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Cultura  |  28 marzo de 2023  |  12:00 AM |  Escrito por: Administrador web

“Sol solecito, caliéntame un poquito”

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Por Manuel Tiberio Bermúdez

Muchos creen que el Sol es un planeta y se equivocan: el Sol es una estrella. Y esa estrella ha tenido desde siempre gran significado para quienes habitamos la tierra. Desde el principio de los tiempos se le ha rendido culto y sacrificios ya que se le considera dador de la vida. Los indígenas tenían rituales con los cuales pedían que fuera generoso para tener buenas cosechas.

Y no estaban los antiguos tan perdidos, pues con la luz del sol las plantas se desarrollan y gracias a su energía se produce la fotosíntesis que es la que le da el color verde a las hojas, un proceso químico que permite que las plantas conviertan la materia inorgánica en orgánica.

Para quienes gustan de los datos, el Sol, —aseguran los que saben—, tiene un diámetro de 1,4 millones de kilómetros. Es una gran estrella de gases calientes, mejor dicho, la temperatura en su superficie alcanza los 5.500 grados centígrados y más de 15,5 millones de grados centígrados en el núcleo. De todo ese «calorcito» algo nos llega a la tierra y eso permite la vida sobre este pedazo de barro que gira en el espacio y que tan poco cuidamos.

No podemos olvidar que al Sol, le gusta jugar a las escondidas y es por ello que en la antigüedad producía enorme temor cuando lo hacía. Ese fenómeno —hoy lo sabemos— son los eclipses.  Para muchas sociedades este ocultamiento del sol a pleno día, tenía connotaciones de mal augurio o era un reclamo de las deidades y por eso algunas tribus ofrecían sacrificios para que el dios sol dejara su enojo.

Para darnos cuenta de nuestro desconocimiento sobre esa estrella que diariamente nos marca el comienzo de nuestro «rutina cotidiana» nuestros ojos perciben al Sol de color amarillo y así lo pintamos desde cuando en la escuela hacíamos aquellos paisajes que mostraban un sol esplendoroso de color amarillo. Pues para desilusión nuestra el color del sol es —aseguran los científicos— verdoso. Una prueba de ello es el color de las plantas que reflejan el color real del sol.

Pero además de benéfico el Sol puede producir daños como el cáncer de piel; manchas; arrugas, daños a los ojos; es decir, que hay que recibirlo pero cuidarnos de abusar al recibir los rayos solares.

Hay ritos para agradecer, adorar o rendir culto al dios sol. Los indios Sioux se cuenta que celebraban la Danza del Sol, cada año. Duraba cuatro días seguidos, sin beber ni comer  y los participantes danzaban desde la salida hasta la puesta del «astro rey».

En el antiguo Los Mayas, los Aztecas también rendían culto al Sol, y realizaban rituales para su celebración.

Muchas otras son las practicas de adoración al Sol y ni que decir de la influencia que se le atribuye en la Astrología. También hay nombres que tienen relación con él o son una forma de nombrarlo: Helios; Inti; Rajib; Shaiming; Suvan; entre otros.

Pero en cualquier caso, ni siquiera esta modernidad con sus maravillosos avances en lo que tiene que ver con medios para tener energía, se puede dejar de lado esta estrella que diariamente nos alumbra. El Sol, sigue alumbrando para todos; mejor dicho, sigue siendo necesario para todos y por eso la canción infantil que dice  «Sol solecito, caliéntame un poquito» sigue más vigente que nunca.

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