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Columnistas  |  19 enero de 2022  |  12:00 AM |  Escrito por: ÁLVARO MEJÍA MEJÍA

“TELARAÑAS ENTRE UN BESO”, OBRA DE ÁLVARO BEDOYA DURÁN

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ÁLVARO MEJÍA MEJÍA

Por: Álvaro Mejía Mejía

Gracias a la generosidad de la pintora Natacha Zabala tuve la oportunidad de conocer al poeta quindiano Álvaro Bedoya Durán, quien ha venido escribiendo versos desde hace más 20 años, los que no se había atrevido a publicar por ese temor que tienen muchos escritores de dar a conocer sus producciones a un público anónimo e incierto. Ellos suelen preguntase, “¿me leerán?” “¿Les gustará?”, “¿Cumpliré sus expectativas?”

Esa modestia, muchas veces, suele privarnos de disfrutar maravillosas obras, que jamás salen a luz pública. De esa forma, cuentos, novelas o poemas reposan en anaqueles de cuartos lúgubres o en el fondo de los escritorios, donde solo reciben los abrazos de las telarañas y el polvo.

Recuerdo que el historiador Alberto Bermúdez le reprochaba al poeta Alberto Gutiérrez Jaramillo por no publicar sus maravillosos versos, solo comparables con los del Tuerto López de Cartagena, caracterizados por su hondo contenido provincial y humor inteligente. El escritor Bermúdez en tono severo le decía: - “Alberto, esos versos no te pertenecen. Hacen parte del patrimonio cultural del Quindío. Estás en la obligación de publicarlos.” Desafortunadamente, Gutiérrez era un crítico severo de sí mismo y no comprendía el verdadero valor de sus escritos. Hoy, es muy poco lo que se puede rescatar de esa producción que quedó, al parecer, en manos de su familia. Algunos de sus versos se dicen, eventualmente, en reuniones sociales, o quedaron en algún periódico local a la espera de ser rescatados por algún inquieto intelectual que, seguramente, al leerlos soltará una carcajada o sentirá una plácida nostalgia. Para desgracia de los que amamos los versos y el humor, la mayoría estos permanecen en el anonimato y la penumbra.      

Cuando se escribe bien y con disciplina, lo que se espera es su presentación en sociedad. La labor del escritor consiste en vestir las letras, las palabras y las frases de la mejor manera para ese encuentro mágico con el lector. Lo que ocurra después no es asunto del autor. Ni siquiera debería inquietarlo. Los apolónidas hacen sonar la lira. Ese es su sagrado oficio. Lo demás no está en sus manos.

Para fortuna nuestra, el poeta Bedoya Durán se decidió sacar a la luz pública sus bellos poemas, que han quedado recogidos en este libro Telarañas entre un beso, que será presentado a la sociedad quindiana, el próximo viernes 21 de enero, en acto solemne y académico.

Las telarañas son tejidas con dedicación por ciertas arañas en forma de embudo, hoja o espirales. Sus telas pueden ser hechas con seda pegajosa o peluda que les sirven a aquellas para protegerse o atrapar sus presas. Las telarañas del autor pueden significar el trabajo literario que había permanecido oculto o esas telas que separan las distintas facetas de su mundo interior.

Álvaro Bedoya Durán nació en Montenegro, tierra de valiosos poetas, como Juan Restrepo Fernández, Jairo Baena Quintero, Alfonso Osorio Carvajal, Guillermo Sepúlveda, Carlos Alberto Valencia, entre otros.

 

Se formó con los padres franciscanos, con quienes aprendió la sencillez del santo de Asís y el amor por las personas y los animales.

 

Docente durante años en las áreas de matemáticas y literatura. De las primeras tomó la precisión que se evidencia en sus versos y de la segunda el tono elegíaco. Esa fusión de materias tan distintas aparece en sus versos: Por vivir sumándole desvelos a mi vida, / le he restado pasión y fuego al corazón; / le he multiplicado el desengaño a la ilusión / y dividido entre mil las cicatrices de su herida.

 

Su poesía es romántica y retoma los temas que son consustanciales a esta: el amor, la desventura, la muerte, la familia, los valores cristianos, su ciudad. Se sale de lo que algunos producen hoy, que no suena a nada.

 

A muchos jóvenes les podrá parecer extraño el bolero, que sabe enaltecer a la mujer, al amor, al sentimiento puro. Por eso, tal vez, algunos de ellos no conecten con esta poesía. Pero, eso no es un problema del autor que entrega lo mejor de su mundo interior, sino de una parte de la sociedad que está perdiendo la capacidad de sorprenderse y de sentir afectos puros. Por fortuna, muchas personas todavía saben apreciar el diamante puro.

 

En esta obra encontramos al poeta introspectivo: Mucho antes de que me abandone la ilusión / y que mi mente sea casi desahuciada; / no dejaré que se agote en mí la inspiración / sin dejar algo que me rescate de la nada. / Solo lamento no haber podido ser eterno / para vivir entre el cielo y el infierno / escribiendo sobre virtudes y pecados. / Por eso, antes de que llegue aquella hora, / en la que todo se oscurece y empeora, / gritaré entre mis versos que amé y he sido amado. / Hay un alarido de vida. Fuego que fortifica y enaltece. El poeta no quiere pasar inadvertido o ser un muerto que respira. Hay sentido de trascendencia y, como en el poema de Amado Nervo, es capaz de mirar a la vida para decirle, ¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!  

 

También aparece existencial, como Pombo en La hora de tinieblas, cuando dice: ¿Cuál libre albedrío, si al primer hálito de vida / estamos condenados a puntual pena de muerte?; / ¿o a ganarnos el porvenir, el bienestar y la suerte / con cartas marcadas y escondidas?  Aquí hay esa angustia cósmica que llegó a nosotros a través de filósofos como Martin Heidegger, Soren Kierkegaard, Jean-Paul Sartre, entre otros.

 

Pero, los poemas de amor son los que más estremecen su alma de poeta. En el poema Cuando te vayas nos dice: Amor, cuando te vayas / pondré tu adiós sobre el altar de la tristeza / y después de arrodillarme / ante la imagen de la ausencia; / repetiré la oración de la nostalgia, / para rogarle al tiempo que entretenga al olvido / o al mismo olvido que deje de serlo, / con el fin de que jamás se le ocurra / venir a arrasar con tu recuerdo. /

En el amor triste expresa en forma de reclamo: Tu amor es como una espina en mi costado, /como un eclipse en el cielo de mi vida; / es como una promesa en el reloj vencida en la mitad de un beso abandonado. /

 

Poesía musical y cadenciosa, pero sobre todo sentida y elegíaca.

 

Y en La muerte de un poeta ignoto, el vate se despide de un colega, como lo hiciera Carlos Villafañe en el poema Elegía Íntima, con algo de humor negro:  Entre versos te vas poeta ignoto hacia el olvido, / con tu ilusión a cuestas y tu rima sin igual, / creyendo todavía que el trino era un latido / que se fugó del pentagrama para meterse en el turpial. /

 

También aparece jugando con las palabras en tono profundo y reflexivo en el poema La nada volverá a ser todo: Sin, embargo, me entusiasmo a veces con la nada, / imaginando el día en que la nada deje de ser nada / y por remordimiento vuelva a serlo todo; / pues con lo poco que ahora tengo, casi nada, / podré hacer que la esperanza salga de la nada, / para que, por amor, volvamos a tener fe en todo.

 

El poeta invita al amor, bálsamo que salva y reconforta. Ya lo decía Fray Luis de León, al final de nuestros días solo seremos juzgados en el amor. Por eso el poeta dice en tono profético: Ama y haz lo que quieras, dijo el santo, / aunque el amor te salga de una herida; / porque a veces es de buena suerte en esta vida, / tener una ilusión santificada por el llanto.  No importa que el amor duela, porque es vida, es pasión, es fuego ardiente…

 

Gracias poeta Álvaro Bedoya Durán por este hermoso libro, que nos reconcilia con los valores humanos y la vida. Viajaré el próximo viernes a la capital quindiana para acompañar al aedo en el acto de lanzamiento de Telarañas entre un beso, que Álvaro supo tejer con inteligencia y sensibilidad pura.

 

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