Solo convocando y aglutinando voluntades de forma inclusiva y participativa podremos sacar este territorio adelante.

Armando Rodríguez Jaramillo

@arj_opina

@quindiopolis

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