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Columnistas  |  11 octubre de 2018  |  01:30 AM |  Escrito por: Juan David García Ramírez

La nueva era dorada estadounidense

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Juan David García Ramírez

Los sorprendentes resultados en el desempeño de la economía estadounidense, demuestran una vez más la fortaleza de los Estados Unidos y confirman su preeminencia global, incluso en un momento en que China se ha convertido en serio aspirante a ocupar su lugar, por lo menos hacia los próximos treinta años. Se ratifica, además, el éxito de la economía de mercado como impulsora de la riqueza y el bienestar material, sin precedentes en la historia humana. Esto no les gusta a los políticos intervencionistas ni a los amigos del estatismo en el mundo académico y artístico, que prefieren un Estado megalómano y todopoderoso, al cual todos agradezcan por controlar sus vidas y alejarlos del riesgo.

Para finales de septiembre, el desempleo en Estados Unidos se situó en el 3.7%, su nivel más bajo desde 1969. Esto significa que, en la actualidad, de una fuerza laboral de 160 millones de personas, menos de seis millones se encuentran sin trabajo. Si se compara la cifra actual con el desempleo registrado en el primer período del expresidente Barack Obama, cuando en plena crisis se llegó al 10% (o sea, alrededor de dieciséis millones de desempleados), es evidente la recuperación y el mantenimiento de la tendencia positiva, reflejada por supuesto en un mayor crecimiento del Producto Interno Bruto, que hoy asciende a casi 4%.

Hace poco, Obama intentó llevarse el crédito por los efectos positivos de las reformas emprendidas por Trump en 2017, lo que generó reacciones justificadas entre los líderes republicanos. No obstante, la recuperación comenzó a mediados de 2014, es decir, faltando dos años para el fin de su segundo mandato. Para ser justos, aunque los planes de rescate de los años 2009 y 2010, dirigidos principalmente al sector financiero y a la industria automotriz, no fueron tan efectivos para detener la destrucción de puestos de trabajo, las medidas emprendidas a partir de 2013, más liberalizadoras, sí promovieron un repunte en la generación de empleo. El componente que marca la diferencia entre Trump y Obama, es la apuesta del primero por un papel más activo de los pequeños y medianos empresarios en la conducción de la economía, junto con la reducción del peso del Estado, que se traduce en la disminución de la deuda pública y externa, y en una menor dependencia de los programas asistenciales por parte de sectores vulnerables de la población, como el Food Stamp. Y, a pesar de los esfuerzos del mainstream mediático y político por presentar a Trump como la reencarnación de Hitler o un líder del Ku Klux Klan, la realidad es que la comunidad hispana y negra, en total el 28% de la población de los Estados Unidos, presenta un desempleo históricamente bajo de 4.5%. Tal vez, los demócratas temen perder votos en uno de sus feudos electorales más fuertes, y están preocupados por la desbandada hacia el Partido Republicano (el Grand Old Party) de cientos de miles de votantes de ese segmento, y de progresistas tradicionales, con la famosa campaña Walk Away, a un mes de las elecciones de Noviembre, cruciales para los dos partidos y para el gobierno de Donald Trump.

De momento, es indiscutible el inicio de una nueva era dorada para los Estados Unidos, que continuarán siendo el referente de la prosperidad y el dinamismo económico en el mundo contemporáneo.

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