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Cultura  |  05 junio de 2022  |  12:00 AM |  Escrito por: Administrador web

Diario del Quindío y las actas diarias del pueblo romano

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Por Josué Carrillo

Había en Armenia, hace muchos años, un periódico llamado Diario del Quindío, que los voceadores anunciaban todos los días: “Diario del Quindío con la tragedia”, y había los sin oficio que, por ahí parados, se los pedían prestado para ojearlo y luego devolverlo. Eran las épocas de los asesinatos casi cotidianos en la ciudad y las masacres en el campo. Cuando cesó la violencia, las tragedias eran menos, pero el anuncio seguía igual, como igual seguía la costumbre de pedirlo prestado, ojearlo y devolverlo; lo nuevo sí era la pregunta por la tragedia del día cuando no había nada que lamentar, a lo cual solía responder el voceador: “que más tragedia que la de tener que vender este pasquín”.

El periódico contenía básicamente una sección de noticias políticas y judiciales, otra dedicada a la vida social de las familias más pudientes del pueblo, sus matrimonios, nacimientos, viajes, defunciones, y otra de variedades como el horóscopo y un par de tiras cómicas. Por su forma y contenido pareciera que nuestro recordado Diario del Quindío se hubiera inspirado en las Actas Diarias del pueblo romano (Acta diurna populi romani), creadas por el emperador Julio César en el año 59 a. C. Las Actas Diarias vinieron a reemplazar las cartas que antes circulaban veloces por todas las vías pretorianas, militares y consulares para satisfacer la ansiedad de los habitantes ricos que vivían lejos de Roma por enterarse de lo que ocurría en la ciudad.

En estas Actas Diarias se publicaban las principales noticias de Roma, ellas se fijaban en ciertos lugares como los mercados, el foro y las termas, y se divulgaban copias por fuera de la ciudad. En las Actas Diarias aparecían los grandes acontecimientos, sobre todo los de carácter local, los debates en el senado, los discursos memorables, los acuerdos y desacuerdos entre magistrados o senadores; también contenían las notas más importantes de la vida social de las familias influyentes. En las Actas Diarias había espacio para anunciar los matrimonios, las separaciones, los nacimientos y los fallecimientos, y chismes farandulescos de los ricos y famosos de la ciudad. Y como los romanos vivían convencidos de que los astros ejercían una fuerte influencia en el destino del hombre, en las Actas también había una sección sobre astrología. En la página de los deportes, para decirlo en términos modernos, se anunciaban y se daba cuenta de combates de gladiadores y otros juegos; se avisaban ventas de esclavos y publicaban los precios de los principales productos del mercado. Hasta recetas de cocina las había en las hojas que a diario leían u oían los habitantes del imperio.

Desde luego que el contenido cambió con el transcurso del tiempo. Inicialmente las Actas se escribían en planchas metálicas o de madera encerada o pintadas con cal, luego se hicieron en papiros; la redacción estaba a cargo de personas especializadas, los diurnarii, algo así como los reporteros de hoy. Como los fulanos que sabían escribir no eran tantos y había que hacer muchas copias diariamente, la escritura, o mejor la copia, era tarea de personas libres que hicieron de esta su oficio y de esclavos, generalmente griegos, con buena educación. Y si quienes sabían escribir eran pocos, los que sabían leer eran aún menos, razón por la cual había los pregoneros o praecco, que se dedicaban a recorrer la ciudad para difundir las noticias, sentencias, leyes y proyectos de ley. 

Los ciudadanos de Roma mantenían atentos a la publicación de las Actas, las cuales tenían amplia divulgación, según se deduce de lo que le escribe Cicerón a un amigo suyo: “Estoy seguro de que te llegan las Actas Diarias, por lo tanto, no tengo necesidad de contarte noticias”. La información contenida en ellas era, como aún suele suceder, objeto de manipulación por personas ricas o poderosas. Los emperadores eran muy dados a figurar en las Actas y de que en ellas destacaran sus obras y sus discursos; igualmente, sus esposas eran muy amigas de aparecer en ellas y cuando hacían reuniones con gente de cierta categoría, les agradaba no solo ver sus nombres propios sino también el de sus invitados. De la misma manera, había quienes usaban la publicación en las Actas como un medio de propaganda o alabanza propia, como lo describe el poeta romano, Juvenal, en una de sus sátiras, en la que una esposa le dice a su marido, a propósito de su hijo recién nacido: “eres feliz por mostrar en las Actas Diarias la prueba de tu virilidad”.

Las Actas Diarias no solo eran leídas y consultadas por el grueso público, de ellas se nutrieron muchos escritores de la época, entre los cuales se pueden citar Plinio el Viejo; Séneca el filósofo, político e historiador romano; Juvenal el poeta y autor de sátiras del siglo I. De las actas no se conocen originales, quizás por lo perecedero de las placas de cera y las hojas de papiro en que fueron escritas; lo que se sabe de ellas se debe a la obra de escritores como tácito y Suetonio.

Estas publicaciones siguieron hasta cuando el emperador Constantino decidió trastear la capital del imperio romano a Constantinopla, en el año 330 d. C., lo cual significó el fin de las Actas Diarias del pueblo romano, las cuales fueron, como si aquí lo hubieran sabido, el modelo de nuestro recordado Diario del Quindío.

 

Fuentes

Casanova Félix (2017): Acta Diurna, el periódico de la antigua Roma.

Cuadrado, Luis Alberto Hernando (2007): Los Acta diurna y el registro periodístico.

Novillo, Miguel Ángel, (2022): Las Actas, el primer periódico de la antigua Roma. National Geographic.

Pruitt, S., 2015. 8 invenciones que debemos a los antiguos.

Smith, William (1890): A Dictionary of Greek and Roman Antiquities. Wikipedia

William Stearns Davis (1925): A Day in Old Rome: A Picture of Roman Life. Wikipedia

 

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