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Colombia  |  19 junio de 2022  |  12:00 AM |  Escrito por: Administrador web

Una era de disminución del consumo. El hambre acecha

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Jaime Alberto Rendón Acevedo

Director Centro de Estudios e Investigaciones Rurales (CEIR)

Universidad de La Salle.

 

No sé si se habrán percatado, pero el almuerzo diario, el corrientazo, es más costoso y las porciones son más pequeñas. Pero también ocurre en otros sitios, de mayor categoría, en restaurantes de comidas rápidas, o incluso en sitios gourmet. En efecto, de acuerdo con el Dane, la inflación anualizada de alimentos es del 21.6%, la inflación golpea con mayor fuerza a las familias pobres y vulnerables desde dos ópticas, su inflación anual es superior en un punto porcentual al promedio, y su gasto en alimentos tiene un peso en la canasta de bienes del 23% mientras que en la clase media es del 15.8% y en los ricos del 8.16%. Es decir, las familias pobres y vulnerables tienen un impacto tres veces superior al de una familia de ingresos altos, por la sola inflación de alimentos.

Ni el mundo, ni el país, se alcanzaron a imaginar los efectos primero de la pandemia y luego de la guerra de Ucrania y Rusia, así como de los problemas en la logística internacional. A las crisis del modelo de desarrollo, a los cisnes negros, verdes, las migraciones, la pobreza y la desigualdad, se suma ahora la nefasta gestión de los modelos de alimentación existentes. La propia ONU alertó que entre los meses de junio y septiembre (2022) el hambre aguda en el planeta aumentará en un 20%. Recuérdese que, en Colombia, uno de cada cuatro hogares solo alcanza a comer hasta dos veces al día. El 12.2% de la población está en condiciones de pobreza extrema, esto quiere decir en inseguridad alimentaria, y en las zonas rurales este porcentaje alcanza el 18.8%.

La ONU también advierte que, si bien hoy la situación de hambre se debe a la falta de acceso, la situación seguirá empeorando y se combinará para el año 2023 con falta de comida. Sin lugar a duda se trata de una situación catastrófica que adquirirá dimensiones globales hacia el año 2023. Las dinámicas de la guerra en Ucrania han implicado no solo una disputa por fuentes energéticas, control de espacios fronterizos o anhelos colonizadores, sino que está en disputa lo que se llama el “granero de Europa”. Solo Ucrania representa un tercio del suelo agrícola europeo, un gran productor de cereales, aceite de girasol y agroinsumos, entre otros. Un espacio de disputa en donde ya comienzan a evidenciarse los intereses de las grandes multinacionales del sector. Esto ha conducido a que algunos analistas empiecen a pensar en la especulación como una explicación a la escasez y por ende a la inflación.

A esto se suma, y es también una de las causas, la caída de los empleos y por ende de los ingresos. La situación de los mercados labores se ha venido complicando desde tiempo atrás, pero en particular desde la crisis del año 2008 acentuada por la pandemia. Los puestos de trabajo no se han recuperado en la misma velocidad en que se han destruido, entre otras razones debido a las sustituciones de trabajadores por las nuevas tecnologías, la revolución 4.0 y las inteligencias artificiales. La informalidad laboral es hoy la característica principal de los mercados de trabajo, y con ella la precarización. En la recuperación económica tras la pandemia, los mercados de trabajo han marchado más lento que el crecimiento económico, que ha estado soportado en los consumos propios de las aperturas y las nuevas situaciones de vida. Al normalizarse la vida cotidiana, el consumo se deberá empezar a acomodar a las condiciones de ingresos o, lo que es lo mismo, irá disminuyendo para adecuarse a las nuevas situaciones de los ingresos, aspecto que limitará hacia los años 2023 y 2024 las propias condiciones de crecimiento económico, que sumado a altas tasas de interés, aumento de los precios de los hidrocarburos y las llamados “bear market” o inversiones a la baja, son el camino expedito para la recesión esperada y que fue, en parte, ocultada por la pandemia.

Se trata entonces de una nueva realidad con otros parámetros de consumo, otras formas de vida de mayor austeridad, donde la necesidad de los alimentos hará desplazar o disminuir otros consumos, dificultándose la evolución de otros sectores económicos. El mundo está volviendo sobre una categoría aparentemente olvidada: los consumos necesarios y los consumos suntuarios. La nueva época será de los consumos necesarios y básicos, lo suntuario quedará para unas minorías privilegiadas.

Este es un escenario que tendrá que enfrentar el nuevo gobierno. Al parecer, las últimas dos semanas han permitido observar, en medio de los ataques, de los adjetivos y de cualquier cantidad de improperios, manifestaciones de entender las difíciles situaciones del acceso a los alimentos, pero también de la frágil evolución que empezará a tener el consumo. Ya están jugados y uno de ellos gobernará al país probablemente en una época tan difícil como pocas en la historia reciente. Es claro que se ha estado en guerra, en amenazas por el narcotráfico, en situaciones sociales y políticas complicadas, pero ahora se sumará la pronunciada polarización del país, el subconsumo o mejor la nueva era del consumo esencial, y lo que es peor el hambre generalizada.

Hay que empezar y construir una agenda para la sostenibilidad alimentaria es una urgencia y así lo entienden las regiones. La Orinoquía aceptó ya el reto de reunirse, de buscar opciones, de visualizar rutas que garanticen la alimentación, su producción en el territorio, con el cuidado de la naturaleza, la eficiencia energética y la búsqueda de la equidad social. Acompañadas claro está de decididas políticas públicas en pro del bien común. Eso claman las comunidades, las otras regiones que ya han comenzado a preparar los encuentros, para desde allí tejer los pactos para forjar la otra Colombia posible.

TOMADO DE REVISTA SUR

https://www.sur.org.co/una-era-de-disminucion-del-consumo-el-hambre-acecha/

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