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Cultura  |  30 noviembre de 2021  |  12:00 AM |  Escrito por: Administrador web

Talleres sobre los Chamanes Jaguares de Yuruparí y sus 10 años en la Lista de Patrimonio Mundial

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Por: Roberto Restrepo Ramírez

Visité en dos épocas distintas a los pueblos indígenas que habitan la zona del río Pirá Paraná en la selva del Vaupés. Fue en las décadas de los años 80 y 90 del siglo XX, cuando ocupaba cargos oficiales como antropólogo en esa bella región amazónica de Colombia. Todas mis impresiones eran de asombro cuando llegaba a los caseríos y sobre todo cuando conocía a los pobladores. Unos seres especiales dirigían sus destinos. Son los payés, nombre dado a los chamanes, médicos tradicionales que también cumplían el papel de jefes de maloca, la casa monumental elaborada con estantillos de madera fina y techada con palma de caraná. Hoy, esa condición de jefes la cumplen hombres jóvenes que, incluso, hablan varias lenguas, como la paterna, las de sus esposas y cuñadas, el castellano y el portugués, porque estas comunidades se encuentran en la frontera con el Brasil.

Me sentí un ser privilegiado porque siempre supe que un colombiano normal nunca puede o podrá llegar a este recóndito lugar, que siempre será especial y singular por los conocimientos que manejan los payés, que también son ecólogos y – mejor aún – ecósofos, como lo menciona un antropólogo europeo que vivió muchos años con los macuna, uno de esos pueblos que viven en la rivera de este río hermoso y sus caños tributarios. El especialista sobre esta cultura indígena dice que la ecosofía es la condición que le permite a estos grupos étnicos vivir en armonía con la naturaleza. En alguna oportunidad, en un ambiente académico, alguien decía que el día que cuando todos los seres humanos seamos ecósofos, comenzamos a superar esa problemática del cambio climático.

A principios del siglo XXI, otro antropólogo colombiano presentó a la consideración de Unesco la propuesta de elevar a los pueblos del Pirá Paraná, a la categoría de Patrimonio de la Humanidad. Siempre ese fue mi pensamiento al respecto, y aspiraba a que algún día Colombia conociera la riqueza cultural que encierran estas poblaciones. O sea, no solo los macuna, sino los taiwano, los tuyuca, los tatuyo, los barasano, los tanimuca y los letuama. Los estudiosos de Unesco entendieron que estos indígenas “poseen un conocimiento tradicional para curar el mundo”, como lo describió una cronista en un artículo del diario El Tiempo en diciembre de 2011. Fue una noticia fabulosa, saber que el 27 de noviembre de ese año, Unesco había incluido a los Chamanes Jaguares de Yuruparí en la Lista de Patrimonio Mundial. La denominación correcta que aparece en esa Lista Representativa de Patrimonio Inmaterial de la Humanidad es “Hee yaia keti oka, el conocimiento tradicional de los jaguares de Yuruparí para el manejo del mundo de los grupos indígena del río Pirá Paraná”. Solo que el primer nombre de Chamanes Jaguares es el más popular para los colombianos.

En octubre de este año 2021, una guía de turismo de Armenia, Claudia Patricia Sierra Infante, recibió una noticia del Ministerio de Cultura en el sentido de haberle aprobado una propuesta de capacitación a los niños estudiantes, sobre la realidad de los Chamanes Jaguares de Yuruparí, al cumplirse diez años de su inclusión en la lista de Unesco. A través del programa COMPARTE LO QUE SOMOS, más de un centenar de niños las instituciones educativas C.A.S.D. sede Santa Eufrasia y Cristóbal Colón, de la capital del Quindío, conocieron algo novedoso en su vida. Tuvieron la oportunidad de escuchar la historia del mito de la anaconda ancestral (el origen del mundo para estos pueblos), palpar sus artefactos de vida cotidiana y sus instrumentos de las ceremonias, que ella llevó al aula de clase, porque permanecían en un espacio olvidado, que también se conoce como el museo de los Chamanes Jaguares de Yuruparí.

Fue una experiencia maravillosa, incluso para los profesores de las instituciones. Y podemos decir que más de un centenar de estudiantes colombianos cambiarán su percepción sobre los pueblos indígenas y respetarán sus creencias milenarias. En otros términos, se transformará su manera de ver a los grupos originarios de América.

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