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Columnistas  |  15 septiembre de 2021  |  12:00 AM |  Escrito por: Luis Guillermo Arango Bernal

La casa helda

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Luis Guillermo Arango Bernal

Por Luis Guillermo Arango Bernal.

Octubre de 2021.

El café fue un producto de exportación desde tiempos de la colonia española, cuando se embarcaba desde el puerto de Maracaibo, hoy Venezuela, el grano producido en la región y traído por los sacerdotes a las zonas del rio Orinoco, posiblemente en terrenos de la hoy república de Colombia.

Para comienzos del siglo XX, ya la producción y comercio desde territorios nacionales era muy importante desde el punto de vista agrícola, como quiera que se complementaba con la exportación de tabaco, de quina y de oro. La industria fue muy intensa en los departamentos de Santander y luego en Cundinamarca. Para ese tiempo, el beneficio era muy similar al actual, realizado por los cafeteros minifundistas y tradicionales, que no han introducido maquinaria moderna. Esa actividad de secado y de almacenamiento, así como la del transporte en mulas o bueyes, afectaba la calidad del grano y de la bebida, como quiera que las lluvias, provocaban la aparición de hongos o afectaban directamente la calidad de la bebida y se tornaba en vinagre.

A comienzos del siglo veinte, alrededor de 1.910, los alemanes eran una potencia industrial y comercial y miraban como muy promisorio el continente suramericano. Eso se reflejó en la instalación de la primera línea aérea y en la llegada masiva de los productos industriales. Una de las empresas comerciales que llegó al país fue la llamada Casa Held, una empresa importadora de láminas de zinc. Esta llegada de un material liviano, resistente, de poco peso y de especial conservación del calor, lo hizo que fuera aceptado por los pobladores en especial por los campesinos colombianos. Las láminas de zinc, comercializadas por esa empresa extranjera, tenían una marca en la superficie, indicando el distribuidor e importador de dicho material.

Los cafeteros del país, vieron en esas láminas la alternativa para sus viviendas y para sus beneficiaderos o secaderos de café. Las viviendas se acomodaron a las necesidades y para sacarles mas provecho, pues hicieron o adaptaron las casas con esos techos, los cuales se podían mover por medio de rodachines o se abrían, apoyados en vigas de guadua o de varillas de hierro.

Como se les veía a leguas la marca de la casa distribuidora, pues se fue propagando el apelativo de casa helda, para identificar a los secaderos de café. Las casas Held, tenían sucursales en Barranquilla, Medellín, Manizales y Pereira, por lo cual se logró una gran penetración en todos los territorios y se popularizó el nombre de casa helda, cuya importancia aún en pleno año 2020, se utiliza.

Hoy el sistema ha tratado de ser sustituido por otros materiales en especial el plástico, por las facilidades de construcción, por su poco peso y porque es un buen material para conservar el calor y evita las carreras para cerrar o cubrir los lotes de café pergamino, tienen, sin embargo, algunas consideraciones especiales y es que cuando la temperatura del ambiente es alta lo es mucho más adentro de la parabólica, lo que puede afectar el grano o la almendra y debe estructurarse una aireación, lateral o basal. Es posible que cuando en las noches se presenten temperaturas bajas, este hecho, puede hacer que el grano recupere humedad o se devuelva en su proceso de secado.

Independiente del material del secadero es indispensable saber que el grano pierde agua y que ella debe sacarse del recinto o con ventilación o con volteos con rastrillos.

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