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Columnistas  |  23 enero de 2022  |  12:00 AM |  Escrito por: Johan Andrés Rodríguez Lugo

EL TÍO

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Johan Andrés Rodríguez Lugo

Por Johan Andrés Rodriguez

Fue una semana diferente, la rutina acostumbrada se vio alterada por la responsabilidad de ser un tío consecuente y responder de forma eficiente y eficaz ante la solicitud de cuidar al sobrino y a las sobrinas, de protegerles de todo mal y peligro; de alimentar 2 veces al día, sacar a caminar, curar las heridas, revisar que sus camas estén arregladas, con cobijas limpias y sus medicinas fueran dadas en las horas precisas, que el patio estuviera limpio y que los mimos y las palabras de amor no faltaran para que no sintieran la ausencia de sus padres. La lista de deberes estaba escrita en una hoja y pegada en la pared, todo estaba arreglado.

Cocora es una bull terrier, llegó a la casa hace aproximadamente 9 años, o sea que claro, ya es toda una señora, con caprichos, achaques y terquedades. Es completamente blanca, pero tiene una pinta negra justo encima del ojo izquierdo lo que parece formar una ceja. Por su condición albina no es conveniente que tome mucho el sol porque la piel se le irrita y aparecen algunas erupciones, pero adivinen, a ella le encanta tomar el sol, si la puerta del patio se deja abierta en la mañana es casi seguro que en cualquier momento haya que entrarla para que el sol no le haga daño.

Anny es una mini toy o tacita de té, también es blanca, crespa, parece una oveja, tiene aproximadamente 6 años, mide muchísimos centímetros menos que Cocora pero es la que manda en la casa, la que se sube a la cama, la que ladra sin cesar cuando llega alguien extraño, la que aprovecha su estatura para subirse en las piernas de quien encuentre sentado y la que de una forma u otra ha sido como una hija para Cocora, porque no les dije, mi señora sufre de embarazos psicológicos a causa de su viudez.

Ares acaba de cumplir un año de edad, es una digna representación del dios de la guerra porque al ser un bull terrier en crecimiento cualquier espacio o situación es una gran oportunidad para destruir lo que se encuentre, todo le causa curiosidad y todo merece ser dañado: las camisetas colgadas, los tendidos colgados, las toallas colgadas, los guayos del papá dejados a secar en una parte alta, los zapatos del abuelo, las blusas de la mamá, los libros del tío, las patas del cajón de las verduras, las paredes, las puertas, los implementos deportivos y bueno, cualquier cosa que se encuentre debe ser mordida, lamida o en el peor de los casos… ingerida. Nada puede estar a su alcance.

Yo siempre cumplo con mi papel: Dar mimos y ser el tío alcahueta. Dejo que se suban a la cama, que muerdan algún zapato viejo, les doy sus regalitos y hasta comida a escondidas, y es por esto que en ocasiones no me respetan, entonces me toca acudir a la voz gruesa y la amenaza invisible. Sus padres decidieron tener vacaciones así que yo les propuse el cuidado de las "bendiciones". Se han tenido malas experiencias con guarderías, tanto por la forma en que los cuidan como por el comportamiento, en este caso, del niño. Yo pude organizar mis labores de forma que no tuviera que salir, así que decidí hacerme responsable una semana completa de su cuidado. Menos mal ya terminó.

Se ha tomado la decisión de pasearlos muy temprano y muy tarde en la noche, esto con la intención de evitar que se alteren al ver otros perros o personas y, además, porque como son considerados razas peligrosas, la gente suele verlos con miedo y rabia, así que es mejor evitar alguna mala pasada. Por supuesto que en mi caso fue más cómodo, la paranoia y ansiedad que me causa pasear hijos ajenos es monumental. ¿Y si se encuentran otro perro? ¿Y si muerden un niño?, ¿Una señora?, ¿Y si un carro los atropella?, ¿Y si se daña el collar?, ¿Y si se vuelan?, todo esto podría pasar, así que la probabilidad de vivir estos momentos es cercana, siete días enteros de preguntas recurrentes dos veces al día.

Durante esa semana me vi algunas películas, entre ellas: “The Lost Daughter”, una historia rápida, intrigante y bella. Protagonizada por Olivia Colman y Jessie Buckley como su versión joven, también con la aparición de Dakota Johnson a quien no reconocí hasta que salieron los créditos, debo ser sincero, no la veía desde las películas del señor Grey. En su nombre en español: La Hija Oscura, nos da la idea negativa del relato, pues visto a simple vista es una película que se podría considerar un elogio a las malas madres, pero realmente es mucho más que eso. Con una cuidadosa edición fotográfica, en donde priman los primeros planos, los ojos azules y la piel, nos cuentan dos historias, la de una profesora de literatura comparada que decide irse de vacaciones y la de una estudiante de literatura comparada que alterna el cuidado de sus dos hijas con lecturas, audios y reconocimientos a su labor.

Nuestra profesora arrienda una pequeña casa y durante días comparte la playa con una familia prestante que en términos colombianos “es la dueña del lugar”. Se muestran algunas escenas en donde claramente esta familia no se sostiene trabajando a diario, es la causa de muchas travesuras en el pueblo y a donde llegan todos los habitantes parecen sentirse incomodados pero muy asustados para protestar. Como era de esperarse, nuestra profesora se enfrentaría unas cuantas veces a sus formas lo que traería disgustos. La estudiante, por el contrario, se ve inmersa a ciertas situaciones que hacen priorizar sus estudios, sus lecturas, sus libros y su trabajo. Sus hijas pequeñas exigen atención y cuidados, pero ella debe sobrellevar ambas cargas mientras su compañero está afuera trabajando. Es una pareja joven, se muestra que comparten, que disfrutan y que están aprendiendo a ser lo que se supone.

Mientras la profesora está de vacaciones y disfruta de lecturas y playa, recuerda su vida de estudiante, a sus hijas que por lo que entendemos ya no son cercanas ni exigen atención, y no muestran lo que pasó con su compañero. Esto ocurre porque en la familia prestante hay una pareja joven, que está aprendiendo a ser familia, tienen una hija pequeña que exige atención, cuidados y que en cierto momento se pierde. Estas situaciones hacen, quizás, que la profesora regrese al pasado y sienta que debió haber hecho más. Sin embargo, al final, podemos comprender que es la historia de una mujer, que tomó decisiones y que simplemente hizo lo que quiso a pesar de ser señalada, juzgada y cuestionada.

Quizás don Francisco también se enoje conmigo, se sienta defraudado y señale con falsa autoridad las formas en que hemos decidido componer nuestro hogar.  La sociedad se está repensando las familias. Somos una generación que se cuestiona si quiere o no tener hijos. Muchas razones presupuestales y sociales han hecho que la formación familiar incluya mucho más que mamá, papá e hijos. En mi casa, por ejemplo, somos los responsables de Cocora, Anny y Ares, que exigen más tiempo que un niño y que dependen totalmente del cuidado y del amor que les brindemos, y esto también es una elección de vida y una responsabilidad. Una gran responsabilidad.

Por ahora me quedaré en mi papel de tío, esta semana reafirmé que no estoy preparado para tener otra responsabilidad, que con las laborales y académicas es suficiente y que no está bien pretender cumplir esa lista de chequeo que se exige. Podemos decidir, podemos no repetir las formas de nuestros padres, podemos cambiar y ser diferentes, podemos elegir tener mascotas como hijos o simplemente no tener hijos de ninguna forma y eso está bien.

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