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Columnistas  |  27 mayo de 2022  |  12:00 AM |  Escrito por: Roberto Estefan-Chehab

La democracia no puede sucumbir

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Roberto Estefan-Chehab

Roberto Estefan Chehab                    

Lo decía Isaac Newton: …”se habla de construir paz, pero no se construyen puentes”; credibilidad implica confiabilidad ¿se palpa en el ambiente? ¡Tanta desinformación como estrategia! Lástima las mentiras, ¡que inmensa equivocación dedicarle años de odio y polarización a la educación de los niños de Colombia! ¿para destruir la democracia? o es formarlos como ciudadanos integrales, buenos seres humanos, creativos, soñadoras, respetuosas: instilar sentimientos de rabia y violencia, en la juventud, es una conducta criminal pues en sus corazones inocentes y ávidos de vida, futuro, amor, se siembra odio: estrategia, no compromiso. La guerrilla (que hoy nada tiene que ver con reivindicaciones sociales, ni derechos humanos, ni un sueño sensible) no solo está en la selva, las montañas, células urbanas: incursiona en el terreno de almas inocentes, apenas están despertando para convertirse en el futuro dirigente y proactivo de la nación. Desde la Constitución de 1991, en cuyo proceso de instauración hubo intereses oscuros, repase la historia y el contexto,, disfrazados de flexibilidad, respeto con las diferencias, las creencias, las tendencias, se inicio por desterrar el nombre de Dios, para universalizar el respeto al libre albedrío: Dios no es religión, no es un peligro, no es una talanquera: el concepto de Dios significa respeto y límites, humildad, amor, autoridad lo cual lejos de ser peligroso se constituye en un preámbulo absolutamente necesario para centrar al ser humano en cualquiera de sus procesos: no se puede hacer y construir lo que “se la da la gana a cualquiera” y el tiempo ha demostrado que en ese sentido, los años de mala interpretación de una constitución sin el “temor” (temor en este caso no es sinónimo de miedo)  de Dios solo han traído un retroceso absurdo en la escala de valores de la sociedad, se ha dado al traste con el respeto a la autoridad, la defensa de la vida (incluyendo a la naturaleza, el ambiente) con asuntos tan absurdos como llegar a llamar aborto a un asesinato de una vida de más de veintidós semanas en el vientre materno (ignorancia imperdonable) y, sin extenderme más, hacer eco y creerle al “todo vale” como lo hemos podido presenciar en las ultimas conductas de algunos personajes ávidos de poder. Cuando no se puede educar con respeto y autoridad, cuando lo de ayer es solo interpretado como moda pasada, cuando se descalifican las leyes naturales para ponerlo todo al servicio de un dios creado por intereses, bien calculados como una forma de lucha a largo plazo, como un escudo para protegerse de las consecuencias de un proceso criminal a largo plazo, se conduce al pueblo a un abismo y eso es precisamente lo que nos está ocurriendo: sencillamente la constitución se volvió Dios, asunto imposible de acreditar, y no propiamente una carta que garantiza convivencia sana. Hay que revisar profundamente la carta, con humildad, pero la firmeza suficiente para garantizar el orden y el respeto en la sociedad. Temas como el egoísmo y el cinismo que se traduce en corrupción, impunidad, anarquía, parten de esos manejos: la política no puede seguir confundiéndose con politiquería, ni el delito y la crueldad se pueden negociar en constantes procesos llamados de paz: es válido, en caso de rebelión, negociar volver a la institucionalidad pero no como una puerta para acoger a cualquier criminal que ve en ella una manera de burlar a la sociedad, mintiendo, prometiendo lo que no se cumplirá y dejando plantadas a las víctimas e incluso a sus mismos “compañeros”: Le endosan el problema de la responsabilidad al Estado y se sientan a disfrutar de su “propia paz” en curules, en figuraciones chocantes, en aspiraciones engañosas al continuar tramando y confundiendo: es que “el presidente no cumple,” “el sistema no sirve”, “hay que cambiarlo todo”. Tan fácil sentarse a no hacer nada y esperarlo todo. Suficiente caos. No somos un pueblo de enemigos. Es hora de reaccionar. [email protected]       

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