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Cultura  |  30 octubre de 2022  |  12:36 AM |  Escrito por: Administrador web

El asesinato de Hipatia de Alejandría

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Josué Carrillo

La primera vez que vi el nombre de Hipatia de Alejandría fue por allá en los primeros años de bachillerato, cuando hojeaba el Álgebra de Baldor y leí en una de esas biografías breves, que hay a manera de epígrafe en cada capítulo, que hubo en Alejandría “una mujer excepcional, célebre por su saber, por su elocuencia y por su belleza” y acaba diciendo que fue bárbaramente asesinada. Como los atributos de Hipatia, hermosa, inteligente, matemática, filósofa, astrónoma y además, respetada por sus contemporáneos, parecen ser incompatibles con su macabro asesinato, quise saber cuáles fueron las causas que motivaron ese final terrible.

Tal vez por las circunstancias y lo atroz del asesinato de esta mujer destacada en el mundo cultural y científico de la época, es ese el evento que más se conoce de su vida y que ha quedado en el imaginario colectivo como un distintivo del fanatismo religioso y del triunfo de un cristianismo impuesto a la fuerza, mientras que es muy poco lo que se divulga de su labor como mujer de ciencia, aunque haya sido ella la primera matemática de la que se tenga registro detallado.

Hipatia nació y creció en Alejandría, cuando esta ciudad aún conservaba el esplendor de su época helenística y era uno de los centros culturales y científicos más activos del Imperio Romano de Oriente. Hija de Teón, un célebre matemático y astrónomo, quien la inició en su formación filosófica y matemática; además de su hermosura, era heredera de la gran tradición científica del Museión y también renombrada profesora que enseñaba las ideas de Platón y Aristóteles. Su cultura alcanzó un nivel tal que, para unos superó a todos los filósofos contemporáneos, mientras que a juicio de otros Hipatia superó a su padre en conocimientos matemáticos y de astronomía.

Entonces, cabe preguntarse ¿qué motivos hubo para que la asesinaran y por qué con tanta sevicia? De labios de un irreverente aficionado a las telenovelas se oiría: ¿por qué mataron a Hipatia si era tan buena muchacha? En verdad, ella ya no era tan muchacha, era casi cincuentona. Para intentar una explicación hay que considerar la situación social y religiosa en la Alejandría de comienzos del siglo V d. C.; en ese entonces, una espléndida ciudad, capital de Egipto, sede del conocido Museión, la famosa biblioteca y de numerosos templos mayormente helenísticos.

En el año 380 d. C., el emperador Teodosio I proclamó el cristianismo como religión única del Imperio y estipuló un castigo, lo cual supuso la persecución a quienes practicaran religiones paganas. Desde este ascenso del cristianismo, el poder eclesiástico se instaló en las ciudades y acogotó cada vez más y con mayor intolerancia a todos los paganos, herejes y judíos. 

Por ser parte del Imperio Romano de Oriente, Alejandría era gobernada, por lo menos a nivel oficial, por un prefecto designado por el emperador de Constantinopla; sin embargo, el patriarca de la recién instaurada religión oficial tenía un gran poder y ejercía enorme influencia en la población cristiana. El clero, los monjes de los desiertos cercanos y unos fieles fanáticos que seguían las instrucciones del patriarca estaban dispuestos a provocar disturbios en momentos de conflicto, para demostrar su poder, silenciar las numerosas voces de los no cristianos y destruir los templos paganos y las sinagogas judías.

En esta atmósfera de intolerancia, el prefecto de la ciudad era Orestes, persona que mantenía buenas relaciones con Hipatia y que era mal avenida con el patriarca Teófilo. Este era la cabeza de la iglesia y amigo de incitar a sus fieles a destruir santuarios paganos, y ellos muy obedientes e inflamados de fe, en el año 391 d. C. saquearon e incendiaron el templo de Serapis, el Serapeum de Alejandría, que fue durante siglos un emblema de la ciudad, y terminó convertido en iglesia cristiana, e incendiaron la estupenda biblioteca. Al patriarca Teófilo lo sucedió su sobrino, el obispo Cirilo, poderoso e intolerante, una de cuyas obras piadosas fue la conversión del Cesáreo, un antiguo templo dedicado al culto del emperador, en otra iglesia cristiana. Quienes se negaban a convertirse a la nueva fe, cada vez más dominante, tenían que estar dispuestos a sufrir el asedio cristiano, y ya sin a quien acudir en busca de protección, porque la corte imperial de Constantinopla era incapaz de frenar los desmanes de los creyentes fanatizados. Este era el ambiente que reinaba en Alejandría en la época en que Hipatia, pagana, sabia y, para colmo, mujer, ejercía gran influencia en sus muchos discípulos y era admirada en todo el imperio.

La situación se tornó cada vez más hostil para los paganos y en marzo del año 415 d. C. se consumó el crimen que conmovió la ciudad: una horda de cristianos enfurecidos atacó, se ensañó en la víctima, la asesinó y, por último, hizo de sus restos un festín de su fanatismo. Se trataba de Hipatia, una de las figuras más prestigiosas e ilustradas del helenismo, lo cual hace pensar que con ese acto se pretendía enviar un mensaje de carácter ejemplarizante a paganos y no cristianos.

No son muchas las crónicas sobre Hipatia y su muerte; dos historiadores eclesiásticos, Filostorgio y Sócrates el Escolástico, tienen sendos relatos, que fueron escritos casi a los veinte años de los sucesos, en ellos cuentan detalles del crimen. Cerca de tres siglos después, el obispo Juan, de la diócesis de Nikiu, escribió una crónica donde abunda en detalles sobre el asesinato y muestra su malquerencia contra la “bruja, que engatusó al prefecto Orestes y a la ciudad con sus hechicerías”. Ante expresiones de semejante imparcialidad, no parecen muy confiables los datos de su crónica.

Lo poco que se sabe del final de Hipatia es que, durante el patriarcado de Cirilo, hoy santo y doctor de la Iglesia, una banda de fanáticos llegó a la casa de la matemática, astrónoma y pagana por más señas, a plena luz del día, la sacaron, la llevaron arrastrada hasta una iglesia, donde la desnudaron, desgarraron su cuerpo con lascas y la descuartizaron. Terminada la faena, quemaron sus restos para no dejar de ella ni el recuerdo.

Del crimen en Alejandría se sabe que fue el patriarca Cirilo quien desde la oscuridad lo instigó, que los autores fueron monjes enardecidos por el odio a todo lo contrario a su fe y sus creencias y existen relatos de las circunstancias; pero aún no son claros los móviles que desataron ese rencor del patriarca contra la filósofa, una mujer pacífica, con discípulos paganos y cristianos, respetada por todos, dedicada al estudio y a la ciencia. Damascio, uno de los últimos filósofos paganos relata los momentos del asesinato y acusa al patriarca Cirilo de haber azuzado a la turba que lo cometió. Basado en las circunstancias del crimen sostiene que el móvil fue la envidia que el patriarca sintió al ver la popularidad y afecto de la ciudad por la filósofa.

Otra razón, que parece tener más peso, para explicar los móviles del crimen no es porque Hipatia haya sido científica, ni por ser pagana, ni por ser mujer, sino porque ella estaba entre el fuego cruzado de las pésimas relaciones del prefecto Orestes, representante del poder civil y amigo de Hipatia, y el patriarca Cirilo, cabeza de la iglesia en Alejandría.

Se cree que la vida y el final de Hipatia dieron lugar al nacimiento mítico de una joven, santa y erudita, educada por su familia en los mejores centros del Imperio; se trata de santa Catalina de Alejandría, que murió decapitada en defensa de su fe. De la joven santa no se conocen hechos comprobados; sin embargo, su historia es considerada un canto que enaltece su sabiduría, su fe y su virtud. Esto pareciera haber inspirado los lemas que adornan los escudos de los colegios católicos colombianos.

Hace ya más de 1600 años un jefe religioso inflamó de fanatismo a sus fieles e instigó el asesinato de una mujer sabia y buena, que en lugar de perjuicio le aportó a la sociedad todos sus conocimientos. Ese hecho se ha repetido a lo largo de la historia en casi todas las épocas y lugares y aún se vive hoy, sin que el hombre haya podido aprender que dioses hay muchos, o no hay ninguno, y que no hay razones para creer que uno en especial sea el verdadero; que la tolerancia, la aceptación de la diferencia entre humanos y el respeto por las ideas ajenas es un imperativo de esta sociedad conformada por individuos de la especie Homo sapiens.

Ha transcurrido mucho tiempo desde cuando yo pasaba horas tratando de aprender los elementos del álgebra y en las pausas leía las biografías cortas que hay en el libro ídem de Baldor, confieso que ya olvidé todo aquello que con tanto gusto estudié y solo me quedan los recuerdos de esas historias minúsculas, como la de Hipatia de Alejandría.

 

REFERENCIAS

Baldor, Aurelio: Álgebra. Publicaciones Cultural, S. A. México. 1983.

Ferrer Valero, Sandra: La leyenda de una mujer, santa Catalina de Alejandría (290 – siglo IV). www.mujeresenlahistoria.com Febrero, 2011.

Kummetz, Pablo: El cristianismo se convierte en religión del estado en el Imperio Romano. DW. DE. Junio, 2009.

Martínez-Maza, Clelia: La Alejandría de Hipacia. Anuario de la Escuela de Historia, University of Malaga. Noviembre, 2019.

National Geographic: Hipatia, la científica de Alejandría. www.historia.nationalgeographic.com.es Junio, 2016.

National Geographic: Así fue asesinada Hipatia de Alejandría. www.historia.nationalgeographic.com.es Marzo, 2020.

Ventura, Dalia: Hipatia: El misterio de la brutal muerte de la primera matemática de la historia. BBC Mundo. Diciembre, 2018.

Wikipedia.com

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