El dato oficial del número de suicidios ocurridos en el Quindío en el 2017 da cuenta que fueron 60 personas las que tomaron la determinación de acabar con sus vidas, cifra que en el 2016 había sido de 46. En lo que va corrido de 2018 son ya 17 las víctimas de este flagelo que como se puede analizar, año tras año viene en aumento en el departamento cafetero.

Sobre la forma de atender esta triste situación que aqueja al Quindío y que en los últimos años ha ocupado los primeros lugares en el país, se han realizado, como lo dijo en su momento el secretario de Salud departamental, César Augusto Rincón Zuluaga, "acciones contundentes para atender de manera integral la situación de salud mental del departamento... , se ha intensificado la formación de los profesionales que tienen relación con su atención, y desde ya se trabaja en planes de choque que enfrenten la problemática actual, la mayoría de las estrategias que se adelantan tendrán frutos a largo plazo".

No hay que negar que sí se han llevado a cabo programas con el objetivo de atacar este fenómeno que no tiene género, ni edad, ni raza, ni religión. Pero ¿cuándo se verán los frutos de las acciones de choque determinadas?, porque como va el índice a abril del año en curso, en 2018 la cifra será mucho más alta que en el 2017.

En la ocasión, también Claudia Soraya Nidia Montenegro, de salud mental de la secretaría de Salud del Quindío manifestó que ese año la Organización Mundial de la Salud estaba insistiendo en la importancia de la campaña “tómate un minuto, salva una vida” con la que se buscaba atender a los jóvenes sobre sus necesidades, orientaciones, dificultades, amenazas que pudieran llevar a una conducta suicida y alertó sobre la necesidad de una línea de atención sobre el suicidio, una línea para atender a la población que requiera orientación en este campo y se convirtiera en una estrategia de prevención.

¿Cuáles son los resultados de estas estrategias?, es la pregunta que nos hacemos porque el suicidio sigue en aumento. En el 2017 se presentaron 515 intentos de suicidio, reportados, que al igual que los suicidios como tal deben de ser muchos más si se tiene en cuenta que buena parte de nuestra sociedad aún mantiene una cultura de la reserva alrededor de lo que sucede en el ámbito familiar.

Nos aterra que incluso profesionales y personas con una situación económica estable, tomen la opción de irse de este mundo sin más ni más. Creíamos que los suicidios estaban relacionados, en su mayoría, con las carencias en los hogares quindianos en donde el desempleo también ocupa los primeros lugares, igualmente con los desamores o la falta de afecto, este último sobre todo en los ancianos, pero la situación va de gris a negro.

La drogadicción ha hecho también su tarea en nuestros jóvenes que rodeados de un mercado sin límites de toda clase de sustancias sicoactivas se convierten en víctimas de quienes utilizan este comercio para obtener el dinero fácil sin importarles la salud y la vida de sus congéneres. Este flagelo de la droga es en buena parte responsable de los suicidios.

Pero la realidad es que en el Quindío faltan estudios y políticas contundentes, profundas que no se queden en el papel, que no sean de vitrina, que sean aplicadas a la población porque no es normal lo que nos está sucediendo. La llamada depresión, la enfermedad del siglo XXI no puede ser una simple respuesta para justificar los suicidos. Debemos crear programas en los que se eduque a la población, es decir, que en los hogares y en los colegios se tengan las herramientas para identificar y acompañar a las personas que están padeciendo en su salud mental.

Qué profesionales en este campo capaciten a la población de cómo caracterizar a quienes presentan algún tipo de sufrimiento y que requieren arrojarlo a los cuatros vientos, o la atención adecuada para que se alejen o desistan del fantasma del suicidio.