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Columnistas  |  07 agosto de 2022  |  12:01 AM |  Escrito por: Agostino Abate Pbro.

La carta

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Agostino Abate Pbro.

En memoria de Eugenio Scalfari escritor y fundador del diario italiano la Repubblica que conjugó durante toda su vida el periodismo con el compromiso civil y político radical antifascista. Murió el 14 de julio de 2022 a la edad de 98 años.

Por Agostino Abate

Francisco que llama al teléfono es también el Papa que contesta a las cartas. También a las que le escriben por medio de la prensa. Lo hizo sin renunciar a su estilo hecho de dulzura y claridad.

Francisco, el 12 de septiembre de 2013 quiso contestar a Eugenio Scalfari director y fundador del diario italiano La Repubblica. Este último, en dos ocasiones, el 7 de julio y el 7 de agosto, había comentado en su diario un documento papal en una actitud más intelectual que de búsqueda interior. “Tengo una cultura iluminista y no busco a Dios - declaraba en su segunda intervención- opino que Dios sea una invención consolatoria y fascinante de la mente de los hombres”.

No obstante, usase una cierta dureza en sus modales (“Las respuestas que los Papas no dan” era el título del editorial de julio) Scalfari presentaba una serie de preguntas, a las cuales Francisco respondió puntualmente en la carta del 12 de septiembre subrayando la necesidad de dialogar sobre una realidad tan importante como lo es la fe. Este, recordó el Papa, era uno de los objetivos principales del Concilio Vaticano II. Objetivo que se ha hecho todavía más urgente por dos distintas circunstancias. La primera, de carácter cultural, la paradoja según la cual la luz de la fe es percibida como oscuridad de la superstición por el mundo contemporáneo y la segunda ligada más expresamente a la experiencia de fe: el diálogo no es un accesorio segundario al creer, sino una expresión íntima e indispensable.

No es un razonamiento abstracto, y el Papa lo recalca con un testimonio personal: “La fe, para mí, nació desde el encuentro con Jesús” –añadiendo que- “sin Iglesia, nunca hubiera encontrado a Jesús”.

Es precisamente gracias a esta profunda convicción interior que el Papa, dirigiéndose directamente a Scalfari se declara supremamente bien dispuesto “a escuchar sus preguntas, y a buscar junto a Ud. las vías a lo largo de las cuales podemos, tal vez, comenzar a hacer un tramo de camino juntos”. Fue precisamente a raíz de estas palabras que los dos se hicieron grandes amigos en los años siguientes.

Se parte desde Jesús, desde lo “concreto y escueto de su historia” así como nos la cuentan los Evangelios. “La singularidad de Jesús es por la comunicación, no por la exclusión” advierte Francisco. Y explica: “Vivir la fe cristiana, no quiere decir fuga del mundo o búsqueda de alguna clase de hegemonía, sino servicio al hombre y a todos los hombres”. “¿También al pueblo judío?, preguntaba Scalfari.

Bergoglio recuerda su amistad con muchos judíos en Argentina, luego cita a San Pablo para confirmar que “nunca se acabó la fidelidad de Dios a la alianza estipulada con Israel”. De la misma manera, la fe de los judíos es ahora el modelo de una espera que acomuna a todos los hombres.

“¿Un no creyente puede ser perdonado?”, preguntaba Scalfari. “Ciertamente”, contesta el Papa, porque “la misericordia de Dios no tiene límites” y porque “el pecado existe también para el que no posee la fe, cuando procede contra su conciencia. Escuchar y obedecer a la conciencia significa, de hecho, decidir frente a lo que se percibe como bueno o como malo. Y acerca de esta decisión se juega la bondad o la maldad de nuestro actuar”.

Todavía se hace más articulada la reflexión sobre otros interrogantes formulados por el director y fundador de La Repubblica: “¿es condenable la teoría de que no exista una verdad absoluta?”. Aquí el Papa hace una distinción en la terminología. Si “absoluto” se le entiende en su valor etimológico “desvinculado”, “sin ninguna relación” es correcto excluir que pueda existir también para el creyente una verdad absoluta. Porque “la verdad, por la fe cristiana, es el amor de Dios por nosotros en Cristo Jesús. ¡Por lo tanto la verdad es una relación”! Esto no quiere decir que la misma verdad pueda ser considerada “variable y subjetiva” por lo contrario “ella se nos ofrece siempre en un camino y en una vida”.

En cuanto a otra duda de Scalfari (aquella por lo cual con la extinción de la humanidad se extinguiría también el pensamiento que la humanidad tiene acerca de Dios) Francisco vuelve a afirmar que Dios no es el fruto de una actividad de la imaginación, sino que “es una realidad con la “R” mayúscula. Es Jesús que nos reveló esta realidad. Dios no depende por lo tanto de nuestro pensamiento”. Coherente con la discreción con la cual se le conoce, el Papa se despide definiendo “intento provisional, pero sincero y lleno de confianza” las respuestas a las preguntas que le hizo el director de La Repubblica. El cual, por su parte, confiesa haber encontrado “escandalosamente fascinante” la amplitud de la visión del Papa Francisco.

Me parece que este diálogo pueda ser, no solamente por los contenidos sino también por la metodología del mismo diálogo, una especie de manifiesto del Atrio de los Gentiles, en alusión a un espacio adyacente al templo de Jerusalén donde podían acercarse los curiosos, los inquietos por el arte y la cultura, los buscadores de la verdad y los hombres religiosos de otros pueblos y de otros dioses de los Gentiles,

Hay una frase, sencilla y magnifica al mismo tiempo, pronunciada por Francisco en este diálogo que sería bueno tener presente siempre: “El creyente no es arrogante; al contrario, la verdad lo hace humilde”.

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