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Columnistas  |  06 agosto de 2018  |  12:06 AM |  Escrito por: Celina Colorado

El gallinero de San Francisco

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Celina Colorado

Hace unos pocos años, entrar a la iglesia San Francisco de Asís y llegar al altar, era ver en su parte superior por donde se eleva su torre principal, un entramado de madera, que se extendía en casi todo el ´cielo’ del templo, a semejanza de un gran gallinero. Y de verdad que lo era, pues las palomas y los pájaros tenían esos cuartones como parte de su hábitat. Eso cambió, hoy, la iglesia luce con un cielo raso con lámina galvanizada, pero con la estética de un maestro de obra que los hace ver como si fueran tabletas de cerámica pegadas de los techos. Ahora, la iglesia luce hermosa, iluminada, distinta, desde cualquier ángulo que se le mire en su interior.

Ese aspecto es absolutamente diferente a su parte exterior, especialmente el frente, donde la plaza fue convertida en un ‘ventorrillo’ de frutas y verduras, por un lado, pero por otro una fuente de sustancias psicoactivas, prostitutas y revendedores de cachivaches casi inservibles. Da pena saber que adentro del templo hay un sacerdote convocando a la feligresía a hacer un gran esfuerzo económico para mantener estéticamente presentable la casa de Dios, mientras que, afuera, el gobierno no ha podido darle solución a la invasión del espacio público.

En el templo, los trabajos de pintura al interior demoraron casi dos años y fueron hechos por un solo hombre. La obra quedó estéticamente tan bonita, que semeja una construcción levantada en ladrillo hecho artesanalmente en material de arcilla fina y caliza, de ahí su color claro ligeramente dorado con algunas pintas totalmente oscuras que obedecen a algunos piezas que suelen quemarse en un antiguo horno de tierra.

Las formas logradas en la cúpula y en los cielos de las naves laterales están hechas en lámina galvanizada, pero previamente se moldean las formaletas para lograr los ángulos y curvaturas que conservan la línea arquitectónica original. “La decoración descansa la vista y destaca los detalles”, dice Gonzalo Arias Garrido, un campesino de Anserma, Caldas que desde hace 40 años se dedica a la pintura de los templos y quien fuera encargado de embellecer este edificio religioso de San Francisco de Asís. 

Hay que aplaudir al párroco de San Francisco, Fray Fabio Vargas, que se puso en la tarea de conseguir el dinero para la obra, y lo logró con los feligreses. Pero falta la parte exterior, que seguramente no se ha arreglado en su totalidad, esperando que la alcaldía solucione el problema de las ventas en la plaza de La Quindianidad, que afean totalmente todo el entorno. 

El templo de San Francisco de Asís ha sido declarado Patrimonio Cultural de Colombia y es, sin duda, el refugio religioso católico más antiguo y hermoso de la ciudad, por su estilo románico y gótico. Los trabajos de su construcción se iniciaron el 8 de diciembre de 1945 y fueron entregados e inaugurado el edificio el 29 de mayo de 1949. Ese momento lo celebró el padre superior del convento, el memorable Fray Bernardo Alfonso Otero. 

A pesar de todos los esfuerzos, el ‘gallinero’ no desaparecerá de San Francisco de Asís, mientras la alcaldía no traslade de la plaza de La Quindianidad a los vendedores de frutas y verduras; mientras no le ponga coto a la venta de drogas alucinógenas, mientras no controle la prostitución y el comercio de cachivaches inservibles que hacen ver el lugar como la antigua calle del Cartucho de Bogotá. 

Es inconcebible que aquellos edificios de Armenia, como el templo de San Francisco de Asís, o como la Estación del Ferrocarril, declarados como Patrimonio Cultural de Colombia, tengan que sufrir la desidia y el desamparo del gobierno local.

 

 

 

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