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Columnistas  |  27 junio de 2022  |  12:00 AM |  Escrito por: Rafael Nieto Loaiza

Oposición ya

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Rafael Nieto Loaiza

Por Rafael Nieto Loaiza

Hay que aprender de los errores, corregir y después trazar una ruta hacia el futuro.

Las causas de la victoria de la izquierda: 1. Piensan y trabajan estratégicamente, a mediano y largo plazo, son proactivos y están permanentemente a la ofensiva. 2. Fueron capaces de asumir la vocería de diferentes grupos sociales, desde los indígenas hasta los sindicalistas. 3. Se presentaron como un alternativa de cambio para una mayoría ciudadana que está hastiada de los partidos. Que su triunfo fuera posible solo por el santismo y por politiqueros que han pasado por todos los partidos, es lo de menos. 4. Entendieron el valor de la cultura y de imponer su relato de país. Es la narrativa de la izquierda la que impera en los medios, en la academia, en las universidades. 5. Vendieron un imaginario de debacle social por cuenta del modelo de economía de mercado que no se compadece con la realidad. Hoy somos mucho menos pobres y menos desiguales que hace apenas veinte años. Una deslegitimación sistemática y paralela de nuestra democracia también tuvo éxito. 6. Aprovecharon la muy mala calificación ciudadana de la gestión de Duque. El gobierno fue un desastre en términos de cercanía a los ciudadanos y de comunicación política y socialización de su gestión. 7. Su intención de uribizar la contienda política, con Uribe en niveles de favorabilidad entre el 20 y el 30%, dio frutos. 8. Su campaña sucia erosionó la imagen de sus contendores y los puso a la defensiva. 9. Consiguieron que la juventud les creyera. Entre el 60 y el 65% de los jóvenes votaron por Petro.

No es menos cierto que si bien el ingeniero Hernández hizo una muy inteligente campaña hasta la primera vuelta, entre primera y segunda no hizo sino equivocarse. Atacó despiadadamente a los uribistas e insultó a los cristianos, sus votantes potenciales, no quiso reunirse con los militares y policías de la reserva, se fue a Miami en lugar de trabajar en Colombia, apenas se defendió de las feroces agresiones de Petro, se escondió de los medios en los últimos quince días, no tuvo estructura ni publicidad. En realidad, no tuvo campaña. Ahora comete un nuevo error: en lugar de asumir la vocería de esos diez y medio millones de votantes, la inmensa mayoría de ellos antipetristas, anuncia que no hará oposición. Yo creo que es su deber legal, porque esa curul la recibe precisamente en virtud del Estatuto de la Oposición, pero ese es otro debate.

Petro despierta grandes incertidumbres. La duda de fondo es si gobernará con respeto de la democracia, el estado de derecho, la propiedad privada y la economía de mercado, y tendremos elecciones en cuatro años, como la izquierda vegetariana de Brasil y Uruguay, por ejemplo, o si después de llegar al poder por el voto cooptará las instituciones, sobornará a los militares y a los magistrados, cambiará la Constitución, impondrá un modelo socialista y se atornillará al poder, como la izquierda carnívora de Bolivia, Nicaragua o Venezuela.

Entre la democracia y el autoritarismo, entre el respeto de las libertades y su violación, entre la economía de mercado y el socialismo, entre el futuro y el suicidio.

Hay que estar preparados para los dos escenarios. Si Petro es un carnívoro como lo muestra todo su pasado hasta estas elecciones, no mostrará ni garras ni colmillos sino hasta que tenga el control de los factores de poder que le aseguren su permanencia en el gobierno. Por ahora y por los próximos dieciocho a veinticuatro meses, no los tendrá.

Mientras tanto, sabiendo como se sabía que no le costaría ningún trabajo conseguir mayorías en el Congreso, hay que empezar de inmediato a pensar y trabajar estratégicamente para hacerle oposición, denunciar y combatir cualquier política antidemocrática y empobrecedora del nuevo gobierno y prepararse para ser alternativa de poder en el 2026.

La oposición es solo una opción sino un deber. La democracia no existe si no existe oposición real, firme, vigorosa. Oposición serena, decente, argumentada, capaz de reconocer y apoyar lo que el gobierno haga bien, pero oposición franca y directa.

Para ello son indispensables los nuevos liderazgos. Lo que más quisieran Petro y la izquierda es que continuaran los actuales, desgastados y estigmatizados. La renovación democrática es una urgencia.

 

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