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Cultura  |  09 mayo de 2021  |  12:00 AM |  Escrito por: Administrador web

Cuento: El Pescador Anónimo

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Cuento: El Pescador Anónimo

Este texto es inédito y se publica con autorización de la familia del escritor y poeta Gustavo Rubio, fallecido en el año 2020.

Tirar el nylon, tomar la cara con resolución y esperar sentado que el pez picara; toda la tarde la tenía para eso. Así estuvo mientras los deberes le llamaban en secreto, con esa desdén que comenzaba a secarle la garganta, a subirle por en medio de las piernas y añorar sin suerte la pequeña mejora de amor que ahora se le presenta; en verdad la vida no había sido buena: puro trabajo y nada que ganaba para, por lo menos, intentar su cambio, o un mero cambio que esperaba ansioso; esperando que el pez picara se distrajo buen rato en la meditación de sus días idos y fue como si el balance, la suma de los horrores sufridos, las noches de rumba delirantes retornarán y se viera ebrio caminado con sus amigos, se viera solo en un cuarto cuyas paredes grises apenas le nombraban y una mujer muy pobre comenzaba a desvestirse, la piel negra de mugre, sus mejillas pálidas y hambrientas. 

La mujer un asco en sus tangas azules y ganas como de huir, pero la pena de no servirla, de decirle mira te pago y puedes irte; entonces el asco y la borrachera, montar a la mujer como fornicando a una estatua, sentirla impaciente y tonta hablando que no más, que si ya, que ya lo echó, y la misma imagen se disolvía por el carácter propio de la humillación que aquella mujer le restregaba en las sienes y en los ojos; al día siguiente las cosas eran las mismas, a veces la sed de rutina y no hay para comprar una gaseosa, la culpa de no saber por qué uno hace eso, y tener que trabajar como burro, dale dale si sifón, Diosito santo. 

Claro que ahora el amor estaba tendiendo los brazos y él quería estrecharlo puramente, la muchacha no era la belleza que sus amigos pensaban, no importa, que sus amigos ladraran en vano y yo habría de quererla, se dijo alegre, que yo habría de quererla… despertó casi de un sueño y ningún pez que picara, se acomodo mejor, pensó en la muchacha, pensó en el trabajo, pensó uno más uno son dos que son tres, dejó la cara un instante, la dejó apoyada sobre el poyo del tanque, fue por un cigarrillo, lo prendió en la estufa donde hervía una olla de agua panela… se acordó del viejo y el mar, trajo el libro y comenzó a leerlo. Comprendió que nada pesaría en aquel estanque.

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