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Columnistas  |  26 mayo de 2022  |  12:00 AM |  Escrito por: Samaria Márquez Jaramillo

Para los perros también hay un cielo

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Samaria Márquez Jaramillo

Samaria Márquez Jaramillo

Cuando la luz del día oscurece, Kim, la niña guaguo de mi casa empieza a ponerse nerviosa y a pedir le abran la puerta. Así lo hacen y ella corre hacia la portada del condominio. Allí se echa sobre sus manitas, que se apoyan en la hierba y espera. De pronto siente mi presencia, yo entro, su mirada se llena de alegría y corre a recibirme, salta, yo le acerco mi cara. Sus lengüetazos lamen mi rostro, me mira como si intentara grabarme en ella.

Que no tienen alma los perros, dicen algunos. ¿Alguien lo sabe con certeza? En cuanto a que el ser humano tiene un alma, no hay duda. Y en cuanto a los demás seres vivientes, algo puso Dios dentro de ellos —llámese como se llame— que les permite vivir, disfrutar a su manera la existencia, multiplicarse y expresar sus estados de ánimo o las distintas reacciones que se originan dentro de ellos.

Cuenta una leyenda que cuando muere un animal, que ha sido muy cercano a alguien, llega a un lugar del cielo llamado Puente del Arco Iris. Del otro lado del puente hay prados y colinas para correr y jugar como les gusta, hay suficiente espacio, comida, agua y sol para que ellos se encuentren cálidos y cómodos. Todos los que han estado viejos, mutilados y lastimados, son restaurados y vuelven a estar llenos de salud y energía como se recuerdan en sus mejores momentos. 

El Papa Francisco aseguró en un discurso en el Vaticano que todos los animales después de morir van al cielo. En  ese discurso, dedicado al tema de la vida y la muerte, el Pontífice citó al apóstol Pablo que a un niño envuelto en lágrimas por la muerte de su perro le dijo: "Un día volveremos a ver a nuestros animales en la eternidad de Cristo".

Mi creencia, quizá bien parada en la sana interpretación del texto bíblico aunque no con la deseada profundidad filosófica, es que todo ser vivo tiene un alma, que es el principio de vida. Pero que los seres irracionales no tienen que salvarla pues no razonan y, por lo tanto, no tienen la facultad de elegir voluntariamente, un determinado comportamiento. Actúan por instinto. El ser humano, en cambio, con su capacidad de discernimiento, tiene la potestad de elegir entre lo bueno y lo malo y eso, precisamente, lo pone ante la disyuntiva de salvar o perder su alma.

Los perros tienen sentimientos. Los perros tienen pesadillas. Los perros tienen ombligo. Tienen memoria, los perros. Y el 28 de mayo es el Día Mundial del perro sin raza. ¡Celebrémoslo!

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