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Columnistas  |  18 agosto de 2022  |  12:00 AM |  Escrito por: Samaria Márquez Jaramillo

La subversión literaria en una novela

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Samaria Márquez Jaramillo

Samaria Márquez Jaramillo

El bélico y sangriento Siglo XX se llevó consigo la Primera y Segunda Guerra Mundial, algunas de las peores dictaduras de la historia, el muro de Berlín y un mundo que giraba alrededor de la idea de lo real y de lo que se consideraba como verdad y que pedía a gritos una literatura liberadora

Hoy se presenta para Colombia el Premio Nacional de Novela inédita escrita por Mujer, Ministerio de Cultura. La suscrita, autora de esa novela, obsequia a sus lectores parte del capítulo 7 de la obra en mención, catalogada como una subversión literaria y titulada Ojos de Gata Ciega: enseguida va ese capítulo:

“Explicaré porque no quise ser madre.   Hoy, años después, sueño que hubiese podido dar a luz un ser sano. Una hija a la que habría mirado y dicho: No quiero que seas un inmaculado paquete, que un día alguien abra, para extraer todo lo bueno que lleva dentro. Te quiero mujer, con toda la grandeza que ello conlleva y sin renunciar jamás ni a tu vida ni a tu inocencia ni a tu decencia ni a tu honor y menos a tu auto valía. Te quiero mujer.  Mujer. No vagina abierta. No óvulo fecundado. No vientre en espera de ser habitado. Te quiero mujer antes y después del coito.  No soy madre, porque así lo decidí.  Gritarme asesina, es tan inhumano como incorrecto. Tan innoble como desleal. Tan estúpido como perverso.

Agoté mis posibilidades de argumentaciones para justificar la razón de mi aborto. Además, la explicación me salió muy incoherente. Son cosas de esa tendencia que tengo a justificar cada uno de mis actos, aunque nadie me pida explicaciones sobre lo que hago. De todas formas, me quedo más tranquila. Siento que una paz interior me invade.  Encontré una forma de percibirme, de saber que estoy aquí, de que no me he diluido como fruto de un proceso de ósmosis con el tiempo. A fuerza de cobardes, y muy dolorosas renuncias, aprendí a ser auténtica. Exalto la libertad de sentimientos, la transparencia al amar y el derecho y obligación a recibir y dar respeto frente a las decisiones. No pretendo acallar mi conciencia. A lo mejor, aún y pese a mi renuncia, he sido con él, con el que me insulta y me atormenta, madre todos los días de los 18 años que lo he soportado y permitido que decidiera mi vida. Ahora, y por visión algo mágica, me doy cuenta de que me hubiese gustado mantener mi relación sin formalidad alguna, de libertad a libertad. Sin   importarme que los que eran mi familia me criticaran, pensaran y me trataran como una niña por la que pasan los años, pero cuya edad mental no crece. Soy tonta, ya lo sé, Manuel: Decidí tener propósitos de muerte comunes. Quedo a tu disposición. ¡A tus ordenes!  Hasta hoy voy yo. Mi suicidio lo cumplirás tú. ¡Cuando quieras! Hazlo, pues, cobarde, ¡Mátame!

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