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Cultura  |  04 diciembre de 2022  |  12:00 AM |  Escrito por: Administrador web

Violencia de género, arte y literatura (i)

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Josué Carrillo

Cuando leí que el 25 de noviembre es el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, pensé que quizás era un poco exagerado dedicarle un día del calendario a este propósito, pero recordé el artículo “La poesía clásica está llena de violencia sexual; no deberíamos ocultarla”, de Stephanie McCarter, publicado el 8. nov. 2022 en The Washington Post; entonces, me propuse mirar un poco más de cerca el tema y compartir lo que lograra encontrar.

La violencia ejercida sobre la mujer es un asunto bastante notable en las sociedades del Homo sapiens y sus raíces se hunden en el tiempo, por lo que resulta difícil definir un comienzo. Esa violencia es la manera cómo el hombre demuestra el dominio que tiene sobre la mujer, el cual devino luego en el patriarcado, que trata de mantener la potestad del sexo masculino sobre las féminas, relegándolas a un plano inferior.

Los registros más antiguos de qué se tenga noticia sobre la vida de las mujeres pueden ser, en términos generales, los de la antigua Sumeria. Según estudiosos del tema, en los Períodos Uruk (4.100–2.900 a. C.) y Dinástico Arcaico hasta el ascenso de la sumo sacerdotisa Enheduanna, hija del rey Sargón (2285–2250 a. C), las mujeres gozaban de libertad para establecer sus propios negocios y podían tener a su nombre bienes y propiedades de finca raíz, ocupar cargos burocráticos, y, algo trascendental, tenían derecho a divorciarse. A pesar de que en el papel eran inferiores a los hombres, hallaron la manera de hacer valer su independencia; sin embargo, fue al final de este período cuando empezaron a disminuir sus prebendas y hasta aquí se puede decir que las mujeres tenían derechos igual que los hombres.

Ya desde los tiempos bíblicos, en el libro Levítico 27. 2-7 (siglo XV a. C., aproximadamente) se establece una escala de valores para el pago por el rescate de una persona según el sexo y la edad: por un hombre entre 20 y 60 años era de 60 siclos de plata, mientras que el de una mujer de la misma edad era 30 siclos; en el caso de personas más jóvenes se mantiene la misma relación de valores. Sin embargo, aunque en el Levítico se subvalore a la mujer con respecto al hombre, no se habla de violencia sexual ni de género, pues en adelante estas se expresan primero en griego, luego en latín y hoy, pienso, que en casi todos los idiomas existentes.

En la mitología griega son copiosas las manifestaciones del sexismo dominante en la sociedad y a través de sus mitos y creencias se naturaliza y legitima el patriarcado. Son muchos los casos de violencia de sexo, en donde la víctima es una mujer, que presentan este fenómeno enmarcado en una leyenda, el relato mitológico, como si se tratara de una novela rosa. Estas historias fueron escritas y representadas tanto escultural como pictóricamente desde el siglo VIII a. C.

El caso más recreado en esculturas, pinturas y poesía es la violación que el mandamás de los dioses del Olimpo, Zeus, quien enamorado de la reina Leda, después de varios intentos, optó por transformarse en cisne para violarla cuando ella caminaba por el río Eurotas. Como motivo escultórico, Timoteo (siglo V a. C.) creó la composición más conocida en la cual Leda protege un cisne. Este es un tema clásico con tintes eróticos que ocupa un lugar destacado en la pintura del Renacimiento italiano; esta relación de Leda con su violador quedó plasmada en cuadros de Miguel Ángel, Leonardo, Tiziano, Corregio, Rubens y otros. También los poetas Pierre de Ronsard, escritor y poeta francés del siglo XVI (La Défloration de Lède); William Butler Yeats, Premio Nobel de Literatura 1923 (Leda and the Swan), y Rubén Darío, poeta y escritor nicaragüense (Leda), entre otros, dedican bellos poemas a la violación de la reina Leda por el dios Zeus transformado en ave.

Pero esa violación fue apenas la más famosa, no la única. Seguramente, por ser Zeus el dios supremo, no había quién le opusiera resistencia, y si resultaba alguien, como pudo haber sido su esposa, Hera, los hechos muestran que él se pasaba por la faja las posibles reprensiones; fue así como volvió a sus andanzas y se transformó en toro para raptar a Europa, una princesa fenicia, y luego violarla. Dice Horacio, el poeta latino, que la princesa no ocultó su asco por la afrenta a la que la sometió el más poderoso de los dioses, y exclamó: “si alguien me entrega, tan enojada como estoy, aquel toro infame, lucharé por despedazarlo con el hierro y por quebrarle los cuernos a ese monstruo”. Con Alcmena, hija del rey Electrión de Micenas y esposa de Anfitrión, Zeus no tuvo necesidad de convertirse en ningún animal, en esta ocasión le bastó hacerse pasar por su propio esposo para violarla. Y si el dios todopoderoso elevó a Hera a la categoría de esposa fue porque ella quiso sosegar con el matrimonio la infinita vergüenza que sintió después de que él, transformado en un pájaro, la violara.

Pero no solo fue Zeus el violador de cuanta fémina se le atravesara, la violencia sexual empieza con sus abuelos, Gea y Urano, y sus padres, Rea y Cronos; violadores también fueron sus hermanos Poseidón y Hades y dos de sus hijos, Hefesto y Apolo. Poseidón se enamoró de Medusa y no tuvo inconveniente en violarla en el templo de Atenea; para colmo de su desgracia, Medusa fue acusada por Atenea de haberse dejado violar y, como castigo, fue convertida en una gorgona, un ser del inframundo, luego Perseo la decapitó y colocó su cabeza en el escudo de Atenea.

Su otro hermano, Hades, se encargó de secuestrar a Perséfone, cuyo nombre romano es Proserpina. Este secuestro está inmortalizado en una de las más bellas esculturas del Barroco, El rapto de Proserpina, obra de Gian Lorenzo Bernini, en la cual se ve cómo los dedos del raptor se hunden en la carne de la joven diosa. Del escultor Bernini se dice que hacía cera el mármol; esta escultura, que por su belleza merece mención especial, se encuentra en la Galleria de la Villa Borghese en Roma. Como pintura, El rapto de Proserpina fue realizada por el pintor flamenco Pedro Pablo Rubens y se encuentra en el Museo Nacional del Prado en Madrid.  

El elemento que une muchos de los relatos griegos clásicos es el rapto mitológico, en el cual el factor predominante es la violencia de carácter sexual que se ejerce sobre una mujer. En ese relato se justifica las violaciones de los dioses a las mujeres, desde diosas hasta simples mortales, con la pasión, el erotismo y hasta el amor, para a la postre mostrarlos como los dioses enamoradizos y apasionados que terminan dándoles a sus víctimas el privilegio de su deferencia. Y fue con base en la mitología y el relato mitológico que la civilización griega construyó el patriarcado y puso a disposición de los hombres los elementos que le permitieron ejercer la violencia sexual contra las mujeres hasta lograr su sometimiento; estas prácticas violentas, por considerarse naturales y legítimas, pasaban desapercibidas.

Conocidas las ardides que emplearon hábil y mañosamente los dioses helenos para aprovecharse en el más delicioso de los sentidos de la fragilidad del sexo femenino, nos queda por ver cómo se desempeñaron en este campo los dioses y héroes romanos.

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