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Columnistas  |  28 octubre de 2021  |  12:00 AM |  Escrito por: Auria Plaza

EL DERECHO A LA SALUD ES UN MITO

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Auria Plaza

El derecho a la salud es un derecho fundamental

de todos los habitantes del territorio nacional

que debe ser respetado y protegido

 

Por Auria Plaza

Como ciudadana creí en este principio constitucional. Nunca pensé que la famosa Ley 100 de 1993 acabaría con este derecho y que nos convertiríamos en víctimas de un sistema corrupto y cuyos tentáculos parecen de ciencia ficción. No es por falta de leyes, decretos, circulares modificando los tecnicismos y las complejidades del sistema de salud. Lo que sí querían dejar muy claro es que la salud era un derecho, por ejemplo esta perlita: “La Ley Estatutaria 1751 de 2015 regula el derecho fundamental a la salud, consagrándolo como un derecho autónomo e irrenunciable en sus dimensiones individual y colectiva, que comprende el acceso a los servicios de salud de manera oportuna, eficaz y con calidad y que de conformidad con el artículo 49 de la Constitución Política, su prestación como servicio público esencial obligatorio, se ejecuta bajo la indelegable dirección, supervisión, organización, regulación, coordinación y control del Estado. Así mismo, la precitada Ley establece como obligación del Estado ejercer una adecuada inspección, vigilancia y control mediante un órgano o las entidades especializadas que se determinen para el efecto”.[1] También el Decreto #1757 de 1994 nos dice que tenemos acceso a “Un sistema de información y atención a los usuarios a través de una atención personalizada, que contará con una línea telefónica abierta con atención permanente de veinticuatro (24) horas y garantizarán, según los requerimientos de ese servicio, el recurso humano necesario para que atienda, sistematice y canalice tales requerimientos”.

La realidad está tan lejos como la Galaxia GN-z11 de la Tierra. Resulta que nada de lo mencionado arriba existe. Tal vez existió en algún momento, lo ignoro. Gozaba de buena salud. Y ahora la peor pesadilla ha ocurrido: enfermarse y ser usuario de una EPS intervenida. Estoy hablando de COOMEVA y de mi viacrucis en un sistema en el que juegan a los dados con la salud del pueblo colombiano. Nadie te contesta al teléfono, la sala SIP, muy amables ellos, pero no resuelven nada. Te entregan las órdenes y te puedes convertir en momia antes de que te den una cita. “no hay agenda, llame en una semana” y así te tienen por meses.

Cuando llegué a urgencias, al Hospital San Juan de Dios, estaba con fibrilación auricular y falla cardíaca Stvenson, me hospitalizaron y estando en piso me dio neumonía que se controló. Ordenaron un cateterismo, se consiguió cita con Angiografía del Occidente en Manizales, sin embargo, COOMEVA no contaba con ambulancia para el traslado, la contraté de mi bolsillo. Me dieron de alta del hospital. El próximo paso era que COOMEVA me diera cita con el cirujano cardio vascular –o al menos un cardiólogo– y orden para un Ecocardiograma Transesofágico y me viera el médico Internista. Debido a la urgencia de estos dos últimos conseguimos citas particulares. En este momento estoy en la ruleta rusa, mi salud empeora es urgente la cirugía. Fui llevada de urgencia a la Clínica Rosales de Pereira, allí la junta de cardiología estuvo de acuerdo que la cirugía tenía que llevarse a cabo, sin embargo, fui dada de alta porque antes necesitaba fisioterapia, se supone que tengo hospital por casa y el fisioterapista lo he contratado por mi cuenta, La clínica no se hace responsable, dice que mi cita con el Geriatra me la tiene que dar Coomeva. Es decir, la pelota se la pasan como un triste ping pong que es la burocracia de este país.

No voy a seguir hablando de mi historia porque debe haber otras peores, gente sin recursos económicos, que ignora que se puede acudir a Supersalud o que existen otros recursos, lo que si les diré es que yo voy como en la sexta estación y tengo la esperanza de que no me suceda lo que les ha ocurrido a enfermos que la cita con el especialista le llega ocho o quince días después que el paciente falleció.

Da lástima ver personas a las cinco de la mañana llueve, truene o relampagueé, algunas en sillas de rueda, otras en muletas, ancianos, para coger turno porque la sala SIP la abren a las siete y solo reparten cierto número de fichas. Es un atropello a los usuarios, algunos con más de veinte años de antigüedad, con enfermedades delicadas y suplicando ser atendidos. Las historias que se escuchan son escalofriantes, la escena parece de un cuento de Dickens.

La salud se ha convertido en un negocio vergonzoso: las IPS y los prestadores de servicios de salud con unos precios exorbitantes, las EPS incumpliendo con los pagos y entonces tenemos que ya nadie quiere hacer convenios con ellos. El estado gira y gira dinero y parece que se fuera al limbo, las cuotas de los usuarios invertidas en cosa distinta relacionada con la salud.

Nos tienen cruzando el río La Vieja, a nado o en una balsa precaria, donde se supera el número de capacidad, exponiendo a los usuarios a enfermarnos más, porque lamentablemente sus aguas están contaminadas, como lo están los encargados de prestar el servicio de salud, y hablo de la cúpula administrativa, crápulas embriagados de poder y ambición, jugando con la vida de los ciudadanos que un día confiamos en las instituciones a la que nos afiliamos.

El Caimo, octubre 24 2021

 

[1] Tomado de la Circular Externa 000008 de septiembre 14, 2018 de la Super intendencia nacional de salud.

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