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Economía  |  11 septiembre de 2022  |  12:00 AM |  Escrito por: Administrador web

Decrecimiento y política económica

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Fabio Giraldo Isaza

A la memoria de Mijael Gorbachov, último presidente de la extinta

Unión Soviética, cuyas políticas, la perestroika y el glasnost,

son esenciales para comprender la geopolítica del mundo contemporáneo.

 

“La cuestión es, dijo Alicia, si usted puede hacer que las

palabras signifiquen tantas cosas distintas.

La cuestión es, respondió Humply Dumply, cuál de los

dos va a ser el maestro, eso es todo”.[1]

I. Introducción

Desde antes de la posesión del presidente Gustavo Petro, el mundo a nivel glocal viene asistiendo a un conjunto de acontecimientos. Irrupción de la crisis económica global de las denominadas hipotecas tóxicas en el 2007-2008; estallido de la crisis sanitaria provocada por la pandemia del COVID-19; violenta invasión de la república de Ucrania a cargo del poderío militar de Rusia; amenaza de estanflación en la mayoría de los países del planeta; grandes estragos por la presencia cada vez más frecuente del calentamiento global, entre otros. Estos acontecimientos llevan a discutir sobre la racionalidad política y económica de la sociedad contemporánea. Las transformaciones provocadas por las crisis mencionadas son consecuencia de episodios ocurridos en el siglo ya muerto, donde se discutía con insistencia sobre “el fin de la historia”.

Como se recordará, desde el ascenso al poder de la ideología política neoliberal, alrededor de la década de los 70’s del siglo anterior, la geopolítica del mundo contemporáneo ha sido bañada por permanentes tensiones generadoras de violencia, corrupción, desigualdades de todo tipo y asimetrías que han llevado a caracterizar la sociedad como gobernada por una Economía al servicio del 1% de la población, con extravagantes riquezas que superan las poseídas por el 99% restante. Al poner la estructura de poder a su favor, los agentes más ricos de la sociedad utilizan todos los medios a su alcance para manipular la estructura económica, ampliando las brechas de ingreso y riquezas a nivel glocal.

La anterior situación, presentada reiterativamente por OXFAM,[2] es una evidencia inequívoca del poder y los privilegios de una minoría que controla el poder de la sociedad a nivel mundial, llevando a la mayoría de la población a un mundo sin esperanzas, acompañado de una profunda regresión ideológica y a un escenario político incapaz de ofrecer alternativas institucionales básicas contra la pobreza y la desigualdad. Dicha regresión ideológico-política, es una de las causas para comprender las continuas crisis políticas y económicas que se pueden observar en los diferentes ámbitos de la sociedad. La política y la economía son tratadas por las teorías que sirven para interpretar la realidad socialmente instituida, como ciencias validadas con criterios positivos a través de índices y modelos. La historia compleja de los procesos de transformación de la realidad se resume y condensa en una forma de ser, donde la actividad humana tiende a reducirse a procesos comandados por las TIC y su representación en el uso intensivo en los procesos de la inteligencia artificial.

Las consecuencias psicopolíticas, al forzar la compleja realidad social al valor numérico de un algoritmo, son muy amplias; sus efectos muestran características nuevas, irreductibles a cualquier clasificación y con efectos muy amplios en el flujo inmaterial del trabajo cognitivo, con una dirección preocupante: borrar de un plumazo a nombre de una ciencia carente de axiología, toda historia precedente. Así ocurrió con el ascenso del neoliberalismo, donde en una especie de epifanía el poder y la razón se convirtieron en base de legitimización de los problemas sociales a través de la racionalidad, la lógica y el cálculo, afectando la totalidad de las políticas y economías de las “Democracias” realmente existentes. La política devino en espectáculo y la sociedad -de la mano de las tecnologías y sus formas multitudinarias aplicadas a los procesos productivos-, fueron calificadas al inicio de dicho proceso como “El ascenso a la insignificancia”[3]

II. La desigualdad y el Poder

Según cálculos presentados a través de los años por OXFAM, una pequeña porción de la población, no más de 65 personas, poseían la misma riqueza que 3.600 millones -la mitad más pobre de la humanidad-; cifras estas que se incrementan año tras año, ampliando las brechas de riqueza e incrementando una desigualdad económica que perjudica a todo el mundo, limitando el crecimiento económico, la cohesión social y la vigencia misma de la democracia liberal. El epígrafe al inicio de este trabajo, al citar el segundo libro de las Aventuras de Alicia, cuando ella se encuentra con Humpy Dumpy, un rigorista del lenguaje, capaz de convertir un sencillo cálculo aritmético en la más abstrusa de las cuestiones, nos sirve como metáfora para aplicar a la sociedad surgida a partir de la acción política del neoliberalismo en el poder.

Como se recordará, Margaret Thatcher vociferaba: ¡la sociedad no existe! Lo que existe, según “la dama de hierro”, es la compleja realidad social las interacciones de oferta y demanda que garantizan los “equilibrios” esenciales de la política y de la economía, pretendiendo con esta filosofía replicar a su manera la famosa mano invisible del padre de la economía política, Adam Smith. Pero la sociedad sí existe, no como narrativa de ficción, sino como un sistema complejo creado a través de la historia y caracterizado por la explotación y dominación ejercida por los dueños del poder instituido. La economía política de Adam Smith no se puede leer al margen de las discusiones suscitadas con esta incomoda imagen con la que el neoliberalismo pretende organizar el comportamiento egoísta de las personas para producir la máxima utilidad posible. La metáfora de Adam Smith, sacada de contexto, se ha convertido en uno de los ejes centrales para explicar el funcionamiento de la sociedad y los mercados, considerados como eficientes y justos.

III. Filosofía política y economía

Desde la caída del muro de Berlín en 1989, los ideólogos neoliberales han pretendido, revisando las nociones fundamentales de la teoría económica, hacer tabula rasa con el pasado de la profesión. Las preferencias de los agentes económicos o su capacidad para contraer compromisos libremente, la mezcla sin mucho rigor por varios de los participantes en este debate de las políticas públicas, confundiendo lo electoral con la gobernanza y el manejo de los incentivos económicos con la filosofía de la zanahoria y el garrote, son aspectos relevantes de dicho proceso. A su turno, la confusión muy corriente entre valores y precios, sirvieron de pretexto para resaltar la supuesta eficiencia de unos mercados competitivos y fueron la base del programa económico de las administraciones neoliberales en Inglaterra y Estados Unidos.

La nueva ideología en el poder fue la base de la contrarevolución conservadora en la teoría y práctica de la política económica. Su objetivo, al entrelazar política y economía, fue reducir la influencia del Estado otorgándole un mayor papel a la empresa privada y al mercado “libre”. La competitividad, o lo que es lo mismo, los arreglos institucionales que le permiten a una empresa ser exitosa, fueron tomados como fórmula para dirigir los asuntos colectivos. En ellos, la innovación y la productividad, a pesar de las asimetrías, desigualdades, inequidad y discriminación de sus políticas, fueron leídas solamente para criticar los desastres económicos de la antigua Unión Soviética, sin reparar en los efectos de las políticas de libre mercado. Se ocultó así el rasgo definitivo, casi logrado, de convertir la economía, la producción y el consumo, pero igualmente todos los criterios económicos en lugar central y en valor nuclear e indiscutible de la vida social. La sociedad se confundió con la economía de mercado, omitiendo que ella condiciona, pero no determina la acción humana.

La falacia de confundir lo microempresarial con la macroeconomía omite una gran cantidad de factores no solo internos, sino los más complejos de captar sin una formación académica sólida: una empresa puede poseer una alta productividad utilizando tecnologías apropiadas en su ámbito interno, pero si las condiciones de los mercados globales le imponen diversos costos, su competitividad, en términos de competencia global es limitada. Para competir en el mundo creado con mayor intensidad, a partir de la destrucción de la Unión Soviética, las empresas requieren de un entorno material y psicológico, legal y regulatorio que contribuye a reducir los costos y elevar la productividad. En un mundo globalizado, la capacidad de producir debe integrar lo micro y lo macro para la creación de la riqueza y la búsqueda de mejores empleos que mejoren el nivel de vida de la población. Una sociedad productiva requiere de competitividad empresarial, la cual solo es posible con una productividad institucional a nivel económico y legal.

Las anteriores reflexiones llevan a una discusión ideológico-política entre la técnica, la ciencia y la política. Con las dos primeras construimos sistemas de observación y cálculo para acercarnos, a través de modelos abstractos a la realidad instituida. En todo análisis económico y en especial en el diseño de políticas económicas, están presentes valores y principios normativos. Estos se filtran, hasta donde sea posible, por medio del análisis positivo-estadístico -el aspecto científico de la economía- imposibles sin el concurso especializado de quienes aportan sus modelos y discusiones para la toma de decisiones. Estas, cuando se refieren a la política económica -el manejo de los precios básicos- se enfrentan al arte de la política, definiendo con las instituciones jurídicas, el carácter del régimen político: tiranía, plutocracia, democracia…

Desde una larga tradición de filosofía política, la orientación de la acción nos enfrenta a obras de gran envergadura: Habermas, Rawls, Sen, Stiglitz, entre otros, sin las cuales, y sin un punto de vista apropiado en el contexto en el que se pretenden aplicar tales filosofías, es imposible abordar varios de los contenidos de la política contemporánea y de la concepción política de la misma. Así, por ejemplo, Habermas construye una visión socialdemócrata para incidir en lo que él denomina la acción comunicativa, producto de un largo proceso de reflexión con el que el filósofo político pretende engarzar la inequidad social con una exigente preocupación de praxis política, donde el simple activismo puede llevar a saltos en el vacío sin meditar en sus posibles consecuencias; igual ocurre con la obra de John Rawls, comparable en el ámbito de la filosofía política con el empeño Habermasiano.

IV. Decrecimiento y sociedad

La filosofía y la economía política establecen complejos vínculos para iluminar desde la reflexión teórica la acción política de los movimientos sociales; por ello, la relación compleja con los presupuestos y búsquedas básicas de la teoría económica y sus aplicaciones prácticas es en esencia el arte de gobernar. En dicho arte, ningún filósofo político es el albacea intelectual en sus perfiles propios, pero todo proceso de transformación social lleva la orientación de quien ocupa la dirección del Estado social y de los acuerdos políticos necesarios para la realización de su proyecto. La singularidad o “rasgo afirmativo” de un plan de gobierno, es el resultado complejo de la relación entre las teorías y la praxis puestas en acción. En todo ejercicio de política real, no se puede desconocer las dificultades intrínsecas que conlleva el intento de tender puentes entre la teoría y la praxis para el diseño de la acción política.

En el anterior contexto, es posible discutir la decisión política de transformar la matriz de producción de un país como Colombia, creando un delicado proceso de transición en las instancias básicas de la sociedad, sin omitir los criterios de racionalidad económica y de autonomía política. No es posible olvidar que una cosa es razonar en términos económicos y otra es hacerlo en términos políticos. Todo sistema económico debe estar subordinado a objetivos sociales amplios: incluyen los objetivos económicos convencionales –crecimiento y eficiencia- pero no se limitan solamente a ellos. Involucran objetivos más amplios: equidad e inclusión, y esto solo se logra enlazando y dándole el mismo nivel de importancia a las políticas económicas y a las políticas sociales, para abordar los problemas más complejos de la coyuntura actual.

En términos económicos, la discusión sobre el empleo, los salarios y la definición de las políticas para transformar las relaciones de poder entre el capital y el trabajo, es en esencia la búsqueda de un Pacto Histórico, como lo viene planteando el nuevo gobierno a partir de su posesión, el pasado 7 de agosto del 2022.[4] Como era de esperarse, la configuración del nuevo gobierno, ha estado precedida de múltiples debates, incluido el que queremos desarrollar en esta pequeña nota ilustrativa del ambiente político del país: el decrecimiento económico y los diferentes tiempos en los procesos de transformación y cambio propuestos a nivel político y económico. Dichos procesos, se pueden discutir a partir de nuestra visión sobre la Economía Política de La Política.

Han sido muchas y variadas las reacciones frente a la polémica desatada por los anuncios del gobierno de reconocer sus simpatías con las teorías del decrecimiento económico, las cuales pueden ser tomadas con igual valor por las visiones presentadas por el exministro de comercio exterior del presidente Álvaro Uribe, el señor Jorge Humberto Botero, sobre la indebida utilización de las teorías y recomendaciones de política de Mariana Mazzucato[5] por parte del presidente Petro, poniendo de presente la importancia de la discusión señalada en el punto anterior sobre la teoría y la praxis. No pretendemos que nuestra visión sea una verdad. Es un punto de vista con el cual damos cuenta sobre otra forma de abordar la cuestión que nos ocupa. La teoría y su compleja relación con la acción encaminada a la praxis política. Las teorías existen independientemente de las prácticas, pero son las prácticas sociales las que validan las teorías y lo hacen a través de los procesos políticos socialmente instituidos.

En la elaboración de la teoría económica moderna, ocupa un lugar central el liberalismo moderno y el empirismo filosófico con gran influencia en la construcción de Estados Unidos; pero igualmente, el acontecimiento político cardinal, la revolución francesa, influyó decisivamente en David Hume, figura central de la ilustración escocesa y para muchos el filósofo inglés más importantes del siglo XVIII. Su obra impactó a Kant, quien señaló que Hume lo había despertado de su sueño dogmático; Smith hacia parte de la ilustración escocesa y se debatía al igual que Hume entre la filosofía política y la ética moral, como muchos años después ocurrió con el propio Keynes al crear la moderna macroeconomía en su magnífico tratado de la teoría general. Esta, con las transformaciones ocurridas en el tiempo, se aplica en la casi totalidad del mundo contemporáneo, donde en esencia la teoría es la misma, pero las aplicaciones prácticas, los arreglos de política económica, son divergentes y responden a las condiciones específicas de cada país.

La teoría económica en su dimensión política esencial, como ciencia de las relaciones de poder en la sociedad instituida, ha evolucionado de la mano de las disputas filosóficas y políticas a través del tiempo. El determinismo económico y las confrontaciones políticas, como las que ocurren actualmente en el país, ocupan un papel central en dicha evolución, precipitando a las sociedades a una visión compleja, donde los conflictos políticos y económicos no llevan, como lo sostiene el exministro del expresidente Uribe, al supuesto tácito del neoliberalismo filosófico. El mercado “libre” como motor de la historia y como único protagonista de la conducción de la sociedad, es la única posibilidad para desarrollar la lectura “científica” de la realidad social. La sociedad se maneja como una ciencia al margen de la política y en la economía, como sostiene el político del centro democrático, los precios y los valores son lo mismo.

Otro tanto ocurre con las recientes discusiones sobre el decrecimiento. Se toma una teoría -que se expone como toda teoría en los centros de educación universitaria- y al igual que con las ideologías políticas del neoliberalismo, se confunde la teoría con la política, la teoría con la acción, y se pretende que las aplicaciones prácticas de las teorías no son problemas políticos. La política en tanto praxis es una discusión compleja que implica no confundir como lo hemos señalado, la teoría con la acción. Para ello, se debe distinguir la teoría de sus aplicaciones de economía política a La Política.

Un sistema económico y político no se juzga solamente por sus postulados teóricos, como los del decrecimiento o los de los teoremas del bienestar, sino por sus búsquedas y orientaciones para la elaboración de planes, programas y proyectos. La satisfacción de la demanda de los consumidores no es independiente de la acción social y de los deseos que se generan y el tipo de personas que participan en ella. Desde un punto de vista ético, la creación de los deseos encaminados a la salud espiritual y colectiva es más importante que la simple satisfacción de las necesidades como lo plantea la encíclica –Laudato si, es decir, Loado seas-, con la cual el Papa Francisco considera a Francisco de Asís “el ejemplo por excelencia de preocupación por los seres vulnerables y de una ecología integral vivida con alegría y autenticidad”, como expresión de su Holismo medioambiental, con el cual se da también una firme declaración, contra el daño causado a todos los seres sintientes.

La encíclica papal es más un documento político que científico. Es la elaboración de un dirigente eclesiástico que trata de enviar un mensaje a más de mil doscientos millones de católicos romanos del mundo, apoyado en las teorías científicas que atribuyen la mayor parte del calentamiento planetario de los últimos tiempos a los gases que provoca el efecto invernadero, cuyas emisiones se deben esencialmente a la actividad humana. Para tal fin, el sumo pontífice de la iglesia reclama una administración responsable para el manejo de los recursos naturales y su distribución, pensando en las generaciones futuras y el desarrollo sostenible. Es un mensaje de ética política, donde el pontífice busca corregir los estragos que los humanos le vienen infringiendo a la naturaleza.

El papa y su encíclica, la acción singular del representante del Dios cristiano en la tierra y sus recomendaciones de política, pueden ser catalogados como defensoras del decrecimiento. Ambos planteamientos, el religioso y el político, buscan la posibilidad de una civilización de sobriedad voluntaria y autolimitación, alternativa al atolladero político en que ha caído la sociedad conducida con la ideología del crecimiento por el crecimiento. Las políticas alternativas se pueden leer como en un cuadro impresionista: de unas pequeñas pinceladas se desprende un dibujo de conjunto, una tonalidad común, un ethos. El Pacto Histórico busca cambiar esta situación a través de varias de sus políticas, el papa también. Si logran sentar las bases y trazar el direccionamiento del cambio, con progresividad y suficiencia, con sentido de eficiencia económica y conveniencia por el bienestar general, habrán contribuido en grande a la salud del planeta y de la dignidad humana. Seguiremos el curso de la acción.

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[1] Lewis Carroll, “Alicia a través del espejo”, Cátedra letras universales, décima edición, Madrid 2009. -Capítulo VI-.

[2] Se pueden consultar sus informes periódicos en www.oxfam.org

[3] Cornelius Castoriadis, “El ascenso de la insignificancia” Ediciones Cátedra, Madrid 1998.

[4] Un pequeño comentario político sobre la propuesta del nuevo gobierno se puede consultar en este mismo medio: “Pacto histórico, territorio y hábitat”, Revista Sur, Bogotá, 11 de agosto del 2022.

[5] https://www.semana.com/opinion/articulo/mariana-mazzucato/202222/

TOMADO DE REVISTA SUR

https://www.sur.org.co/decrecimiento-y-politica-economica/

 

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