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Columnistas  |  15 agosto de 2022  |  12:00 AM |  Escrito por: Carlos Alberto Agudelo Arcila

…Vertebra el viento en verde poesía

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Carlos Alberto Agudelo Arcila

Carlos Alberto Agudelo Arcila

I

EN UNA PIEDRA recién nacida se desmitifica un cielo donde ángeles y arcángeles hacen una saturnal con la omnipotencia de Dios. Una hormiga vertebra el viento en verde poesía. La naturaleza saca las uñas, le desgrana ojos de domingo a una gota de rocío. Millares de ojos gritan su reumatismo erótico al ser lanzados al abismo del pensamiento humano, despiertan la sangre de diez y seis ciegos, invitan a observar el cortejo del fantasma de Salvador cuando peregrina en el lienzo la epifanía de su carcajada. Sucede un martes, en el momento de levantar iglesias y sepulcros, hora finisecular del caballo con sus orejas contra la tierra.

II

CONOZCO AL FELINO cuando salta desde sus ojos el gravitar feroz en coloquio de mansa paloma. Conozco la sed y la esperanza y la angustia y la trinchera del alma. Conozco la telaraña tejida de sombras nocturnas y el recuerdo del hombre acribillado desde el balcón del tiempo. Conozco el croché de luz, el mantel de nubes sobre el comedor del día. Conozco el rocío y la circunstancia donde se amamanta mi asombro. Conozco del andar incierto, de la meta imposible y del mundo empolvado en llagas. Conozco de ropa tendida en el alambre de la vanidad, la mano vacía de migajas de Dios. Conozco del no regreso, de la fruta podrida en las entrañas de la sed, de manos ensangrentadas por el día a día. Conozco el hueso relamido por el grito, zumbidos de vida, desahuciados alimentando su fe con salmuera de zopilotes. Todos saben qué conozco, no obstante ignoran el conciliábulo en mi sangre cuando encarno los fantasmas de la poesía.

III

TENER EL ARROJO de escribir un poema sobre el filo de una mañana luminosa, ponerlo frente al espejo donde se refleja un firmamento taciturno. Más tarde observar si el poema brilla por sí solo y si así sucede empezar a cortar nuestros dedos, nuestra piel entera y dejar en nosotros abiertas las entrañas hasta perpetuar nuestro cadáver, el cual escribió un poema, mientras el poema le hizo de las suyas y acabó con las ilusiones de plasmar una gota de azul sobre la página en blanco.

IV

LA CABEZA DEL decapitado descansa sobre una piedra en el camino, da sus primeros pasos hacia el mundo de los sueños. Anhela un cuerpo. Poco a poco su sueño en el sueño se hace realidad, él se piensa como hombre, la nueva vida se torna carne de mujer. La cabeza del decapitada estancia en otra semblanza, se ruboriza ante su desnudez. El resto del cuerpo de la cabeza del decapitado se puso la cabeza de una mujer decapitada. Ahora la cabeza de la mujer decapitada se mira en el espejo, se asombra de pertenecer a alguien.

 

V

TRES PERROS LADRAN. El primero ladra a un ladrido en el suelo. El segundo ladra a una sombra de un ladrido en busca de su padre, ladrido abandonado por un perro, el cual acabó mudo de por vida. El tercero ladra a ladridos sin perros. Ladridos, perros a imagen y semejanza del ladrido. Ladridos sin pelaje, sin olfato, sin obediencia. Ya son hombres, aúllan, son eco perenne, espectros de cuanto los abasteció de ladridos. Son poemas, ladran, se olvidan del perro autor, no les importa nada, solo un mordisco, hueso encarnado de su tiempo.

VI

EL VIENTO JUEGA con la bandada de pájaros, ventea. La bandada de pájaros revoletea en el viento, trina. Pájaros y viento sumergidos dentro de sí mismos. Viento de pájaros sin susurro alguno. Pájaros de viento en silencio.

VII

HOJAS DE VIENTO. Viento de hojas. Amarillo viento. Viento de viento muerto. Hojas de viento vivo. Todo se observa a la orilla de la casa por construirse.  

 

 

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