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Columnistas  |  28 octubre de 2021  |  12:00 AM |  Escrito por: Pedro Elías Martínez

AMADA ENEMIGA

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Pedro Elías Martínez

Por Pedro Elías Martínez

La muerte es una especie de viuda negra, cuyos pretendientes pasan a mejor vida en el encuentro inicial. Es la Parca, «amada enemiga que en días silenciosos ronda el alma», la paulatina oscuridad, tantas veces cantada por los poetas vivos y difuntos, figura inamovible del añalejo de estoicos y forenses, predicadores y aburridos, bohemios y agentes de pompas fúnebres.

Dicen los filósofos que la humanidad habla en broma de la muerte y en cambio toma la vida demasiado en serio, como si de aquí fuéramos a salir vivos. Pascal piensa que los humanos, al no haber hallado remedio contra la muerte, nos hemos puesto de acuerdo para ser felices, tanto como se pueda y no pensar que, el día menos pensado, ella nos puede caer encima y volvernos una &, o algo parecido. Pambelé, en sus terapias de coaching, afirma que es mejor estar vivos que muertos. Hasta razón tendrá.

Pero, dejando a un lado la filosofía, los ociólogos dicen que al mejorar las condiciones de vida de la muerte, se aliviaría su carga emocional y nosotros tendríamos despedidas humanitarias.

La muerte no ha podido superar el estrés acumulado en siglos de medrosas funciones, planeando día y noche inesperados desenlaces y penas capitales. Ya tiene suficientes recursos para ultimar a quienes disfrutamos de la existencia humana: Peste, hambre, enfermedad, los siete pecados capitales, aparatosos accidentes, guerra inacabable, es decir, un ejército de jinetes del Apocalipsis. Y ahora el covid, su guadaña de mayor reputación, después de las bombas. Ya pocos mueren dulcemente, de tristeza o de muerte natural, esperando que les salga la pensión. ¡La muerte se tornó violenta, prosaica, debido al exceso de trabajo!

Circula una deprecación a la divinidad, para actualizar las condiciones laborales de la muerte y de paso procurarnos finales menos truculentos:

CADENA DE SÚPLICA

Dejo la inquietud a consideración del patrono:

Que la muerte tenga derecho a vacaciones

y descanse los fines de semana,

que su horario de trabajo sea de lunes a viernes,

ocho horas diarias. Es injusto, Señor, que la muerte

labore como caballo de pobre en el siglo XXI.

Por eso, acudimos a tu equidad para que autorices

las vacaciones que le corresponden

por los siglos de los siglos. Con ello nos liberas

del presentimiento de que, sin crear nada,

ella es el verdadero amo de la creación,

porque puede matar hasta los dioses.

Deja que este mundo respire la eternidad sin ella

y permite que su imaginación descanse de inventar

soluciones horripilantes. Dale una oportunidad

a quienes admiramos a Matusalén,

así esta vida cruel, dura y difícil, imposible de vivir,

sobre todo cuando vivimos al tiempo las vidas de otros,

nos haga pedirte en coro que le nombres reemplazo,

mientras ella regresa de vacaciones.

Para cuando todo vuelva a la normalidad, te pedimos

añadir un parágrafo que nos faculte para escoger día,

lugar y manera de convertirnos en buenos muertos.

Con esa migaja de libertad nos conformamos.

NOTA: Yo escojo el lunes. De lo otro no he pensado todavía.

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