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Cultura  |  28 enero de 2018  |  12:00 AM |  Escrito por: Robinson Castañeda

Dunkerque: Un minuto de silencio por el tiempo perdido

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Dunkerque: Un minuto de silencio por el tiempo perdido

La cinta está nominada a los premios Oscar de la Academia.

Y del cielo se escucha el zumbido de un bombardero que se aproxima. No se ve. Los soldados no lo identifican pero está ahí cada vez más cerca. El rugido del motor es el de la misma muerte. Cuando esté a unos metros sobre su blanco soltará todo el arsenal de bombas y disparos de ametralladora y entonces sobre la playa de Dunkerque caerán miles de hombres que paciente pero inocentemente esperan ser rescatados por tropas aliadas.

Mientras tanto desde lo alto en ese mismo lugar, tres aviones se enfrentan a la fuerza aérea nazi. Son los únicos que por el momento pueden proteger a sus compañeros de la playa. El combustible está medido. El tiempo está contra y el mar bajo sus pies. No queda mucha munición así que hay que medir los disparos. De repente uno del grupo no responde. Acaba de ser derribado. Solo quedan dos.

En otra historia pero contada desde el agua y en el mismo lugar, un hombre mayor se dirige con su hijo y un joven intrépido que solo quiere hacer algo útil, a rescatar soldados ingleses y franceses de la playa de Dunkerque. Van en un yate casi turístico armados de la buena voluntad y mucho valor. Pero no están solos. Hay con ellos cientos de barcos más con la misma misión.

Estas son los tres relatos que se van tejiendo en la última película del director Christopher Nolan -Batman el Caballero de la noche- y que la semana anterior quedó entre las nominadas a los premios Oscar de la academia. La producción que se desarrolla en 1940, durante la Segunda Guerra Mundial, no es la mejor producción de este autor inglés que tiene acostumbrados a sus espectadores a que los personajes tengan mayores cargas sicológicas, al igual que sus guiones.

No se discute la excelente fotografía ni la perturbadora banda sonora presente siempre en el ruido de fondo. Con un sube y baja de emociones y que no podía esperarse algo diferente si su creador es Hans Zimmer. Tampoco se desconoce el trabajo de arte y menos el presupuesto.

Por lo demás Dunkerque es una obra entretenida que exige más concentración de la necesaria para llegar a nada en particular. Un giño quizás, el elemento experimental que este director plasmó en una de sus primeras obras llamada Memento. Ese ir y venir en el tiempo de la narración donde nos obligamos a ayudar a complementar la historia. Vamos de pasado al presente y futuro en lugares diferentes.

Luego de verla se puede decir que todo es dentro de lo normal. Al clima. Sobre el nivel del mar. No hay una actuación que sobresalga entre el reparto. Todas pasan desapercibidas. No hay una secuencia o una escena que se quede en la memoria y resulte ser iconográfica como otras producciones del mismo género, tipo la caída del halcón negro o fuimos soldados.

Dunkerque se queda corta y con deudas al espectador así muchos la alaben más como por no quedar mal. Y resulta tan regular en su néctar porque es la primera producción en la que Nolan tiene la obligación de contar un hecho importante de la vida real, como fue el ocurrido en las playas francesas durante la guerra. Puede ser ese uno de los ingredientes por los que esta película de alto nivel técnico, presupuesto y expectativa no genera emociones, discusiones, tertulias y otros efectos Nolan como ocurrió con Interstellar, El origen, la trilogía de Batman el caballero de la noche, solo por citar algunas.

Solo resta esperar qué trae el viento. Por el momento queda hacer un minuto de silencio a una hora 45 minutos que ya no volverán. Un homenaje al tiempo perdido en combate.

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