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Cultura  |  14 agosto de 2022  |  12:00 AM |  Escrito por: Administrador web

Los seres diminutos

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Este texto fue escrito por Miguel A. Rivera L, y hace parte del libro antológico La radio en el Quindío.

Estábamos en mitad del siglo XX; los niños nos sorprendíamos ante cualquier novedad, un cuento, una historia, un viaje, entre otros. Nuestras mentes estaban ávidas para recibir todo tipo de información, fuese cual fuese.

Mi memoria trae imágenes difusas: me despierto, un amanecer, una ventana, mi madre en los quehaceres propios de la cocina y de pronto, las voces y canciones que “salían” de un aparato, para mí extraño en ese momento. Nunca lo había visto; estaba encima de la mesita de noche y después me enteré que se trataba de un radio.

En lo más recóndito de mi memoria recuerdo que las voces decían: Radio Metropolitana, y a continuación el nombre de una canción ranchera y del intérprete o cantante mexicano de aquellos años, Pedro Infante o Pedro Vargas.

Esos fueron mis primeros contactos con ese aparato del cual salían voces y música, algo extraordinario para mis escasos seis añitos.

Era la época de la lectura “obligada” de los cuentos o comic´s, entre los que recuerdo especialmente a Tarzán, El Llanero Solitario, Súper Ratón, Superman, Aquaman y otros. Los cuentos de Superman me encantaban porque en unos episodios lo mostraban joven acompañado de Superchica, y en otros, adulto como Clark Kent y su amiga Luisa Lane.

Eran fantásticas las historias del hombre de acero. Recuerdo especialmente los episodios que mostraban el interior de su gruta en el Polo Norte, donde tenía una ciudad diminuta entre una capsula de vidrio, que según la historia, se había salvado de la catástrofe del planeta Kryptón, del cual había llegado Superman.

Esta ciudad era cuidada y conservada bajo condiciones especiales de temperatura, luz, aire y otros, para que sus habitantes no murieran. Realmente era grandioso ver e imaginar esa ciudad donde entreverados con edificios y casas, había algo así como bombillos alargados y encendidos que le daban aspecto futurista.

Esos bombillos, con forma de tubos para mí, fueron los que vi por entre los agujeros de la parte posterior del radio e inmediatamente los asocié con las aventuras de Superman, por tanto creí y esperé ver a diminutos seres con sus guitarras y trompetas saliendo de su interior.

No puedo precisar cuánto tiempo transcurrió. Esperaba y mientras esperaba que aparecieran esos pequeños seres, imaginaba cómo harían para conseguir alimentos, cómo para bañarse, para cambiarse de ropa… en fin todo un misterio; hasta que en compañía de un primo, amigo de todas las aventuras de niño, nos dimos a la tarea de encontrar esos pequeños seres y con destornillador y cuchillo en mano empezamos nuestra misión.

Destapamos el radio, toda una incógnita para nosotros, y como estaba desenchufado no prendieron los bombillos o tubos que llamábamos. Como niños curiosos e inquietos, metimos el destornillador por aquí, por allá, por encima, por debajo y nada. Pensamos: “Ah… es porque está desenchufado y a oscuras ellos no van a salir… enchufémoslo”.

Ahí sí fue la de Troya. Qué susto…salieron chispas (como rayos) y luego de unos instantes, silencio… solo salía humo. Me salvé de la muenda (pela) porque mi mamá llegó tarde, a mi primo creo que todavía le duelen las nalgas.

Fue cuando nos explicaron que los que hablaban y uno escuchaba en la radio, estaban en unas oficinas y transmitían por medio de un micrófono y las voces viajaban como ondas por el aire.

Creo que la verdadera razón por la que me grabé esa explicación y aprendí de manera incipiente el funcionamiento del radio, fue por miedo a la muenda que tenía anunciada, porque nos quedamos unos buenos días sin radio y la familia con lamentarse, acrecentaba mi miedo por haber dañado lo más importante de la casa y por haberlos dejado “incomunicados”.

Después de este episodio y cuando compraron un nuevo radio, me convertí en centinela para que nadie le hiciera daño, creo que era de marca Philips.

Pocos años después y de manera general, recuerdo algunas emisoras de la época, Nueva Granada, Radio Continental, Emisoras Mil 20, Nuevo Mundo, Radio 15, Emisora Monserrate, La Voz de Bogotá, Radio Melodía, Radio Latina y la muy mencionada Radio Santa Fe.

Tiene espacio en mi memoria el recuerdo de que a través de la radio publicitaban el concurso del futbol profesional, Totogol, como también el de las apuestas de la hípica el 5 y 6.

Vale la pena recordar propagandas o cuñas radiales en emisoras de antaño: Mejor mejora Mejoral, El dolor le tiene miedo a Dolorán y una que hacía mención al náufrago del cuento de García Márquez, Fécula Duryea.

Deseo terminar este breve relato con una cuña que hizo historia, por lo menos en la ciudad de Bogotá, “Tarde o temprano su radio será un Philips y Murcia se lo vende”.

Noviembre de 2021.

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