• VIERNES,  19 ABRIL DE 2024

Columnistas  |  17 septiembre de 2021  |  12:00 AM |  Escrito por: James Padilla Motoa

CONFESIÓN DE UN PECADO

0 Comentarios


James Padilla Motoa

Por James Padilla Mottoa

Una de las normas morales cristianas dice que uno no debe desear el mal del prójimo y que, por el contrario, hay que procurar el bien, inclusive para los propios enemigos o rivales.

Pues, cómo les parece, que he venido contraviniendo esos mandatos, hundiéndome en el mar profundo del pecado, porque desde hace un rato vengo deseando la derrota, el fracaso, la ruina, el descenso de unos vecinos míos que vienen marchando muy orondos y con magníficos resultados en sus propósitos.

Como hace tantos años que no me confieso, según el rito o el precepto de mis creencias católicas, no tengo alternativa distinta que confesar mi falta ante todos ustedes:

Me acuso de estar siguiendo permanentemente los partidos que juegan mis vecinos del Deportivo Pereira y haciendo, cada vez, una fuerza tremenda para que pierdan, porque son nuestros enemigos en esta lucha brutal e inmisericorde por mantener la categoría en el campeonato profesional colombiano.

Aunque tuve la satisfacción de verlos perder repetidamente en el comienzo de la competencia, más recientemente he tenido que mascullar maldiciones por lo bajo, ya que han venido sumando un número importante de buenos resultados, no importa que como locales hayan resignado puntos importantes frente a Santa Fe y Atlético Junior.

Me revienta ver ese equipo con esa actitud con la que sale a pelear cada partido como si, efectivamente, sus jugadores se hubieran convencido de que cada juego tuvieran que afrontarlo como auténtica final. No puedo soportar que un técnico sin trayectoria como Alexis Márquez, ni más ni menos que un "Urruti" de allá, haya podido transmitir a sus dirigidos esa agresividad en el juego para regalarle nada a sus contendientes y defender su cancha con el "cuchillo en la boca", tal como se dice en términos deportivos.

Ah y tengo que acusarme también del pecado capital de la envidia que me produce verlos jugar de esa manera, comparando con mi equipo Deportes Quindío, que cada vez que juega en el Centenario comienza otorgándole al contrario todo tipo de ventajas en el manejo del terreno y de la pelota, ventajas que al final pueden determinar pésimos resultados como el más reciente ante el Pasto.

Entiendo también que los del Otún están jugando especialmente incentivados por los nuevos propietarios del equipo, personas que tienen una perspectiva clara en la materia del fútbol, bajo la premisa de que para que una empresa sea totalmente productiva, requiere de inversiones específicas.

En cada lance, en cada pelota a disputarse, se puede ver la determinación con que van los jugadores pereiranos. Seguro que el billete está jugando el papel del mejor sicólogo para poner al Matecaña en esa forma envidiable de jugar.

No es que el nuestro juegue mal, no; lo que pasa es que nos falta esa dosis de agresividad que se requiere para que el rival nos respete en la casa. Y no se vaya a confundir agresividad con violencia, porque son dos cosas muy distintas; en este caso me refiero a la agresividad como el elemento que lleva a cerrar todos los espacios, a presionar en todos los sectores de la cancha para que el adversario no pueda jugar con la comodidad con la que he visto a varios visitantes en el pasto de nuestro hermoso estadio.

[email protected]

PUBLICIDAD

Otras Opiniones

Comenta este artículo

©2024 elquindiano.com todos los derechos reservados
Diseño y Desarrollo: logo Rhiss.net