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Columnistas  |  25 noviembre de 2021  |  12:00 AM |  Escrito por: Aldemar Giraldo

Todos por una noble causa

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Aldemar Giraldo

Aldemar Giraldo Hoyos

 

Veo a candidatos y precandidatos luchando por una noble causa: conseguir los votos necesarios para llegar a la Casa de Nariño; ya han inventado coaliciones con nombres muy sonoros: Pacto histórico por Colombia, Coalición de la Esperanza, Coalición Equipo por Colombia, Coalición Nos une Colombia, Coalición por la Libertad y Coalición de la Experiencia, mientras otros siguen chupando rueda en partidos ya establecidos o lideran movimientos “renovados” o muy “humanos”; es lógico pensar que después de las consabidas consultas, muchos perdedores se ubicarán a la sombra  de quien más  más les convenga; no faltan los candidatos de pueblo o Quijotes tumba molinos que sueñan ser presidentes de Colombia con los votos de la familia o los amigos del barrio.

Unos dicen ser de derecha, otros, de izquierda y los demás, del centro; no serán extraños aquellos que se autodeterminen moderados, radicales, benefactores, milagrosos, socialistas, ambientalistas, centroizquierdistas, centroderechistas o cristianos; todos, sin excepción, duermen con la calculadora en el pecho, a la espera de adeptos, soñando un cambio brutal durante su mandato y despiertan ansiosos por los resultados de las encuestas que ellos mismos, o sus adeptos, financiaron. Llama la atención el elevado número de aspirantes en un momento tan difícil por el cual atraviesa Colombia; algo bueno debe tener ese sacrificio para estar pensando en los necesitados, en los marginados, en los discriminados, en los desplazados, en las víctimas; ninguno piensa en beneficios personales o partidarios, todos tienen el corazón henchido de patria, de democracia y bienestar colectivo.

La derecha tiembla y la izquierda se estremece; los del centro se apuntalan en un discurso mesiánico, mientras don Gustavo hace propuestas que mueven el establecimiento y promueven la disminución de la explotación del aceite de piedra u otras reservas geológicas; ya hay preocupación por el “frío” que se avecina si se consumen energías limpias; sus enemigos no le perdonan el pasado y olvidan el manto que los arropa por todas partes. Muchos suponen eventos posibles, pero fundamentados en las emociones; a pocos meses de las presidenciales nadie sabe cómo se van a mover los candidatos, sin embargo, al mirar la tradición política colombiana, estamos a la espera de ataques furibundos y desclasificaciones monstruosas para llevar a los electores al enojo y la rabia y así conseguir los réditos esperados.

Como siempre, Estados Unidos ya metió la cucharada y hace ver como comunista o terrorista a uno de los candidatos con el objetivo de facilitar el camino de los contendores de la derecha; pasan los años y los hijos del tío Sam siguen metiendo “las narices” en todas partes, creyéndose jueces universales.

Sea el que sea, o mejor, el que gane, debemos exigir la implementación de los Acuerdos de la Habana, excelente camino para contribuir a una paz verdadera. Ahora bien, los electores debemos examinar las propuestas de los candidatos, las cuales deben ser posibles de lograr y ajustadas a la realidad y las necesidades del país; hay que recordar que el que mucho habla, mucho yerra. No es una contienda politiquera, sino un ejercicio democrático que tiene que ver con el futuro y la sostenibilidad de nuestro país. Como decía mi abuela: “Robar a los ricos para dárselo a los pobres te convierte en criminal, robar a los pobres para dárselo a los ricos te convierte en presidente”.

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