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Editorial  |  15 marzo de 2018  |  12:00 AM

Murió el más grande del mundo

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“El cielo es un cuento de hadas para los que tienen miedo a la muerte”.

El referente más grande de la ciencia y del esfuerzo del hombre en el último medio siglo fue, sin duda, Stephen Hawking. Murió a los 76 años y durante 50 años soportó la enfermedad esclerosis lateral amiotrófica, que lo dejó en silla de ruedas y con la imposibilidad de hablar. Su figura maltrecha, en una silla de ruedas, su voz impostada por un computador, contrastaba con su mente maravillosa, brillante y los descubrimientos que fue haciendo alrededor del origen del universo. Al morir, y a pesar de su discapacidad física, era el director de Investigación en el Centro de Cosmología Teórica de la Universidad de Cambridge.

Su autobiografía, Una breve historia del mundo, publicada en 1988, le abrió los ojos a medio mundo, distinto al de la ciencia, para comprender lo que somos en el universo y las principales teoría del origen del mismo. La teoría de los hoyos negros, aunque no pudo comprobar totalmente, es una fascinante puesta en la escena que se opone al tradicional pensamiento del Cristianismo.

Escribió, como autor y coautor más de 30 libros. Y cada vez le dio una nueva lección a los seres humanos. “Cada uno de nosotros existe durante un tiempo muy breve, y en dicho intervalo tan solo explora una parte diminuta del conjunto del universo". El universo fue su obsesión.

No dejó de estudiar y hablar de la Cosmología. "Parece haber un vasto paisaje de universos posibles... los universos en que pueda existir la vida son raros. Vivimos en uno de los universos en que la vida es posible, pero tan solo con que el universo fuera ligeramente diferente, seres como nosotros no podrían existir. ¿Qué podemos hacer con esa sintonización tan fina? ¿Es una evidencia de que el universo, a fin de cuentas fue diseñado por un Creador benévolo? ¿O bien la ciencia ofrece otra explicación?", se pregunta en El gran diseño. Es decir, a pesar de su confeso ateísmo, deja un hálito de expresión a Dios.

Sin embargo, hablando sobre ese libro El gran diseño, más tarde le dijo a los medios de comunicación: “Lo que quise decir cuando aseguré que conoceríamos ‘la mente de Dios’ era que comprenderíamos todo lo que Dios sería capaz de entender si acaso existiera. Pero no hay ningún Dios. Soy ateo. La religión cree en los milagros, pero estos no son compatibles con la ciencia”.

Y hablando sobre la posibilidad de seres en otro planeta, planteó: "Solo somos una raza avanzada de monos en un planeta menor de una estrella muy normal. Sin embargo, podemos comprender el universo. Eso nos convierte en algo muy especial".

Sin duda, la comprensión fue su ruta. Lo dijo siempre: “La vida es una cosa maravillosa y hay tantas cosas por hacer. Mi objetivo es simple, es comprender completamente el universo”. Seguramente que lo comprendió del todo, pero no alcanzó a revelar ese todo, por su condición de científico que teme a decir cosas que no están lo suficientemente probadas.

Una de sus frases célebres, “el cielo es un cuento de hadas para los que tienen miedo a la muerte”, es un resumen de su pensamiento sobre la sencillez de la vida, y lo corta que ella es en la magnitud del universo.

“La vida de Hawking debería ser motivo para despertar entre los maestros y los estudiantes, la alegría por el conocimiento y avivar la lucha por la educación científica, democrática y al servicio de la nación”. Gloria eterna al sabio que nos legó la esperanza de vivir mejor, en la Tierra y en otros lugares del universo.

 

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