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Columnistas  |  28 mayo de 2022  |  12:05 AM |  Escrito por: Émerson Castaño

Francia Márquez y el discurso libre

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Émerson Castaño

Por Émerson Castaño

¿En qué ha cambiado la situación del país? Miremos lo siguiente: Jorge Orlando Melo–en su libro “Colombia: una historia mínima”– cuenta en esos tiempos de 1535-1550­– las diversas maneras aplicadas por los españoles para someter al pueblo indio: “…llegaron a Sogamoso, donde se incendió el templo forrado en láminas de oro, y a Tunja, donde el zaque Quemuenchatocha no pudo ocultar sus tesoros y obtuvieron un gran botín, que pagaba sus esfuerzos. Tisquesusa siguió la guerra y murió en alguna batalla, sin que los españoles se enteraran a tiempo ni encontraran sus tesoros…”.

Tisquesusa murió defiendo su pueblo. “El sucesor, Sagipa, se sometió a cambio de ayuda contra los panches, pero como no entregaba los tesoros imaginados fue sometido a un juicio por los españoles, en el que Quesada ordenó torturarlo pues como “infiel […] no se requería de tantos miramientos ni advertencias como a un cristiano”: Sagipa murió por las torturas, pero los españoles nunca descubrieron el tesoro del zipa…” (Melo, 2021, pág. 49).

Mirar al pasado, y darse uno cuenta de los atropellos que se cometían contra los pobladores de estas tierras colombianas, y luego hacer una comparación con la situación actual, los resultados nos indica que las cosas no han cambiado. Prevalece, como parte del paisaje, las torturas, masacres, la usurpación de tierras de campesinos, y lo más preocupante, sin que las autoridades lo eviten.  

A unos días de conocerse quién dirigirá el destino del país para los próximos cuatro años, el 24 de mayo del presente año, asesinaron a una lideresa social. Elizabeth Mendoza, junto con su esposo e hijo, fueron ultimados en Chaparral, Tolima.  

La violencia siempre ha recaído brutalmente contra la mujer. Volviendo al pasado, “…en Fusagasugá, el conquistador encargado de pacificarlos, acusado de dar indios, mujeres y niños a los perros y de empalar y violar a las niñas, no aceptó en su confesión sino haber matado cuarenta capitanes indígenas. Al Tundama cacique de Duitama), lo mató el encomendero, furioso por los pobres tributos que recibió” (Melo, 2021, pág. 50).

En el estado de cosas en Colombia, se habla más de corrupción que de violencia contra la mujer. Quizás ha sido lento el cambio con respecto a la concepción machista que prevalece de seguir viendo la mujer “como buenas amas de casa”. Sin embargo, poco a poco diferentes grupos de mujeres no han comido cuento y han superado coacciones domesticas logrando así obtener libertad. E incluso, ellas vienen construyendo un discurso político libre que les ha permitido hacer parte de las esferas de poder con fines de transformar y construir leyes a su favor.

Francia Márquez cuando le dijo al expresidente Cesar Gaviria “que era un neoliberal”, el expresidente no se incomodó por el calificativo, sino porque se lo expresó una mujer negra.

La esclavitud entonces no siempre se puede interpretar cuando una persona–hombre o mujer– le pertenece a otro sin que puedan desarrollar su autonomía. Más allá tal definición, la esclavitud también significa que no se pueda desarrollar la capacidad de discurso libre. Entonces, romper con dicho tipo de esclavitud, es permitirle al discurso libre que conduzca la acción política, y ello implica la prioridad de garantizarle a los grupos minoritarios  plena igual de habla en una comunidad liberal dada. Imaginada comunidad liberal en plena igual para todos, difícil que haya la intensión maliciosa de querer persuadir al otro con la negociación siguiente: “renuncia a tu derecho a votar y nosotros incrementaremos tu mínimo social”.

Si elegimos a Francia Márquez como nuestra vicepresidente, podemos avanzar en la construcción de una sociedad más libre.

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