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Columnistas  |  02 febrero de 2023  |  12:00 AM |  Escrito por: Néstor Cuervo

Gobierno Petro: ¿pragmatismo o “eficacia”?

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Néstor Cuervo

Por: Néstor Cuervo L.

No cabe duda: la llegada de lo que insiste en llamarse izquierda o “Progresismo” al gobierno en Colombia, y en parte al poder del Estado, ha constituido una verdadera novedad. La bandera del cambio, que movió a las mayorías nacionales para su elección, inició con una carga de sorpresas tanto en términos de la “palabra dicha” como de la “palabra actuada” en política interna e internacional.

Los creadores -¿manipuladores?- de opinión de manera ligera, pensando más en el impacto mediático que en la educación ciudadana, se han volcado a la búsqueda de certezas sobre las acciones del “petrismo”: reminiscentes, según unos, incomprensibles para algunos y “diabólicas” para otros. La mayoría ha confluido en un supuesto “pragmatismo” que más que aclarar, confunde. Veamos algunas: La DW “100 días de Petro: la cara pragmática de la izquierda latinoamericana (https://www.dw.com/es/100-d%C3%ADas-de-petro-la-cara-pragm%C3%A1tica-de-la-izquierda-latinoamericana/a-63767386); de la Silla Vacía “la diplomacia de Petro juega al pragmatismo frente a las dictaduras de la región”, con comentarios como “El Gobierno de Gustavo Petro dio muestras tempranas de que en política exterior está dispuesto a ceder en principios para avanzar en sus objetivos (https://www.lasillavacia.com/historias/silla-nacional. Resaltado mío); del periódico El Tiempo “Gobierno de Gustavo Petro: entre el pragmatismo y la ideología” (https://www.eltiempo.com/economia/sectores/gobierno-de-gustavo-petro-entre-el-pragmatismo-y-la-ideologia-analisis-692965); de El Espectador “Petro el pragmático: del Congreso al Gobierno [Análisis], en el que se resalta que “Contrariamente a lo que muchos creen o quieren creer, Gustavo Petro no gobierna con dogmas: gobierna negociando. Así aspira a lograr los cambios que prometió durante su campaña” “(https://www.elespectador.com/politica/petro-el-pragmatico-del-congreso-al-gobierno/Subrayado mío).

Según ellos, la eficaz y dialogada acción parlamentaria para aprobar la Reforma Tributaria, el marco legal para la Paz Total, la propuesta de lucha contra el narcotráfico cobijada por el principio de la autodeterminación de los pueblos, los acuerdos del presidente con Fedegan para comprar tierras destinadas a campesinos pobres, la inclusión de los grandes terratenientes con vínculos con el paramilitarismo en las conversaciones de paz con el ELN etc., son el resultado del “pragmatismo” del nuevo gobierno.

El examen del concepto nos conduce a concluir que este es usado, en algunos casos, como simple eficacia de las acciones políticas, ejecuciones que no se adhieren a ideologías que puedan entorpecer la consecución de objetivos y cuyas decisiones son eminentemente técnicas; en otros, de manera peyorativa, como “ceder los principios” y, cuando no, como identidad con el “centro” político y/o sinónimo de decisiones racionales. Nada más genérico, simplista y confuso; contrario al Pragmatismo. Intentaré demostrar que las decisiones de Petro no son Pragmáticas, ni según el uso coloquial del término y, menos aún, en el sentido filosófico moderno del mismo. ¿Qué son entonces? El término más adecuado para calificarlo podría ser: “Eficracia”. Lo presento entre comillas porque el término no es de mi autoría. Como se observa está compuesto de dos ideas: eficacia y democracia. (ver: http://www.bitacora.com.uy/auc.aspx?12977,7). Comencemos pues reseñando qué es el Pragmatismo.

PRAGMATISMO: UN MÉTODO DE CONOCIMIENTO

Pragmatismo proviene de la palabra griega pragma, que significa “acción”. Más que atender las ideas de las personas sólo importan sus actos, que en definitiva son evaluables científicamente” (Estévez, 2007). Es básicamente una escuela de pensamiento surgida en EE. UU

El primero en usar el término Pragmatismo fue Charles Morris en 1938, y lo define como «la ciencia de la relación de los signos con sus intérpretes»; para éste, nacido en 1901 y fallecido en 1979, la semiótica es un instrumento de la ciencia, por cuanto toda ciencia utiliza y se expresa en signos. Años después, Charles S. Pierce (1839-1914) aclararía mejor su objeto de reflexión al plantear que la validez de cualquier concepto debe basarse en los efectos experimentales del mismo. El Pragmatismo desde la perspectiva de Pierce es, ante todo, un método para “dar claridad a nuestra idea”, despejando la mente de ideologías, tomando como referente de verdad sus efectos y posibles aplicaciones prácticas, no morales. Su talante experimentalista lo condujo a rechazar cualquier enfoque abstracto o asumido a priori. El pragmatismo significa, para él, predominio de la actitud empirista y el abandono del racionalismo e idealismo, el combate hacia todo tipo de dogmatismo y pretensión de finalidad en la verdad. Pierce vaticina lo que será luego el principio de verificación del positivismo lógico- Falsacionismo de Popper- y del operacionalismo científico -vocabulario observacional Hempel.

William James (1842-1910) en el mismo marco de pensamiento, se enfrenta explícita y decididamente al concepto de Verdad sometiéndolo a una crítica implacable; trata de superar la noción de correspondencia entre nuestras ideas y la realidad, pues existen innumerables tipos de realidad. La práctica empírica se convierte en tribunal y árbitro absoluto, el único que decide la validez e invalidez de cualquier formulación teórica o científica. Desde su perspectiva no existe la verdad, sino que cada ser humano la posee por sí mismo. Por su parte John Dewey (1859-1962) sostiene que los experimentos, la evidencia, los datos, en fin, la experiencia da lugar al descubrimiento de un mundo abierto y sin límites. Consecuentemente, y como toda investigación parte de una situación problemática de incertidumbre, dicha situación constituye el primer momento de la búsqueda y permitiría elucidar una idea o solución.   Como la experiencia implica un esfuerzo por cambiar lo dado posee, en tal sentido, una dimensión proyectiva, superando el presente inmediato. Basada en conexiones o interacciones y continuidades implica de manera permanente procesos de reflexión e inferencia. En Ello se sintetiza su atractivo pedagógico o educativo.

Para el Pragmatismo la confirmación de la verdad objetiva no se obtiene mediante el criterio de la praxis, sino aquello que satisface los intereses subjetivos de los individuos.

Podríamos afirmar entonces que el Pragmatismo surge como una propuesta metodológica para delimitar lo verdadero de lo falso en términos de una teoría del conocimiento y no como una doctrina moral o política. Su reflexión gira en torno al gran problema de la cultura occidental moderna: ¿Cómo delimitar un conocimiento verdadero de uno falso? En su famoso libro “Conocimiento e Interés” J. Habermas nos presenta este asunto de la siguiente manera: “Si construyésemos la discusión filosófica de la edad moderna bajo la forma de un proceso judicial, la única cuestión sobre la que éste tendría que pronunciarse sería: cómo es posible un conocimiento fiable”. (Habermas, Taurus,1982)

El “VIVO”, ¿UN PRAGMATICO?

Otra cosa es la actividad cotidiana en la que el oportunismo se disfraza de “pragmatismo”. En realidad, su talante es la trampa, la falsedad, la astucia, la hipocresía en busca de réditos personales y/o de grupos cerrados. En Colombia se personifica en el “ethos paisa”: su rasgo distintivo es “todo vale”. Privilegia los egos y la acumulación de recursos materiales para alcanzar un fin, bajo la égida de la moral cristiana. Es el mundo del “vivo”, del que no da “papaya” o se aprovecha de ella. En la realidad este “pragmatismo” se basa en prejuicios racistas, clasistas, misóginos, machistas, etc. negándose a reconocer que “la gran conquista de la cultura ha consistido en reconocer una igualdad en la dignidad a todas las personas” (A. Cortina.2023) y apenas observa las consecuencias que no encajan en su base ideológica.

En el ámbito de nuestra política criolla la “viveza” se expresa en clientelismo, “pago de favores” o “mermelada”. Es una fase de la moral caracterizada por el “yo sobo tu espalda, tu soba la mía”. Tiene en cuenta en primer lugar los intereses individuales, pero también una serie de convenciones sociales- de grupo- acerca de lo que es bueno o malo, creando una máscara ético colectiva. Las personas que se encuentran en esta etapa de orientación moral tratan de ser aceptadas por el resto y se esfuerzan por hacer que sus acciones- negocios- encajen muy bien en el conjunto de reglas sociales que definen lo que es bueno (Kohlberg L.). Su presupuesto básico consiste en adaptarse a las circunstancias- generalmente personalistas o de grupo- para sacar el mejor partido de ellas: Practica un sentido ajedrecístico: Sacrificar al peón-trabajador- o un alfil para conservar la reina, el poder-. Se encubre bajo el manto de decisiones técnicas. La pasada campaña electoral mostró al candidato de la “Liga de gobernantes anticorrupción”, Rodolfo Hernández, como el modelo de esta versión del “Pragmatismo”. Sus efectos han sido perversos para la democracia, cerrando a la ciudadanía su participación política o reduciéndola a lo electoral y generando cerradas cúpulas en la toma de decisiones, desprestigiando la política y reivindicando erróneamente la tecnocracia.

Esta concepción del mundo se funda en un elemento básico: un bajo desarrollo moral. Aquí predomina el ego personal -fase Preconvencional de la moral- donde la persona juzga los acontecimientos según el modo como estos lo afecten – “cómo le va en el paseo”- y apenas alcanza al reconocimiento de los intereses de grupo- fase Convencional-, como una manera de afirmar su propio Yo. Es, tal vez, no consultar los resultados morales de sus acciones, la única conexión entre Pragmatismo y “viveza” cotidiana. la única conexión entre Pragmatismo y la conexión entre Pragmatismo y “viveza” cotidiana.  Este “pragmatismo” es incapaz de lograr la fase Posconvencional de la moral, el estado más alto de la moralidad, cuya orientación se basa en la creación y práctica de principios universales como la solidaridad, el respeto al “Otro”, la reconciliación, etc., necesarias para superar normas y leyes impuestas por la costumbre. (Ver: L. Kohlberg. Psicología del Desarrollo Moral. 1992).

Como se puede concluir de los dos subtítulos precedentes, el Gobierno Petro no es pragmático porque su acción política no pretende ser valorada desde una perspectiva epistemológica o del conocimiento: Menos aún se identifica con el “vivo”, al que estamos acostumbrados, que actúa solo por intereses personales. ¿Cómo describirlo, entonces?

GOBIERNO PETRO: EFICACIA CON DEMOCRACIA

Al parecer los críticos y defensores del actual gobierno en cabeza de Petro, pasan por alto el sentido profundo de su biografía “Una Vida” dedicada al servicio de “Muchas Vidas”, primero equivocadamente, tal vez; ahora, 30 años después, acudiendo al sentido original de la Constitución del 91. Lo ha dicho en reiteradas oportunidades y lo confirma en casi todas sus salidas en público: defender y aplicar la Constitución de 1991. Usando expresiones del propio presidente: pasar de la “palabra hablada” a la “palabra actuada”.

Para muchos analistas, lo que va corrido de la historia de la Constitución del 91, en lo que tiene que ver con sus principios democráticos fundamentales, ha sido solo palabrería. La oligarquía colombiana, formada en el autoritarismo de la Constitución de 1886, logró conducirla por una senda claramente identificada hoy: En lo económico nos abrió a las políticas neoliberales cuyos efectos sociales expresados en pobreza y desigualdad son perversamente avasallantes. En términos políticos el mandato de sustituir la democracia representativa por la participativa “envenenó la democracia al centrarse en el protagonismo del individuo en detrimento de los objetivos colectivos.” (https://www.las2orillas.co/el-neoliberalismo-en-la politica/?utm_source=newsletter&utm_medium=email). Los efectos más visibles los hallamos en la profundización del clientelismo agenciado, mediante “empresas electorales” asociadas al narcotráfico para la captura privada de bienes públicos, cooptando los poderes regionales- económicos y políticos- a todo lo ancho y largo del país.

En tal contexto, ¿Cuál es entonces el sentido renovador de la Constitución del 91, que propone el actual presidente de la República?

 Si repasamos con atención los principios fundamentales de la nueva Carta Magna del 91- ¿a propósito olvidados? - tenemos que: 1. Define el Estado colombiano como “un Estado social de derecho”. 2. Que sus fines esenciales son: “servir a la comunidad, promover la prosperidad general…facilitar la participación de todos en las decisiones que los afectan y en la vida económica, política, administrativa y cultural de la Nación…3. Que “La soberanía reside exclusivamente en el pueblo, del cual emana el poder público”, y 4. Que “la Constitución es norma de normas. En todo caso de incompatibilidad entre la Constitución y la ley u otra norma jurídica, se aplicarán las disposiciones constitucionales”. (De los Principios Fundamentales, CPC 1991). Si en algo se han puesto de acuerdo los constitucionalistas es que la CPC de 1991 produjo en la “palabra dicha” una profunda ruptura con la CPC de 1886 con el paso de la democracia formal representativa a una democracia participativa.

Los objetivos políticos e ideológicos del Gobierno Petro son precisamente estos. Y su talante es que se mueven bajo los principios de una moral Posconvencional. Se distingue porque la “palabra actuada” se viene expresando en una estrategia democrática profunda- ideológica, pero no dogmática- en la que el diálogo con todos, el respeto a las diferencias, más allá de ilusiones románticas y moralistas marcan su horizonte. Ahí radica su eficacia. Se expresa en la gobernabilidad y apoyo popular alcanzada en estos escasos siete meses de gobierno, a pesar de no ser mayoría en el Congreso. Lo ha demostrado en la escogencia de sus ministros y en la construcción del Pacto Histórico- en el que se han cometido errores, pero no son lo sustancial-.  Su apuesta política se enraíza en una profunda convicción ética universal sobre la justicia social, a partir de su empoderamiento desde la base como proceso que comienza ya, pero a largo plazo. En su ideario juega rol sustancial el principio de la reconciliación, en un país cargado de históricos rencores y odios atávicos. En lo económico no se apega a fórmulas teóricas de la vieja izquierda extractivista, dogmática anticapitalista y antiimperialista que quisieran ver al gobierno en una clara confrontación con el gobierno de EE: UU. Viene sucediendo lo contrario: lo busca en alianzas puntuales y ha puesto en su cancha la discusión sobre una nueva la Estrategia de lucha contra el narcotráfico y la extradición. En lo internacional, en medio de un clima de intervenciones extranjeras en los asuntos internos de los países y la práctica del lawfare -guerra jurídica- o golpes de Estado blancos en América Latina, lo anima el principio del derecho de los países a la autodeterminación.

Y lo más visible: su plataforma de lucha contra el cambio climático expresada en su propuesta de una “economía descarbonizada”, utopía o “idea loca”-para los opositores- recibe un fuerte apoyo de la ONU, aunque a nivel nacional el “centrismo” la asuma bajo la vieja fórmula de “la ley se acata, pero no se cumple”. Las supuestas acciones “pragmáticas” del actual gobierno son más bien la combinación de: “el análisis concreto de la situación concreta” (Marx) y un accionar moral posconvencional. A pesar de no coincidir con normas establecidas se apoya, tanto en valores colectivos como en las libertades individuales. Se distingue porque piensa en el modo como la sociedad puede afectar la calidad de vida de las personas, pero también en cómo se pueden cambiar si son disfuncionales. Sus decisiones no emanan de suposiciones acerca del contexto, sino de consideraciones basadas en principios universales expresados en la Constitución del 91. El contexto nacional e internacional y el accionar político-moral del gobierno deberían ser los criterios a tener en cuenta para su definición. Y no una corriente epistemológica, o el oportunismo y la hipocresía cotidiana.

La actitud de este gobierno está en contravía evidente con la mayoría de los pasados gobiernos, cuya característica central giró en torno a la desatención de las regiones más apartadas del país -la Colombia profunda”-, a la permanencia en el poder de cerrados grupos -oligarquía- mediante “todas las formas de lucha”, con un estilo “mafioso”, personalista, violento, dogmático, arrogante, autoritario, “flexible” y fuertemente emocional e ideologizado. Su tentativa: imponer su tradicional mirada única de la realidad.

Lo contrario hace ahora el gobierno Petro. Viene demostrado que le apunta a profundizar la democracia participativa sin demerito de la formal: Convoca a las comunidades para hacer su Plan de Desarrollo y da carácter vinculante a sus propuestas- lo que nunca hizo algún gobierno anterior-Exalta la economía popular y empodera a los pequeños comerciantes, etc. Invita a las organizaciones de base popular- la “Colombia profunda”- a coordinarse para ejercer su poder frente al Estado-incluso contra las equivocaciones de su propio gobierno- etc.

Su eficacia se expresa en la gobernabilidad lograda, y la democracia, en participación y acciones para lograr empoderamiento de la ciudadanía. Es lo que muestra hasta ahora.  Falta ver el largo plazo. Esta apenas se vislumbra. Sólo al final de su gobierno podríamos afirmar si su periodo de 4 años  puede catalogarse plenamente como “Eficracia”.

Armenia, Q. enero 2023

 

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