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Economía  |  28 junio de 2021  |  12:00 AM |  Escrito por: Edición web

Realidades y expectativas del sector agropecuario

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Por Jaime Alberto Rendón Acevedo & Álvaro Andrés Pulido Castrillón

Observatorio Rural, Universidad de La Salle

Aunque el efecto de las crisis por la que el país atraviesa significó un decrecimiento económico en el año 2020 del 6.8%, el sector agropecuario creció el 2.8%, un comportamiento históricamente previsible, pero que demostró que el sector es capaz de mantenerse e incluso responder a la sociedad en momentos donde no solo hay que mantener la oferta total sino garantizar la disponibilidad necesaria de alimentos. Ni más ni menos esa es la gran importancia de este sector y en general de la ruralidad colombiana.

Ahora bien, el crecimiento de la economía colombiana al cierre del primer trimestre de 2021 se ubicó en 1,1 %, superior a lo registrado en el mismo período del año anterior, que fue de 0,6%, lo cual refleja la senda de la recuperación, una vez superadas parcialmente las restricciones dispuestas por las autoridades nacionales y regionales para mitigar los efectos de la pandemia y después de tres trimestres consecutivos de caída (-15,7% para 2020-II, 8,4% para 2020-III y -3,6% para 2020-IV). Véase gráfico 1. Pero lejos claro está de la ilusión de algunos analistas y de las autoridades gubernamentales, en tanto esperan una recuperación vertical, en V, o en U; todo parece indicar que volver a los niveles de antes de la pandemia nos llevara por lo menos un quinquenio.

Lo interesante del análisis de las cifras del PIB trimestral es que sectores como la agricultura, ganadería, caza, pesca y silvicultura reflejan que el campo colombiano mantuvo su vigor productivo y aunque sufrió el rigor de los cierres y confinamientos, su producción siguió en marcha e incluso se generaron alternativas de distribución que implicaron ahondar en las estrategias de circuitos cortos y verdes, sin duda importantes ante las nuevas perspectivas no solo de la economía mundial, sino por el fortalecimiento de las economías locales.

Después del mal resultado del cuarto trimestre de 2017 hasta el segundo trimestre de 2020, el PIB Agropecuario, medido a partir de su valor agregado, creció durante 9 trimestres consecutivos, resaltando que los últimos dos trimestres antes del primer “encierro” el crecimiento anual fue del 4,7 % (2019-IV) y 6,3 % (2020-I).

El ciclo expansivo tomó una pausa en el segundo trimestre de 2020, con una caída del -0,2%, leve en comparación con el comportamiento de la economía en general que cayó en -15,7 %. Pero la expansión del sector agropecuario durante los últimos tres trimestres refleja que nuestros campesinos siguieron con sus siembras, engorde y demás actividades comerciales, aún en medio de las dificultades de producción, financiamiento y comercialización, pero también con la solidaridad ciudadana, que fue entendiendo que no solo era un acto noble el comprarles a los campesinos, sino que se podía volver en una forma de actuar. Durante la segunda parte del 2020 la expansión del valor agregado fue del 1,9 % anual para el tercer trimestre y del 2,4 % para el último trimestre del año anterior.

Ahora, si desagregamos un poco más las cifras desde el inicio de los confinamientos generales del COVID-19, las Cuentas Nacionales del DANE indican que el crecimiento trimestral promedio entre el 2020-II y 2021-I de los cultivos transitorios y permanentes sin café (frutas, hortalizas, legumbres, tubérculos, plátanos, cereales, entre otros) fue del 2,5 % y con aportes del orden de 8,2 billones de pesos constantes promedios trimestrales. Véase gráfico 2.

Mientras tanto, las actividades de ganadería asociadas a la producción primaria de leche, huevos, engorde de animales para la producción industrial de carnes (res, búfalo, cerdo, pollo, y demás especies menores) se expandió en promedio 0,7 % trimestral anual, ubicándose en 3,5 billones de pesos constantes promedio para cada trimestre.

Aunque el café su ubicó en 1,4 billones promedio trimestral entre 2020-II y 2021-I, el crecimiento fue negativo y en promedio de -0,6 % trimestral anual. La recuperación del presente año se fundamenta no sólo en mayores precios internacionales, sino en un buen comportamiento de la producción, que aumentó en 12,4 % entre enero y abril de 2021 con respecto al mismo período del año anterior, de acuerdo con las cifras de la Fondo Nacional del Café. Es necesario considerar también que el café tiene unas buenas perspectivas para el cierre del año 2021, no solo por los precios sino una cosecha que se espera sea creciente frente al año anterior

Por su parte, la acuicultura y pesca registran un valor agregado promedio de 506 mil millones en los últimos cuatro trimestres, con un crecimiento anual promedio del 12,3 %, explicado por un aumento del consumo per capita de esta proteína animal, que en 2010 era de 1,0 Kg y en 2020 se calcula en 7,7 kg, con una tasa de crecimiento promedio anual en la década de 5,6%.

En cuanto a la silvicultura y extracción de madera, el crecimiento en los trimestres de mayor impacto económico por COVID fue del 3,2 % promedio, para un valor agregado de 431 mil millones, motivado por la expansión de la industria de los muebles que, según cifras de Investigaciones Bancolombia, creció en 15 % real, a pesar de las importaciones (Bancolombia, 2021, Radiografía Trimestral del Sector Agropecuario 2T21).

En síntesis, el campo colombiano no paró, los resultados de las Cuentas Nacionales del DANE reivindican la importancia del sector, no sólo con productos de bienes primarios, claves para la seguridad alimentaria del país, sino como insumos para las diferentes industrias asociadas a los alimentos (procesados, congelados, carnes), a pesar de las complicaciones coyunturales del COVID, la incertidumbre política, económica y social, en medio del lento proceso de vacunación, las vacilaciones de las políticas públicas hacia la recuperación y el escaso liderazgo desde el Ejecutivo y del Legislativo, que termina por generar dudas sobre la justicia, la solidez democrática y por ende dificulta la propia recuperación.

Así las cosas, y a pesar de la importancia y la persistencia de la ruralidad colombiana y en particular de las familias campesinas, la recuperación general sigue siendo incierta y el sector agropecuario, que por más que haya sido “inmune” en los agregados reportados por el DANE, requiere de certeza para lo que resta del año. Además de lo descrito se deben enfrentar a la incertidumbre normal del cambio climático y el régimen de lluvias del Fenómeno de la Niña; el aumento en el precio de los insumos importados como los plaguicidas, fertilizantes y las materias primas para la fabricación del alimento balanceado que se importan de Chicago, Rosario o San Pablo (Maíz amarillo y Frijol Soya las principales); son nubarrones para el sector, precisamente por un aumento en sus costos y, por ende, en los precios de las diferentes cadenas productivas, que redundarán en mayores costos para el consumidor vía inflación, mayor especulación en los mercados mayoristas, que al final siempre perjudican al productor rural, que para mantenerse en el mercado y recuperar su inversión, muchas veces asume parte de las pérdidas coyunturales.

Al final, el aumento de precios liquida el consumo, que ya se encuentra diezmado ante las pérdidas de empleos, la quiebra de emprendimientos y el cierre de PyMES. Si bien en este año se han logrado incentivos agropecuarios importantes, en términos macroeconómicos, las concentraciones de esas ayudas siguen los parámetros de otros sectores, con lo que persiste la debilidad financiera y operativa de las economías campesinas. Una perfecta contradicción con la ruralidad colombiana que le respondió al país cuando éste más lo necesitaba. La recuperación económica pasa entonces por la solidez de su sector agropecuario, y en particular de las economías campesinas, ese es no solo el reto sino la deuda histórica de las políticas públicas.

TOMADO DE REVISTA SUR

https://www.sur.org.co/realidades-y-expectativas-del-sector-agropecuario/

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