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Editorial  |  03 septiembre de 2018  |  12:00 AM

El nuevo alcalde de Armenia

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Hablemos del nuevo alcalde, pero no del que va a surgir de la terna que tiene en su despacho el gobernador del Quindío, sino del que vamos a elegir en octubre del año próximo, para que gerencie la ciudad de Armenia entre el 2020 y el 2023.

Ya es casi que intrascendental volver sobre el alcalde de la terna, el que va a terminar el periodo de Carlos Mario Álvarez, porque le corresponderá trabajar solo un poco más de un año. Y, como se sabe, en un año, el alcalde escasamente podrá ‘capear’ lo urgente, dejando de lado lo importante para la ciudad.

Sea quien fuere el escogido por el gobernador, tratará de orientar su gobierno en los tres temas fundamentales que enfrenta la ciudad: las finanzas públicas, de capa caída y con riesgos enormes de colapsar; las obras de valorización, un ‘chicharrón’ que está vivo, especialmente por el incumplimiento por parte de los contratistas que, prácticamente, abandonaron las obras que se comprometieron realizar; y, por último, lo relacionado con el Plan de Ordenamiento Territorial y el otro ‘chicharrón’, el crecimiento en altura, los planes parciales, como el de la Avenida Centenario y el alejamiento de los constructores de las llamadas rondas hídricas. Además, las decisiones en torno al proyecto del Centro Cultural y Turístico de la Estación.

No será fácil para el alcalde de la terna darle solución definitiva a estos temas. Muy especialmente porque el último año de gobierno será un año electoral. Y, dependiendo de quien se escoja, podría dedicar mucho más sus esfuerzos en las elecciones, para ayudarle al candidato de su ‘patrón’ político, en el partido Liberal, por supuesto.

De manera que, muchas de las soluciones quedarán en manos del alcalde que se elija en octubre del año entrante. Por eso, los ciudadanos no pueden volver a cometer el error de elegir un alcalde con la misma connotación política de los dos últimos. Incluso, el partido Liberal, por respeto con la ciudad, no debería presentar aspirante a la alcaldía de Armenia.

El nuevo alcalde debe estar alejado de las particularidades politiqueras, de las microempresas electorales que han dominado la ciudad en los últimos años, debe de ser una persona libre de condicionamientos partidistas, hay que buscarla en la integridad de un ciudadano reconocido en su amor por la ciudad, en el conocimiento sobre ella, pero, muy especialmente, de probada honradez y honestidad.

El nuevo alcalde, el del 2020, debe asumir los retos de adelantar la ciudad en diez años perdidos por culpa de la corrupción. Debe desarrollar todas las obras propuestas por la exalcaldesa Luz Piedad, pero también las prometidas y no realizadas por Carlos Mario, más las de él, que deben corresponder a las del clamor ciudadano.

Además, debe ordenar el territorio de forma tal que todos ganemos: los ciudadanos en general por la conservación ambiental, pero también los empresarios de la construcción, que se sienten abatidos por la inseguridad jurídica con que se ha actuado en este cuatrienio. Las dos posiciones se pueden conciliar, la de los ambientalistas con los constructores, sin necesidad de bajar la guardia en la conservación ambiental y del Paisaje Cultural Cafetero.

Hay que empezar a pensar en un alcalde de verdad, no en un ‘avivato’ que se quiera quedar con la plata de los contribuyentes, ni tampoco en un ‘pelele’ que sea manejado por el politiquero de turno. Tampoco mirar al populista que quiere ganar las elecciones prometiendo desmontar la valorización y devolver los dineros, pues esta sería la alternativa más peligrosa para Armenia.

Necesitamos un alcalde, nacido de las entrañas cívicas, pero con capacidad gerencial, con conocimiento de ciudad, con responsabilidad y sin intereses politiqueros que lo arrodillen a las próximas elecciones.

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