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Columnistas  |  16 septiembre de 2021  |  12:00 AM |  Escrito por: Álvaro Ayala Tamayo

ME TOMÉ SAN ANDRÉS

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Álvaro Ayala Tamayo

Por Álvaro Ayala Tamayo

Dejar solo al presidente Iván Duque frente al dictador Daniel Ortega, es también abandonar la patria. El diferendo limítrofe con Nicaragua navega por aguas picadas, en una interminable noche con tormenta, sin estrellas en el firmamento, sin brújula y con el GPS averiado. No hay puerto a la vista para atracar este barco que puede zozobrar.

Lo que le puede suceder a Colombia, es decir a todos nosotros, no es cuestión del gobierno de hoy. La emboscada que el guerrillero Ortega nos tiene montada la está preparando desde finales del siglo pasado. Ojo, al tipo lo estamos subestimando. Es ventajoso y todo lo hace con trampas. Si vemos el gravísimo problema que armó, Ortega ha sido halcón en su estrategia diabólica y perversa así no tenga razones legales y jurídicas.

Mientras tanto, aquí en el otro lado del charco los expresidentes no son capaces de enterrar el hacha de la guerra ni para defendernos a todos. No olviden la advertencia de la ex canciller María Ángela Holguín, cuando alertó que Ortega pretende apoderarse hasta de Cartagena. Si eso no mueve la sensibilidad de los expresidentes que deben poner toda su inteligencia en la causa, significa que no hay quien ayude a taponar las fisuras de nuestro bello barco llamado Colombia.

Por estar en campaña electoral no se puede pretender echarle el agua sucia al presidente Duque. Eso viene de atrás e incluso tienen más responsabilidad los expresidentes Santos, Uribe, Gaviria, Samper, Pastrana, etc. Gústeles o no el actual mandatario, es obligación ir a la Casa de Nariño para hacer un balance, escuchar a los abogados Cepeda y Arrieta, hasta saber el agua que nos moja.

Señores expresidentes, la patria los requiere y por eso los llama. Es hora de grandezas y unión. Ustedes son rivales, pero no enemigos de Colombia. ¿Para qué más votos y menos país? Cuidado con tirar piedras en su propio tejado.

En los últimos días el sistema represivo de Ortega ha impulsado a que todos los nicaragüenses se pronuncien a favor del diferendo con el objetivo de recuperar su popularidad perdida. Captura y encarcela hasta a sus aliados porque lucha contra sus propias sombras. Peligrosamente está arrimado a China para que lo respalde en su aventura de corsario. Dice que es asunto de guerra, muy al estilo terrorista. A quien no esté de acuerdo con él lo declara enemigo del país.

Tampoco la tiene fácil el embajador de Colombia en Managua, Alfredo Rangel, un historiador y analista. Desde que asumió el cargo no ha parado de vigilar los movimientos y trucos de Ortega, defendiendo a Colombia. Lo complicado es que llegó tarde al cargo y lo grueso se mueve en La Haya. No olviden que el fallo de la Corte Internacional de Justicia se dictará cuando el doctor Duque esté al mismo nivel de ustedes: expresidente.

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