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Cultura  |  28 septiembre de 2017  |  12:00 AM |  Escrito por: Edición web

¿Y si el Nobel de 2017 escribe en español?

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Sí, es un juego literario. ¿Pero qué tal si el jueves de la proclamación nos dan la buena noticia?

*Por Juan José García Posada
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En tertulia de amigos de la lectura nos dedicamos hace tres días a conjeturar sobre quién sería el escritor que a nuestro juicio debería ganar el Nobel de Literatura en octubre y se nos ocurrió lanzar una hipótesis que puede no ser desatinada: En el idioma español hay autores que reúnen méritos y prestigio suficientes para alcanzar este año el que hasta ahora ha seguido siendo el máximo premio de las letras universales.

Siete años han transcurrido desde cuando en octubre de 2010 se distinguió al peruano español Mario Vargas Llosa. Ningún argumento sería convincente para negarle a otro cultor de la buena literatura en nuestra lengua el derecho a figurar en la galería de los inmortales de la llamada república de los libros. ¿Quién sería? Hicimos una encuesta, sencilla y heteróclita por cierto y después de elaborar una lista de diez candidatos procedimos a votar hasta llegar al ranquin que encabeza el periodista e investigador Arturo Pérez Reverte, tal vez el más fecundo de todos y cuya audiencia es creciente en el orbe panhispánico.

Tres condiciones del Nobel

¿Que el jurado del Nobel sigue sosteniendo los estándares de calidad estilística adoptados desde el comienzo? ¿Que la literatura, para que pueda propagarse, no debe ser por completo ajena a las estrategias de mercadeo y ventas que despliegan las editoriales? ¿Que la perdurabilidad del libro como conquista inmensa de la inteligencia no debe ser por completo refractaria a ciertas condiciones razonables de la industria del espectáculo?

Esos tres requisitos están presentes en la producción de personajes como Pérez Reverte: La calidad es incuestionable, las garantías de éxito en las ventas están sustentadas por empresas editoriales y cadenas de distribución competitivas, el lanzamiento de un nuevo libro de este escritor está antecedido y rodeado de espectacularidad legítima. Nada menos ahora estamos pendientes de la aparición de Eva, la segunda novela de una serie que inició hace un año con Falcó, un espía de tiempos de la Guerra Civil Española.

Si no se trata de autores de esa talla y esas características, cuyo radical compromiso con la literatura no sería sensato poner en duda, sobrevendría otra vez el riesgo de una decisión tan desconcertante y cuestionable como la del año pasado, cuando el Nobel se le otorgó a Bob Dylan, quien, si acaso, ha publicado dos libros en su vida y no tiene ninguna novela, ningún ensayo que puedan acreditarlo.

Es preciso hacer una aclaración: Estos pronósticos ninguna relación tienen con los de las empresas de apuestas que han emergido en los años recientes en vísperas del otorgamiento del Nobel. El nuestro ha sido más bien un divertimento, un juego de amigos de los libros, despojados de intereses y muy distantes de los negocios, las ventas y las estrategias comerciales de las grandes editoriales, así como también de posibles sesgos políticos o ideológicos. En primer término, lo que nos importa es el encanto de la literatura, así como cuando presenciamos un partido de fútbol nos atrae y apasiona el deporte, sin que nos interese la danza de los millones que alucina a los ases del balompié.

Candidatos de siempre

Los apostadores tienen desde hace algunos años su lista de candidatos al Nobel de Literatura, así como, quién quita en esta época de crisis de las certezas, podrían tener su nómina de postulados al santoral. En este año, de acuerdo con datos de varios periódicos europeos como El País, siguen figurando el japonés Haruki Murakami, el estadinense Philip Roth, el checo Milan Kundera, el judío Amos Oz, el español Javier Marías y el keniano Ngugi Wa Thiong’o.

La influyente casa apostadora londinense Ladbrokes ha agregado a esa lista los nombres del poeta surcoreano Ko Un, del chino Yan Lanke, el norteamericano Don Delillo, el poeta sirio Adonis, la canadiense Margaret Atwood y el fenomenal ensayista italiano Claudio Magris. Si fuera jurado me decantaría por éste y lo pondría a competir con Pérez Reverte. (Los datos básicos de todos estos autores pueden encontrarse a un clic de distancia, en la internet).

Los diez en español

Una primera consideración aclaratoria: Esta lista es apenas el resultado de un coloquio presencial y por whatsapp entre amigos de la literatura, de un juego, de un entretenimiento. Por supuesto que no renunciamos a tener nuestras razones, a sabiendas de que ya debió vencerse el plazo para que presentáramos nuestros candidatos al análisis del jurado y de nuestra incompetencia absoluta para hacer lobby más allá de la salita de encuentros de la librería o de la mesa de una cafetería universitaria.

Por orden de votación hemos propuesto a estos autores en español, con una extraña confianza en que algún día reconocerán el acierto de nuestro ranquin:

Arturo Pérez Reverte se quedó con la mayoría de los votos: “Su producción es muy amplia. Cubre muchos géneros, el proceso investigativo es muy riguroso, el manejo del lenguaje es impecable”. Tal es el dictamen de una de sus lectoras. Su pertinacia en la literatura (a pesar de algunos altibajos en ciertas obras como Trafalgar), su reconocimiento del periodismo y la historia como fuentes literarias esenciales y su personificación del escritor íntegro, son méritos de Pérez Reverte. ¿Qué tal la serie del peligroso espadachín el Capitán Alatriste, o las novelas La piel del tambor, El club Dumas, La carta esférica, La reina del Sur, El tango de la guardia vieja y Falcó?

Le sigue la prolífica Isabel Allende, cuestionada por quienes no ven más allá del glorioso Nobel García Márquez, pero también dueña de un estilo cautivante y una capacidad de extender al espectro universal situaciones individuales y episodios plenos de valor testimonial. La casa de los espíritus, Retrato en sepia, Inés del alma mía, Eva luna, El amante japonés y Más allá del invierno, la acreditan.

En el tercer puesto convinimos al mexicano Fernando del Paso, el mismo de Noticias del Imperio. De cuarto quedó Eduardo Mendoza, reciente Premio Cervantes: El tocador de señoras, Riña de Gatos. El quinto es un personaje femenino, Rosa Montero, Como lágrimas en la lluvia. El sexto puesto lo merece Fernando Savater, discutible como novelista pero magnífico ensayista. La sexta es la muy crítica Almudena Grandes, con obras como Los pacientes del doctor García. Sergio Ramírez, novelista emblemático de Nicaragua (Margarita está linda la mar), para el octavo. El narrador y radioperiodista canario J.J. Armas Marcelo quedó de noveno. Y el argentino César Aira es el décimo, aunque en las listas de los medios europeos ha clasificado mejor.

Sí, es un juego literario. ¿Pero qué tal si el jueves de la proclamación nos dan la buena noticia de que el Nobel de este año es un escritor en lengua española? ¡La literatura es para imaginar, para soñar, para sentir la cercanía de mundos paralelos!

 

 

 

 

 

 

 

 

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