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Región  |  06 febrero de 2018  |  08:14 AM |  Escrito por: Rubiela Tapazco Arenas

Solo el perdón nos conduce a la paz

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Por Luis Fernando Rojas

Es domingo 4 de febrero, en Quimbaya, mi pueblo natal, en el que he vivido durante mis 53 años y de donde son también mi esposa, mis dos hijas y mi nieta. Son las 10:00 a.m. y se respira un aire fresco y liviano y las gentes vienen y van. Van al mercado a comprar lo que alcancen para surtir su despensa. Otros van con devoción a la misa a pedirle al altísimo salud, trabajo y mucha paz: " ...La paz esté con vosotros, pueden darse fraternalmente el saludo de paz" dijo el padre en el momento más solemne de la misa, y mis paisanos se abrazaron y se dijeron : "La paz esté contigo hermano".

Afuera de la iglesia otro grupo de quimbayunos, todos conocidos, esperaba la llegada de Rodrigo Londoño Echeverri, quien en sus épocas de combatiente guerrillero se hizo llamar "Timochenko".

"Timo" como le dicen sus allegados, dijo que por virtud del acuerdo que él, en representación de la guerrilla de las Farc firmó con el presidente Santos, y que fue refrendado por toda la institucionalidad colombiana y la comunidad internacional, decidió inscribir su nombre como candidato a la presidencia de la República, y dijo también que iniciaría su gira nacional como candidato, en su tierrra natal, el departamento del Quindío.

40 años atrás, tal como lo relata mi hermano, en su libro Timochenko, el último guerrillero, Rodrigo salió de la reunión que se realizaba en la Casa del Pueblo de Quimbaya, ese sábado; se subió a una camioneta que lo esperaba afuera, echó su morral verde oliva y sus botas de caucho, se despidió de sus compañeros levantando su mano con la V de la victoria, y desapareció.

Quienes lo esperaban hoy, eran muchos de los amigos, de los que se despidió aquella tarde de hace 40 años. Querían reencontrarse con él, tal vez para reclamarle por su decisión de haber tomado el camino de las armas, en una guerra sin sentido, que solo produjo muerte, odio, desolación y venganzas.
Yo, como de costumbre, en cumplimiento de mi profesión de periodista y director del periódico Generación 100, salí con mi libreta de apuntes y mi cámara fotográfica a hacer mi trabajo. El ex-jefe de la guerrilla más vieja del mundo en Quimbaya, es una noticia, que no se da todos los días. Pensé.

Una vez me instalé en el salón del bar Buenavista, en plena plaza de Bolívar, y mientras desenfundaba mi cámara para registrar la llegada del personaje, se empezaron a escuchar gritos y arengas de otro grupo de paisanos, la mayoría quimbayunos, todos conocidos míos, con muchos de los cuales he compartido ratos amenos en las cafeterías del pueblo mientras degustamos el sabroso café que ahora se toma en Quimbaya. Salí al balcón del bar y pude ver a mi amiga Edith Sierra, dueña de una de esas cafeterías, en la que precisamente, 15 días atras, me reuní con el ex-alcalde de Quimbaya y hoy candidato de Cambio Radical a la Cámara, John Édgar Pérez, para grabarle una entrevista. Recuerdo que le dije: "Edhit regálenos un espacio y un par de tintos, yo le hago una entrevista a 'Pereita', usted sabe que estamos en campaña y hay que entrevistarlos a todos, sin excepción para que la gente sepa lo que piensa y propone cada uno" y ella me contestó: "Claro amigo, bien pueda, y muy bien que los entreviste a todos".

También pude ver a mi amigo Albeiro López, el hermano del famoso 'Papito mijo' mi gran amigo. Más atrás pude distinguir al 'viejo Toño' Antonio Vigoya, quien además de amigo es primo de mi esposa.

Al principio, el grupo no era muy numeroso, pero en la medida que estos promotores gritaban : "fuera Timochenko asesino, violador de niños, hijueputa matón... el grupo creció. Llegaron otros quimbayunos, todos conocidos y se sumaron a las arengas.

La gira de Rodrigo Londoño empezó en Armenia el viernes pasado, y allí también salieron algunas personas a reclamerle con violencia por sus actos como guerrillero. Los organizadores informaron a la comitiva del candidato que en la plaza de Quimbaya el asunto se estaba calentando y ellos por seguridad del candidato, decidieron cancelar la visita: "Nosotros firmamos un acuerdo de paz, entregamos las armas, desmovilizamos nuestros frentes, nos acogimos a las reglas de la democrácia, le hemos pedido perdón a las víctimas, y estamos cumpliendo. Lo que menos queremos son enfrentamientos con la población. Nosotros estamos es por la verdadera reconciliación de la sociedad colombiana. Entendemos que por lo sucedido en más de 50 años de guerra, haya resentimientos y dolor, pero nosotros vamos a cumplir. Por esa razón el compañero Timo, decidió cancelar su presencia hoy en Quimbaya. A ustedes gracias por venir y será en otra oportunidad".

Cuando empezamos a salir, los manifestantes, que no sabían lo que adentro del salón pasaba, ya se comportaba como una turba enardecida. La emotividad superaba cualquier raciocinio y lo que expresaban era un odio desenfrenado y desbordado.

Yo salí del recinto, con la convicción de que quienes protagonizaban tan bochornosa demostración de irracionalidad, sabían que mi presencia en ese lugar, obedecía exclusivamente al cumplimiento de mi profesión de periodista, pero ¡vaya sorpresa! Ví a mi amiga Edith que se avalanzó sobre mí, gritándome con todos sus pulmones: Asesino, guerrillero. Fuera, fuera...

Mi amigo, el 'viejo Toño' me lanzó una patada que logré esquivar, mientras acompañaba el coro de improperios.
Mientras los agentes de policía, me cubrieron, recordé cuando mi hermano mayor, Rigoberto me contó que cuando empezó la Violencia del 48, en Génova, él estudiaba bachillerato y tenía una barra de amigos, con los que jugaban fútbol, jugaban billar, iban a fiestas, en fin, eran lo que los muchachos de hoy llaman 'parceros'. Cuando a mi padre le hicieron un atentado en su propio negocio, que casi le cuesta la vida. Tiempo después Rigoberto supo que el autor del atentado había sido uno de sus mejores amigos de la barra.

Ahí entendí que el odio que construyen en la sociedad algunos 'dirigentes' es el combustible que necesitan para perpetuar las guerras, de las que solo ellos se benefician, mientras las familias, los amigos, los pueblos y el país se destruye, se matan entre los unos a los otros.

Ahora solo espero que el próximo domingo, cuando el padre diga en la misa: "podeis daros fraternalmente el saludo de paz" mis amigos: Edith Sierra, el viejo Toño, Albeiro y todos los demás que me gritaron asesino cuando salí del bar, me den su abrazo sincero de paz. Y que nunca más el odio y la irracionalidad, se apodere de ellos, ni de ningún otro quimbayuno, quindiano y colombianos.

Colombia va a construir la paz, tenemos que hacerlo. Soy optimista de que finalmente lo lograremos.

Luis Fernando Rojas. Comunicador social. Director del periódico Generacion 100.

 

 

-Comunicador social, director del periodico Generacion 100.

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